Agrarismo, espíritu legendario de la revolución

AutorVicente Quirarte
Páginas184-200
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Agrarismo, espíritu legendario
de la revolución
E l zapatismo, como movimiento
reivindicador de los derechos de
los pueblos sobre sus tierras, fue el
contrapeso social del contenido político
del maderismo. Y no es que el caudillo
demócrata no fuera consciente de la
existencia de esta problemática, sino
más bien la urgencia del cambio político
y la libertad democrática le ocuparon
más en las tareas que la Revolución
planteaba como urgencia ineludible la
cual había que atender.
Cuando Emiliano Zapata se levantó
en armas, no tenía similares intenciones
a las de otros caudillos. Era un cambiar
para no cambiar, volver a un punto
anterior en el tiempo originario para
devolver a los campesinos lo que
legítimamente les correspondía, la
herencia arrebatada por la insaciable
apetencia feudal, lógica esencial de
las haciendas del centro del país. El
zapatismo es una metáfora de las luchas
sociales enclavadas en las regiones más
profundas de la historia mexicana,
contenido del memorial de agravios
cometidos contra el agrarismo de estas
tierras que van más allá del siglo liberal
y las centurias virreinales. Es el cambio
que no transforma, que no anhela otra
cosa sino la tradición heredada de los
que les precedieron para forjar hasta el
fin de los tiempos su propia identidad
como pueblo.
Como nunca antes ningún
movimiento había sido tan personalista
como el de Zapata. En él se funden el
reformismo social velado, circunscrito a
un pedazo de tierra del que brotaban los
maizales, alejado de los ilusorios ideales
maderistas que no llegaron a ser su
bandera en el frente. La gran tragedia
nacional, desde esta perspectiva, residía
en el campo lleno de surcos de donde no
podía cosecharse otra cosa que no fuera
discordia contra el opresor, injusticia en
la posesión del terruño y la promesa de
que el combate en los límites de Morelos
daría a cada quien lo que merecía.
Sin desfavorecer el balance posterior
que sobre esto se ha expresado en
la historiografía, es justo señalar su
importancia capital en la inclusión de
sus aspiraciones en el Artículo 27 de
la Constitución, sino también como el
inicio de todas las luchas posteriores
que realizó el movimiento agrario cuyas
consecuencias todavía advertimos
actualmente. El agrarismo es, sin duda,
el espíritu legendario de la Revolución
mexicana.
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Campesinos en el patio de una
hacienda, ca. 1910. Anónimo.
© 469949 Secretaría de Cultura–
inah–Sinafo–fn, México.
Cuando la Revolución cambió las
condiciones de trabajo imperantes en el
porfiriato se transformaron las relaciones de
los campesinos con la antigua hacienda.
En estas condiciones, la pequeña propiedad
campesina, presente o futura, representa un
papel económica y socialmente progresivo
y revolucionario. La propiedad parcelaria
se convierte así en el motor de la acción
revolucionaria de los campesinos contra la
gran hacienda basada en el peonaje…
José Luis Calva,
Los campesinos y su devenir en las economías
de mercado.
Mitin campesino en Tlalpan, ca.
1916. Anónimo. © 5374 Secretaría
de Cultura–inah–Sinafo–fn, México.
Los zapatistas dominaban Tlalpan en
tiempos de don Venustiano Carranza.
Literalmente, la Revolución envolvió a la
capital desde el sur con el brío zapatista.
Si consideramos que la revolución del sur fue
un proceso ofensivo sustentado en la propia
fuerza del pueblo y una lucha humana por la
vida; que describió un trayecto del campo a
la ciudad, desde la montaña de Ayoxuxtla a
la ciudad de México; y si consideramos que
su bandera, el Plan de Ayala, llevó inscrito
el propósito de la liberación social y la
liberación nacional, se apreciará igualmente
que la contrarrevolución fue en cada aspecto
lo contrario.
Francisco Pineda Gómez,
La revolución del sur: Historia de la guerra
zapatista 1912-1914.

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