Volem viure: nacionalismo occitano en el sur francés

AutorValente A. Contreras Romero
Páginas113-142

Valente A. Contreras Romero. Universidad Complutense de Madrid, España. Dirección electrónica: valente_fr@yahoo.com

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¿Qué es la Occitania?

La extensión occitana comprende las regiones de Aquitania (Languedoc-Rousillon, Limousin, Midi-Pyrénées, Provence-Côte D’Azur, Auvergne y Rône-Alpes), en el sur francés. En el siglo XIII, los oficiales de la corona francesa dieron el nombre de Occitania a los territorios anexados del sur, en especial Languedoc (tierra de habla Oc). Esta denominación abarcaba al idioma que se hablaba en el territorio del Midi (medio día, o el sur): “desde hace siglos existieron por lo menos dos grandes civilizaciones subyacentes, cada una de ellas con su reino lingüístico: la civilización de oïl que resultó victoriosa y la civilización de Oc a la que el destino reservó la situación en general de casi una colonia”.1

Esta lengua es de origen latino: el significado de la palabra Oc quiere decir “sí” ( Oc, del latín hoc ). La lengua de Oc presenta caracteres sintácticos, léxicos y fonéticos cercanos al italiano, español y portugués.

Los lingüistas distinguen tres grandes ramas (algunos incluyen el catalán como una cuarta rama) del occitano contemporáneo:

  1. El occitano central ( languedocin y provenzal), que es el más próximo del occitano clásico. El más utilizado por los movimientos renacentistas culturales contemporáneos.

  2. El occitano del norte ( limusin, auvergnat y alpino), que forma la base de la lengua de los trovadores.

  3. El gascón, que es, quizá, el más hablado y gramaticalmente original.

Actualmente el término occitano está vinculado a una serie de revueltas económicas y nacionalistas que se dieron en esta zona desde los años sesenta y que respondieron a los movimientos de descolonización en Europa y en especial al auge de los nacionalismos internos en España y el Reino Unido.

El territorio occitano es inusualmente grande para formar una minoría nacional: 13 millones de habitantes en un territorio de 190 mil km². Su variada geografía nos presenta diversas realidades, así como problemáticas hasta cierto punto contradictorias. La Costa Azul poco o nada tiene que ver con el macizo central, y esto se manifiesta en sus demandas económicas y políticas.

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Para explicar el surgimiento de este grupo nacionalista analizaremos tres movimientos de protesta social que fueron determinantes en la composición del movimiento político occitano.

Primer acto: Decazeville

A inicio de la década de 1960, la Francia del general De Gaulle comenzó un proceso de modernización económica, dentro del cual se contemplaba una desaceleración de la industria del carbón que dejaba de ser rentable para el Estado y estaba siendo sustituida por el petróleo y el gas. El anuncio de la regresión del carbón fue hecho en el verano de 1960 por el ministro de industria Jean-Marcel Jeanneney; dicho programa respondió, por una parte, a la entrada de mercados carboníferos canadienses y estadounidenses muy competitivos y, por otra, al descubrimiento de yacimientos petrolíferos en Medio-Oriente, África y América. Este petróleo permitiría alimentar a precios más módicos a las industrias de transformación.

Una de las cuencas mineras afectadas fue la de Decazeville, ubicada en la región de Aveyron, en el Midi-Pyrénée, zona de influencia occitana. Ante el anuncio de regresión minera del ministro de industria, el municipio comunista de Aubin y los municipios socialistas de Cransac y de Decazeville se mostraron discordantes ante el proyecto oficial. En el otoño de 1961, el gas de Lacq llegó a Decazeville provocando una serie de despidos y reubicación de obreros, con la excepción de ocho de ellos que fueron trasladados a otras regiones alejadas de su casa; el traslado de estos obreros, sumado a la desaparición de Paul Ramadier, líder obrero de Decazeville, fue el inicio de un conflicto que abarcaría dimensiones importantes en el plano nacional.

El 24 de noviembre de 1961 se organizó una gran manifestación en Decazeville: 5 000 personas protestaban tras el despido de varios obreros por parte de la compañía UCMD. Ante la poca disposición de las autoridades a dialogar, el comité intersindical (CGT, CFTC, FO, CGC) decidió emplazar a huelga el 19 de diciembre de ese mismo año. Entre sus exigencias estaban la reinserción de los obreros despedidos, un replanteamiento del proceso de cierre de minas, mantener las actividades mineras después de 1965, mantener la afiliación a la seguridad social y el pago inmediato de un seguro de retiro proporcional del que gozaban antes del plan de reconversión.

