Análisis de la teoría de Hans Kohn sobre la nación y el nacionalismo

AutorJacques Gabayet Jacqueton
CargoProfesor-investigador del Departamento, de Política y Cultura, UAM-X
Páginas7-24

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Una de las preocupaciones más relevantes que se presenta en el final del milenio, y que se manifiesta principalmente en amplios círculos intelectuales, está íntimamente ligada a la virtual derrota de todos los proyectos que se fincaban en ideales universalistas, cosmopolitas que, inspirados en muy diversas filosofías, promovían la idea de un mundo mejor.

En cambio, hemos visto desarrollarse en este siglo formas de exclusión e intolerancia que culminaron en terriblesPage 8 holocaustos o en millones de patriotas muertos, que para asombro de muchos, surgían también de aquellas sociedades de las que se esperaba una defensa de los ideales cosmopolitas o universalistas.

Es necesario indicar que este desencanto no ha sido motivo de transformación total en los criterios de los intelectuales sobre las causas profundas de la desigualdad y la injusticia, ya que en muchos casos conservan su espíritu crítico. En otras palabras, no es la catástrofe de las experiencias mal llamadas socialistas (en otras, como en la alemana, pudo haber asombro pero no desencanto) causa alguna para dejar de indicar la fuente de los problemas en el sistema capitalista de producción. Pero, evidentemente, esta convicción no remedia en lo más mínimo el desencanto. Ejemplo de ello es el camino intelectual que ha seguido un pensador como Benedict Anderson quien, para explicarse el origen de semejante realidad, el predominio de las ideas particularistas, xenofóbicas, que predominan en todo el orbe, llega a la conclusión de que los movimientos que creíamos socialistas en realidad fueron movimientos que, en lo fundamental, debieron considerarse como particularistas o, con más precisión, nacionalistas.

Probablemente, allá en su brumosa Inglaterra leía con asombro y tristeza las batallas que Camboya libraba contra Vietnam, y éste a su vez contra China comunista. Conflictos que son la continuación de querellas dinásticas centenarias que, por lo visto, la concepción comunista no había modificado en lo más mínimo.1

Lo mismo nos sucedió a otros que, en climas diferentes, veíamos con igual asombro y tristeza el desenlace de estas inesperadas carnicerías; recuerdo cuando salíamos de la preparatoria de Mascarones para apoyar a Vietnam en su justa lucha contra el imperialismo norteamericano, y esquivábamos los macanazos de la policía mexicana.

Es esta desmitificación la que está presente en el análisis de B. Anderson, cuando en la conclusión de sus investigaciones sobre el nacionalismo, nos dice:

Si la invasión y la ocupación de Camboya por parte de los vietnamitas, en diciembre de 1978 y enero de 1979, representaban la primera guerra convencional en gran escala librada entre regímenes marxistas revolucionarios [sic] el ataque perpetrado por China contra Vietnam, en febrero, confirmó rápidamente el precedente... Tales con-Page 9sideraciones ponen de relieve el hecho de que, desde la Segunda Guerra Mundial, toda revolución triunfante se ha definido en términos nacionales: la República Popular de China, la República Socialista de Vietnam, etc. Y al hacerlo así se ha arraigado firmemente en un espacio territorial y social heredado del pasado prerrevolucionario.2

Más aún, este autor buscará apoyo para su análisis en la voz de otro intelectual con el que coincide en algunas ideas fundamentales; se trata de Eric Hobsbawn, al que cita en su apoyo cuando dice:

Los movimientos y los Estados marxistas han tendido a volverse nacionales no sólo en la forma sino también en la sustancia, es decir, nacionalistas. Nada sugiere que esta tendencia no continuará.3

Esta preocupación de múltiples intelectuales, no se ha quedado en simple aceptación resignada ante la historia. Para encontrar explicaciones y evitar los mismos errores, han caminado en sus investigaciones y arribado a denuncias que son de vital importancia. El mismo Benedict Anderson indicará en su excelente "Introducción" a la obra mencionada, que el problema está en el corazón mismo de lo que es el nacionalismo, pues éste

...se imagina como comunidad porque, independientemente de la desigualdad y la explotación que en efecto puedan prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo, horizontal. En última instancia, es esta fraternidad la que ha permitido, durante los últimos dos siglos, que tantos millones de personas maten y, sobre todo, estén dispuestas a morir por imaginaciones tan limitadas.

