¿Abandona Leibniz la concepción del espacio como lugar universal de las cosas después de 1671? Observaciones críticas al artículo de Federico Raffo Quintana.

AutorSilva, Camilo

[Does Leibniz Abandon the Conception of Space as the Universal Place of Things after 1671? Critical Remarks to Federico Raffo Quintana's Paper]

Introducción. Motivación de la discusión

En "La noción de 'espacio' en los escritos juveniles de Leibniz", (2) Federico Raffo Quintana ofrece un estudio minucioso de la concepción del espacio en el periodo juvenil de Leibniz. Pese al valioso y acabado análisis de Raffo, encuentro en él algunas dificultades exegéticas que, por el interés e importancia que reviste su trabajo, vale la pena discutir.

A partir de un pasaje en la correspondencia entre Thomasius y Leibniz, Raffo atribuye a este último una concepción sustancialista del espacio, que asigna a la primera de las tres etapas que distingue. (3) Esta atribución de Raffo es correcta porque el mismo Leibniz define así la naturaleza del espacio. Raffo evoca sólo el primero de los dos argumentos que, en su carta del 6 de octubre de 1668 dirigida a Thomasius, Leibniz formula para probar esta tesis. (4) En clave silogística, Leibniz explica que, si la geometría es una ciencia, y si toda ciencia tiene por objeto una sustancia, entonces el espacio--objeto de la geometría--debe ser una sustancia. (5) Sin embargo, el filósofo alemán elabora un segundo argumento que, con base en el experimento mental de la supresión de los cuerpos en el espacio, le permite inferir la prioridad ontológica que éste mantiene con respecto a aquéllos. En palabras de Leibniz:

El espacio [...] es más sustancial [substantialius] que el cuerpo mismo. En efecto, una vez supreso [sublato] el cuerpo, si ningún otro [cuerpo] viene a ocupar su lugar, permanece tanto el espacio como su dimensión, lo que se denomina vacío [vacuum], mientras que, en cambio, una vez supreso [sublato] el espacio, ya no hay cuerpo. (6) Al contrastar la hipótesis de la supresión del espacio con la de la supresión de los cuerpos, Leibniz infiere la sustancialidad que cabe atribuir al espacio a partir de la prioridad ontológica que éste, por asimetría, mantiene con respecto a aquéllos. El argumento no carece de interés, ya que, pese a que a partir de sus premisas Leibniz infiere aquí una concepción sustancialista del espacio--en concordancia con el primer argumento que evoca Raffo--, el mismo argumento constituye una versión primigenia de la concepción que, en lo sucesivo, Leibniz defenderá: la prioridad del espacio con respecto a los cuerpos es una característica (relativa) que lo define. (7)

Lo que destaca en este segundo argumento es que la prioridad del espacio en relación con los cuerpos implica una concepción receptacular del espacio, la cual, en la terminología propia de Leibniz, equivale a lo que él llama "el lugar universal de las cosas". (8) En este sentido, pese a que Leibniz abandona pronto la tesis de la sustancialidad del espacio, la asimetría ontológica entre éste y los cuerpos no es una tesis a la que renuncie, de modo que afirmar que Leibniz no hace valer la concepción del espacio como lugar universal de las cosas después de 1671--como Raffo, sin embargo, sostiene--(9) es contestable. En rigor, la evolución de la concepción del espacio de Leibniz--ya en el periodo de sus escritos de juventud--no remonta a un abandono de la concepción receptacular--entendida como lugar universal de las cosas--, sino a una transmutación categorial del concepto de espacio, lo que afecta su estatus ontológico simpliciter, no así la prioridad ontológica que goza en relación con los cuerpos. El problema parece radicar en que Raffo no distingue la tesis de la receptacularidad de la tesis del sustancialismo, pues, según él, la tesis del espacio como "'lugar universal' podría entenderse en términos sustancialistas". (10)

A pesar de aceptar que--como explica Raffo--, (11) debido al dinamismo que Leibniz atribuye a las sustancias, el espacio, supuesta su inmovilidad, no puede caracterizarse como una entidad sustancial, no resulta claro en qué sentido o por qué esta restricción categorial implica una incompatibilidad--según piensa Raffo--(12) con la concepción del espacio como lugar universal de las cosas: es posible definir el espacio como un receptáculo o lugar universal de las cosas y, al mismo tiempo, como un orden o relación de coexistencia entre los cuerpos. De hecho, según veremos, es justo esta conciliación entre ambas caracterizaciones el objeto central que guía las reflexiones de Leibniz sobre el concepto de espacio.

La crítica que me propongo desarrollar en relación con la interpretación de Raffo pone de relieve en particular las siguientes tres tesis: a) Leibniz no abandona, después de 1671, una concepción del espacio como lugar universal de las cosas, pues, de manera invariable, concibe el espacio como un receptáculo de los cuerpos; b) no existe ninguna incompatibilidad entre--lo que Raffo llama--(13) una concepción estática y una concepción dinámica del espacio, y c) de hecho, la concepción estática-receptacular del espacio, cuerpo matemático o lugar universal de las cosas equivale a lo que Leibniz, en su madurez, denomina en sus escritos matemáticos "espacio absoluto" o, como prefiere en la correspondencia con Clarke, "espacio abstracto", mientras que, por su parte, la concepción dinámica-relacional equivale al "espacio actual" o "espacio real" que define como el orden entre los cuerpos materiales coexistentes.

