El almacén de los niños

AutorAndrés Henestrosa
Páginas789-790
El almacén de los niños
El almacén de los niños por Madame Leprince de Beaumont, nueva edición re-
fundida enteramente y puesta al nivel de los conocimientos actuales. Ador-
nada con profusión de grabados, intercalados en el texto, y aumentado con
todas las preciosas fábulas y el “Testamento, muerte y funeral del gato”, por
“El Pensador Mexicano”. Segunda edición publicada por Simón Blanquel. Se
expende por mayor y menor en la Librería de Blanquel editor, calle del Teatro
Principal núm. 13, México, Establecimiento tipográfico de A. Boix, a cargo de
Miguel Zornoza, calle del Águila, núm. 13, 1865.
Así reza la portada de este curioso libro, que lo es más por incluir dos obras
de José Joaquín Fernández de Lizardi: el Testamento y las Fáb ulas, edición no
mencionada por Luis González Obregón ni por Jefferson Rea Spell. LGO se re-
fiere en su raro folleto sobre Lizardi –1888– a cinco ediciones de 1817 a 1886,
si bien reconoce que hay ediciones intermedias que no ha logrado conseguir.
La pieza, cuya larga portada hemos transcrito, es de suma rareza, y
corresponde a toda una familia de libros del siglo pasado, que los editores
traducían y acomodaban a las circunstancias nacionales, para provecho y
solaz de sus suscriptores. El alma cén de los niños es obra de enseñanzas
morales y religiosas: buenas para huir del vicio, amar la virtud, vivir bien,
amar al prójimo, únicas sendas que conducen a la salvación, escribe el
editor Blanquel en la Advertencia. El Al macén está dedicado “A la juventud
mexicana”. Por eso, “se le han puesto de aumento el ‘Testamento, muerte
y funeral del gato’ y todas las fábulas del ‘Pensador Mexicano’, cosas a la
verdad de suma importancia, y tan curiosas y divertidas que deben intere-
sar a todo el que las lea”.
Aunque no tiene paginación aparte, sino que continúa la del Almacén, de
la página 311 a la 390 puede considerarse como una de las muchas ediciones
del Testamento y de las Fábulas, las dos profusamente ilustradas, como decían
los libros infantiles. Grabados en acero, en blanco y negro, porque no hay que
olvidar que algunas de las ilustraciones de las obras del Pensador eran frecuen-
temente a color: azul y verde.
No sé si el asunto del Testame nto pueda servir a José Durand, aquel
escritor peruano que hace años vivió entre nosotros. Pero emborroné esta
Alace na pensando en él, que ahora, según me entero por carta que escribe
a Ernesto Mejía Sánchez, emplea sus ocios, que es lo que mejor propicia la
AÑO 1961
ALACE NA DE MINUCI AS 789

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