Alfonso Garcia Suarez, Modos de significar. Una introduccion tematica a la filosofia del lenguaje.

AutorVilaró, Ignacio
CargoReseña de libro

Alfonso García Suárez, Modos de significar. Una introducción temática a la filosofía del lenguaje, 2a ed., Tecnos, Madrid, 2011, 726 pp.

La importancia de la filosofía del lenguaje en la práctica filosófica contemporánea es innegable, y no menos innegable es la utilidad de contar con un manual que permita a los neófitos abordar por primera vez el estudio de esta materia. Modos de significar de Alfonso García Suárez es "una introducción sistemática a los problemas, métodos y logros de esta disciplina" (p. 21). La aparición de esta segunda edición de la obra es una muy buena noticia, principalmente porque se trata de una versión ampliada y mejorada. La primera edición de la obra contiene 15 capítulos, mientras que la nueva consta de 18. El resultado es un libro bastante más voluminoso (726 páginas contra 558), mucho más completo y renovado que el anterior. Para citar algunos ejemplos, la nueva edición incluye una exposición de la teoría de los actos de habla de Bach y Harnish; la primera sólo mencionaba las versiones clásicas de Austin y de Searle. Esta inclusión permite al lector tener una comprensión más profunda y actualizada de la tradición que Austin inició. García Suárez explica que el trabajo seminal de Austin tenía algunas limitaciones que Strawson (1964) señaló. Harnish (2005) afirma que, en el paradigma austiniano, no hay una manera clara de distinguir los actos ilocutivos de los perlocutivos, defecto que el propio Austin reconoce (1962). Según Harnish, el problema parece ser que Austin no contaba con ninguna noción de convención que pudiera efectuar la tarea de modo plenamente satisfactorio (2005, pp. 13-14). García Suárez muestra cómo la tradición dio un viraje griceano, iniciado por el propio Strawson, y puso la intención comunicativa del hablante y las inferencias de los oyentes en el centro de la teoría lingüística. García Suárez recuerda (parafraseando a Korta y a Perry (2011))

el punto más notable es que Bach y Harnish no ven la determinación del acto ilocucionario como un mero proceso de descodificación del significado convencional o literal, sino como un proceso inferencial basado en el significado literal más información contextual acerca de las intenciones del hablante. (p. 207) De este modo el autor introduce, en su exposición de las teorías de los actos de habla (las cuales explica de manera clara y amena), una idea que desarrollará posteriormente, con más detalle, en la nueva sección dedicada a la teoría de la relevancia. Muestra que, en la filosofía del lenguaje actual, existen dos enfoques que se oponen por la naturaleza de la comunicación lingüística. Según el modelo del código, lo esencial es la codificación y la descodificación de información, de acuerdo con un sistema de codificación que comparten hablantes y oyentes. Los aspectos pragmáticos se limitan al cálculo de las implicaturas conversacionales, una vez que el oyente ha descodificado el mensaje, valiéndose de un código semántico compartido con el hablante. Para los contextualistas, por otra parte,

las proferencias, más que señales, son primariamente indicios racionales acerca del significado del hablante y la comprensión se logra por un proceso inferencial, de tipo ampliativo, que se apoya no sólo en la proferencia sino también en el contexto. Por supuesto, una proferencia es un indicio racional lingüísticamente codificado, de modo que la comprensión también requiere descodificación. (p. 227) Como resultado, la nueva edición ofrece una imagen más completa de la teoría de los actos de habla, y al mismo tiempo presenta al lector, de manera relativamente sencilla, la discusión contemporánea entre los literalistas y los contextualistas, sin olvidar su afortunada inclusión de la teoría de la relevancia, cuya explicación es, como se ha venido diciendo, clara, precisa y amena. No podemos sino agradecer estas actualizaciones y mejoras.

Otra ampliación importante tiene que ver con el tratamiento de los proyectos de naturalización de la semántica, que ahora reciben más atención. García Suárez nos recuerda que el propósito básico de los naturalistas es ofrecer una teoría que nos explique la intencionalidad de los estados mentales--y, a partir de ellos, la intencionalidad lingüística--sin apelar a entidades que podrían considerarse súpernaturales y, por lo tanto, sin apelar a entidades sospechosas de ser incompatibles con nuestra imagen científica del mundo. En este sentido, cita el siguiente pasaje de Fodor:

Supongo que, más tarde o más temprano, los físicos completarán el catálogo que han estado compilando de las propiedades últimas e irreducibles de las cosas. Cuando lo hagan, cosas como espín, encanto y carga quizás aparezcan en su lista. Pero el ser-acerca-de no lo hará con seguridad; sencillamente, la intencionalidad no llega a esas profundidades. Es difícil ver, en vista de esta consideración, cómo se puede ser un realista acerca de la intencionalidad sin ser también, en alguna medida, un reduccionista. Si lo semántico y lo intencional son propiedades reales de las cosas, debe ser en virtud de su identidad con (¿o tal vez de su superveniencia sobre?) propiedades que no son ellas mismas ni intencionales ni semánticas. Si ser-acerca-de es real, debe ser realmente algo distinto. (Fodor 1987, p. 98; citado en García Suárez 2011, p. 483.)

Como Burge señala, la justificación de la importancia de la empresa de naturalización de la semántica suele tener cierto aire apocalíptico y provocador, como sugiere el pasaje de Fodor. Burge indica, a mi entender correctamente, que no se suelen ofrecer argumentos muy detallados a favor de la empresa naturalista, más allá de la afirmación de que si no la emprendemos caeremos en el oscurantismo (Burge 2010, p. 296). El espíritu apocalíptico lo representa muy bien un...

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