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El 21 de diciembre se manifestaron cerca de 15 000 personas en Decazeville acompañados por los Jóvenes Obreros Católicos (JOC), campesinos y la Cámara de Comercio de Rodez-Villefranche.

En un comunicado, el 24 de diciembre el ministro de industria, Jean-Marcel Jeanney, explicó al pueblo los beneficios de su política de conversión y ofreció a los ocho mineros despedidos volverlos a contratar en su misma ciudad. No obstante, este anuncio lejos de apaciguar los ánimos aceleró el problema y la respuesta llegó por medio de la Iglesia: monseñor Ménard ofició la misa de Navidad en una mina solicitando ayuda para las familias de los obreros en huelga.2

A esta importante participación de la Iglesia católica en una zona de fuerte influencia religiosa, se sumó un interés notable por parte de la prensa, especialmente durante el periodo navideño, momento en que no es común que surjan movimientos sociales.

El 26 de diciembre estalló una huelga de 24 horas en las minas de Cévenne, en solidaridad con los mineros de Decazeville; el 27 de diciembre, seis hijos de mineros iniciaron una huelga de hambre y 307 municipios anunciaron la intención de dimisiones a partir de enero de 1962.

Después de Navidad, la derecha comenzó a denunciar el juego sucio de los comunistas respecto al conflicto minero. Le Figaro condenó la visita a Decazeville del secretario general adjunto de la CGT quien fue a recoger una estatua en bronce de un minero para obsequiársela en Cuba a Fidel Castro.3

Durante los primeros días de 1962, el frente sindical se dividió. No obstante, continuaba la solidaridad con los mineros. El 9 de enero se instaló una huelga general en el departamento de Aveyron y se concentró una manifestación masiva con cerca de 30 000 personas que bloquearon por unas horas la línea ferroviaria de París-Toulouse.4

La simpatía por el movimiento llegó a la Asamblea Nacional donde algunos diputados dieron donativos destinados a los mineros. Este gesto molestó severamente al ministro de industria, que, el 15 de febrero, envío a sus representantes Raymond Barret y Alexandre Verret para negociar una salida digna al conflicto; la huelga de hambre cesó el 16 de febrero y el conflicto concluyó el 20, cuando, después de muchas horas de discusión, la intersindical aceptó la vuelta al trabajo. FueronPage 117 66 días de huelga en los que los mineros apenas lograron beneficios de fondo.

Decazeville: ¿movimiento regional o nacional?

La huelga de Decazeville fue el primer gran conflicto que tuvo que enfrentar el gobierno de Charles de Gaulle como consecuencia de su política energética de sustitución de carbón por petróleo y que evidenció la falta de estrategias claras respecto a la nueva situación de los mineros y la movilidad laboral que el gobierno impulsaba como factor importante para la modernización económica.

Este movimiento minero fue muy bien aceptado por la sociedad francesa. Los lazos solidarios llegaron de diferentes capas de la sociedad. Achille Blondeau, secretario de la CGT, declaró: “jamás en la historia de la clase obrera un conflicto había tenido tal unanimidad de intereses y una verdadera solidaridad”.5

No obstante, la oposición política al régimen gaullista era todavía débil y la opinión pública seguía temerosa de un radicalismo que pudiera desembocar en violencia.

La huelga minera de Decazeville pasó de un ámbito meramente regional a un plano nacional al ser cubierto por la prensa y despertar oportunismo en sindicatos y grupos políticos de izquierda; por esto, el gobierno intentó mostrar mano dura y así dar ejemplo de firmeza ante posibles secuelas. Jeanneney, ministro de industria, declaró el 2 de enero: “la reivindicación de mineros en la materia del plan de retiro proporcional y seguridad social no fue aceptada por el gobierno [...] era un peligroso precedente para otros grupos no mineros”.6

La cobertura de la prensa también sufrió modificaciones conforme el gobierno endurecía su postura. En L’Humanité, el periódico más favorable al movimiento minero, apareció la noticia de la huelga de los mineros diez veces en primera plana entre el 21 y el 31 de diciembre; durante el mes de enero 19 veces y en febrero, cuando el conflicto estaba en su punto más importante, tan sólo apareció seis veces.7

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La solidaridad que mostró el norte francés también fue muy ambigua: en un llamado a la huelga en la mina de Nord-Pas –de-Calais– solamente siguieron ésta 40% de los trabajadores. En cambio, la clase política del sur francés empezó a regionalizar el movimiento. Los diputados comenzaron a manejar el hecho de que defender Decazeville era defender la región y a formular programas alternos al gobierno sobre el proceso de reconversión industrial. Esta apelación al regionalismo fue bien canalizada por los grupos occitanistas pero no tanto por el comunismo francés...

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