  1. Leibniz y la concepción receptacular del espacio como lugar universal de las cosas. Escritos de 1680-1690

    Ciertos escritos de Leibniz atestiguan que no abandona después de 1671 una concepción del espacio como el lugar universal de las cosas. En efecto, si a lo largo de la década de 1670 Leibniz define todavía el espacio como todos los lugares (14) o, de manera más amplia, como una "entidad" equivalente a un receptáculo, continente o lugar de los cuerpos, (15) y que representa, por consiguiente, una condición de éstos, (16) a partir de 1680, por medio de diversas fórmulas equivalentes, el filósofo alemán insiste en sostener la misma tesis.

    Al menos en tres opúsculos del decenio de 1680, Leibniz concibe el espacio en estos términos. En uno de ellos (1683 (?)), sostiene que "todas las cosas de la naturaleza existen [...] [en] el sustrato receptacular último [substratum receptorium ultimum] que se denomina espacio". (17) En otro texto (1684-1685/6 (?)), considera que "el tiempo y el lugar, o sea el espacio, son receptáculos [receptacula] [que] acogen [recepta] los cuerpos que existen en ellos". (18) Por último, en un tercer opúsculo (1685-1687 (?)), define el espacio universal [spatium mundanum] como "aquello que es extenso, y aquello en lo que está todo lo que es extenso". (19)

    Aunque al distinguir las funciones asignables a los cuerpos y al espacio a partir de la relación "estar en" Leibniz no atribuye en forma explícita a este último una prioridad con respecto a aquéllos, es evidente que su razonamiento apunta a destacar esa asimetría toda vez que el continente no puede depender o constituirse a partir de lo contenido: que los cuerpos se den en el espacio implica (a priori) que no pueden darse fuera o más allá de éste. En otros términos, al ser anterior (prius natura) a los cuerpos, el espacio es una especie de receptáculo en el que los cuerpos pueden situarse y que corresponde a su lugar universal. (20)

    La concepción del espacio como lugar universal de las cosas no es propuesta por Leibniz sólo en esta época: reaparece, bajo diversas variantes, en otros escritos. Por ejemplo, desde una perspectiva teológica ligada al problema de la creación, en De rerum originatione radicali (1697), Leibniz pregona de manera implícita esta concepción al aseverar:

    El tiempo y el lugar [locus] o, como pueden denominarse, la capacidad o receptividad del mundo [receptitas vel capacitas mundi] pueden considerarse como el dispendio o terreno [sumtu sive terreno] en el cual pueden edificarse de la manera más adecuada [in quo quam commodissime est aedificandum] las variedades de las formas que corresponden a la comodidad del edificio, y a la multitud y elegancia de las habitaciones. Y esto ocurre tal como en ciertos juegos [ludis] en los que todos los espacios [Zoca] de la tabla son llenados [replenda] según ciertas reglas [Zegis], sin cuya habilidad [artificio] quedarán espacios desiguales excluidos [spatiis exclusus iniquis] [...] [Pero] lo que existe es [aquello que es] máximamente posible con respecto al tiempo y al lugar (es decir, con respecto al orden de posibilidad de los coexistentes). (21) El lugar, entendido como la receptividad o capacidad del mundo, no puede concebirse, en este plano teológico que figura la creación, como un mero orden relacional contingente: el lugar o espacio es una condición de posibilidad de la coexistencia de los cuerpos, es decir, el lugar universal en el que éstos pueden situarse. En rigor, el espacio no es un orden entre los cuerpos coexistentes, sino su posibilidad de coexistencia. A la luz de este pasaje, es evidente que, para Leibniz, el espacio trasciende y precede ontológicamente a los cuerpos.

  2. La concepción leibniziana de un espacio abstracto como receptáculo universal y condición de posibilidad de los cuerpos. Textos metafísicos tardíos

    Además de los fragmentos anteriores, existen más pruebas en favor de la asimilación de una concepción del espacio como lugar universal de las cosas en la madurez de Leibniz. En efecto, el filósofo establece esta tesis en dos dominios teóricos distintos, aunque complementarios, a saber, la metafísica y la geometría. En esta sección me concentraré en el análisis de sus textos metafísicos y reservaré la siguiente a una exposición del modo en que dicha concepción aparece en algunos de sus escritos tardíos de geometría.

    El análisis del concepto de espacio en los escritos metafísicos tardíos de Leibniz reviste una complejidad especial no sólo porque es el resultado de una integración de supuestos y principios misceláneos--por ejemplo, ontológicos, epistemológicos y teológicos--, sino también porque la...

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