Estas muertes nos ponen súbitamente frente al problema central planteado por el nacionalismo: ¿Qué hace que imágenes contrahechas de la historia reciente (escasamente más de dos siglos) generen sacrificios tan colosales? Creo que el principio de una respuesta se encuentra en las raíces culturales del nacionalismo.4

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Efectivamente, en las raíces culturales del nacionalismo encontramos los elementos que conforman los rasgos fundamentales de la intolerancia. A partir de ello, podemos llegar a la comprensión del desencanto de este siglo. De ahí que nos parezca muy importante un estudio serio y sistematizado de los principales aportes teóricos que se han realizado en el terreno del nacionalismo y del surgimiento de las naciones. Es pertinente, entonces, referirnos al análisis de uno de los primeros teóricos, Hans Kohn; no sin aclarar que antes de estos padres fundadores de los estudios sobre nacionalismo, abordaron el tema intelectuales como R. Tagore y Rudolf Rocker.

El marco teórico de H Kohn para comprender la formación de las naciones

H. Kohn escribió varios libros sobre el tema5 pero uno de sus clásicos es el denominado Historia del nacionalismo6 (Idea of Nationalismus) publicado en una fecha de la historia de la humanidad, 1944, en que, al igual que en nuestros días, el tema era una acuciosa necesidad.

Benedict Anderson, que ha contribuido al análisis de estos fenómenos históricos, en su libro Comunidades imaginadas menciona las primeras contribuciones sobre el tema, y bautiza a los autores de éstas como los padres fundadores del estudio sobre el origen de las naciones y del nacionalismo.

Menciona a Hans Kohn y a Carlton J.H. Hayes (aunque, insistimos, deja injustamente fuera a Rudolf Rocker y a R. Tagore) como aquellos pioneros que se aventuraron en estos estudios, legándonos las primeras herramientas de análisis. Existen aportaciones sumamente importantes de otros teóricos que nutren el análisis de este interesante problema; mencionaremos con un alto riesgo de ser injustos con otros muchos intelectuales comprometidos en estas investigaciones, a Isaiah Berlín, Benedict Anderson, Eric Hobsbawn, Carlton J. H. Hayes, Rudolf Rocker y R Tagore.

La primera afirmación, de vital importancia, hecha por H. Kohn, es que el surgimiento de las naciones y del nacionalismo son fenómenos históricos absolutamentePage 11 contemporáneos; su ubicación no va más lejos de principios del siglo XVIII, y la revolución francesa es el primer acontecimiento en que entran a la liza histórica todos los elementos que conforman el fenómeno, articulados de manera novedosa y diferente. Para Hans Kohn, la primer nación del mundo es la francesa7 y su ideología se basó principalmente en la Ilustración, a partir de la cual construyó sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Tanto Inglaterra como Estados Unidos son lúcidamente analizados por el autor pero, quizá por la repercusión y el brillo ideológico del acontecimiento francés, éste es señalado como el caso arquetípico.8

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Como respuesta al gran acontecimiento francés (aunque se puede rastrear el fenómeno desde antes; para ser más precisos: desde la Reforma con las ideas del Renacimiento italiano y las ideas de Juan Huss) se desarrolla una polémica contra las figuras principales de la Ilustración, por ejemplo contra Voltaire, por parte de autores alemanes como Hamann, Herder, Fichte, Schelling y los pensadores denominados Románticos, que prefiguran las ideas principales que nutrirán el surgimiento del nacionalismo cultural.

Isaiah Berlín, en su excelente libro Contra la comente, nos muestra algo del carácter de esta respuesta:

Hamann se inició como discípulo de la Ilustración pero, después de una profunda crisis espiritual, se volvió contra ella y publicó una serie de ataques escritos en un estilo deliberadamente oscuro, altamente idiosincrásico, perversamente alusivo, retorcido, tan lejano como pudo de la para él detestable elegancia, claridad y tersa superficialidad de los afables y arrogantes franceses, dictadores del gusto y del pensamiento.9

El comentario de este autor sobre Hamann es muy importante, pues ese recorrido, de admirador a crítico de la Ilustración es el de la gran mayoría de los intelectuales alemanes que contribuyeron a la creación de las ideas fundamentales del nacionalismo cultural, propio de Alemania y de otros países, como los eslavos, que iniciaron la construcción de sus naciones después de los franceses y en gran medida como respuesta a éstos.

Con lo que hemos señalado hasta el momento podemos concluir, primero, que nuestro autor ha descalificado radicalmente la posibilidad de clasificar como nación a cualquier organización de la sociedad humana (en esto existe una diferencia fundamental con C. Hayes, que llega a la aberración de bautizar como nación hasta sociedades como la de los Hititas) anterior al siglo XVIII, y también a cualquier movimiento social como nacionalista si no se ubica en Europa y en ese periodo. Para una afirmación tan tajante, nuestro autor ha tenido que delimitar, con todo rigor, las características que le permiten diferenciar este fenómeno en un periodo tan preciso y excluir, de esta clasificación, toda la historia restante de la sociedad. La clave para esta delimitación es la acción recíproca de varios aspectos: lengua, territorio, Estado cen-Page 13tralizado, etcétera, que crean el fenómeno nacional y se modifican al construir la nación.

En segundo lugar, podemos concluir que la polémica entre la...

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