¿Acoso o coqueteo?

AutorEstefanía Vela Barba
Páginas40-43

Page 41

Una de las preguntas más constantes que ha surgido con el caso de Tamara de Anda es cuál es la diferencia entre el acoso y el coqueteo. La pregunta, en la gran mayoría de los casos, es planteada por hombres “preocupados” por cómo se supone que ahora se deben comportar con las mujeres.

En específico, si esto está mal, ¿pues qué está bien? Si esas no son formas de “conquistarlas”, entonces ¿cuáles son las adecuadas1Entiendo la “preocupación”. Históricamente, en sociedades como la mexicana el género ha servido para marcar la pauta acerca de cómo los hombres y las mujeres deben comportarse en casi todo, incluida la sexualidad. El género es el conjunto de ideas que tenemos sobre los gustos, intereses, necesidades y comportamientos de “hombres” y “mujeres”. Aplicado a la sexualidad, es el conjunto de ideas sobre cómo es y cómo debería ser la sexualidad “femenina” y cómo es y cómo debería ser la sexualidad “masculina”.

Algunos ejemplos burdos: se nos dice que “las mujeres” lo que más quieren es un marido y que harán todo lo posible por conseguirlo. Sólo las que son “putas” no se comportan así. ¿Los hombres? “Los hombres” quieren coger y eso es lo más importante para ellos cuando se relacionan con una mujer, y sólo ya que han saciado sus instintos —y ni entonces— quieren sentar cabeza. Sólo un hombre que es “puto” no se comporta así. ¿A las mujeres? A “las mujeres” les encanta ser halagadas. ¿Con todo lo que invierten en verse bien cómo no van a amarlo? ¿A los hombres? A “los hombres” les importa “conquistar”, no ser conquistados. Porque la sexualidad y el amor son eso: un juego, una competencia, una caza.

Estas ideas, por decirlo de alguna manera, forman un “guión” sobre cómo nos debemos comportar, que se nos enseña desde jóvenes de muchas maneras: a través de consejos de la abuela, o el papá, o la mamá, o el hermano mayor, o los amigos y las amigas de la escuela. Se nos comunican a través de canciones, películas, series, libros, poemas y hasta supuestos “estudios científicos” (“¡la evolución hace que los hombres sean infieles!”). La misma ley ha jugado y juega un papel fundamental en la determinación de cuál es la sexualidad “correcta” (o, al menos, “legal”) entre hombres y mujeres.

En este escenario, denuncias como la de Tamara de Anda implican un rompimiento absoluto del “guión” que a muchas personas se nos ha enseñado. Lo que se supone que nos han dicho que a “las mujeres” les gusta, pues resulta que no es cierto (lo que nos han dicho que las mujeres deben “tolerar” muchas ya no están dispuestas a hacerlo).

Y esto es clave: si genuinamente quieren saber qué implica todo esto para la “coquetería”, lo primero que se tiene que entender es que “las mujeres”, como un grupo unificado que comparte gustos, intereses, deseos y prácticas, no existen. No hay nada que les guste a todas las mujeres. Lo importante, para efectos de esta conversación sobre la diferencia entre el acoso y la coquetería, no es que haya mujeres a las que les gusta que les griten cosas en la calle, o a las que les gusta que las “persigan”; lo importante es que sólo son algunas y que hay muchas otras a las que no. Se tiene que dejar de hablar de “pero es que a las mujeres…” Como también se tiene que dejar de hablar de “los hombres” como un monolito. No, no a todos los hombres les gustan...

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