Alma Guillermoprieto

AutorDPM
Páginas71-72
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THEMIS | CULTURA
CULTURA
Alma Guillermoprieto
DPM.
Mi tarjeta de presentación podría
limitarse a la siguiente frase: “Entrevista-
dor de Alma Guillermoprieto”. No haría
falta agregar palabra alguna. Pero como
no puedo ir por la vida de tal manera,
pues al mundo no le bastaría, me con-
formo con poder escribir la conversa-
ción que mantuve con ella, a unos días
de que recibiera en Oviedo, España, el
Premio Princesa de Asturias en Comu-
nicación y Humanidades 2018. Guiller-
moprieto es la tercera mujer en recibir-
lo. Anteriormente lo obtuvieron, entre
otros, Zygmunt Bauman, Umberto Eco,
María Zambrano, e instituciones como
la UNAM. Es un reconocimiento a su
trayectoria de periodista que, como
ella misma declara, nunca se propuso
ser. Todo fue gracias a la sorprendente
vida y sus azarosos malabares.
Es viernes por la mañana en la ciu-
dad de Querétaro. A unos pasos de
su hotel, nos encontramos en una
pequeña casa de antaño convertida
en un sencillo comedor. En el patio,
resguardada por diminutas macetas,
“la kalanchoe más grande que he vis-
to en mi vida”, informa emocionada.
Además, un grupo de muchachas que
se burla a diestra y siniestra haciendo
casi imposible escucharla. “No estoy
segura que esté guardando algo”, me
dice mientras mira mi grabadora. Por
fortuna, no fue así.
Alma Guillermoprieto, legitima el o-
cio y trae consigo una curiosidad in-
nita cuyos resultados se han dado a
conocer en medios como The Guar-
dian, The New Yorker, El País y Natio-
nal Geographic. Considera la entrega
del premio que otorga la corona española como su esta de quince años. No
sin antes haberla deprimido por toda la atención que se volcó hacia ella. “Me
importa muchísimo porque es un premio en español. Si bien yo escribo la mayor
parte de mi trabajo en inglés, sigo sintiendo y pensando en español. Y por lo
que signica para España en esta época tan aislacionista, tender puentes hacia
el mundo”, explica.
De ojos ávidos capaces de mirar todos los cielos a la vez, es de voz discreta que a
ratos celebra y a ratos regaña. Viste un suéter blanco que combina con la traspa-
rencia de su rostro. Trae consigo apenas un pequeño bolso. Uno la mira caminar
y pareciera que levitara. La merodea una incómoda tos que me hace sentir cul-
pable por cada respuesta. Mientras habla, mueve las manos como si a fuerza de
voluntad quisiera poner la realidad en las nuestras. Se interesa en el otro. Pregun-
ta, pero también ordena. Sabe de memoria toda nuestra geografía y ningún sitio
le es ajeno. Con razón y rapidez declara, “ser nacional es ser latinoamericano”.
¿Quién de nuestro tiempo ha respondido con tanto afán por nuestra geográca
realidad como ella? Sus trabajos recobran la idea de Latinoamérica como tierra
fértil para las grandes crónicas. La realidad nos desborda y queremos entenderla.
Justo para eso ha estado Alma.
***
Desde hace cinco años reside en Colombia. Se fue de México por la demasiada
violencia que existía (y existe), también porque en ese tiempo su actual país de
residencia “vivía una época esperanzadora, pues se estaba rmando la paz entre

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