La universalidad concreta del discurso en la Sociedad del Conocimiento: La actualización de los programas de estudio

AutorLiliana Fort Chávez
CargoDoctora en Derecho y Profesora Investigadora del Departamento de Derecho de la UAM-A
Páginas820-844

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Introducción

Escribo esto para salir de la ceguera disciplinaria en la que nos encontramos en las instituciones académicas. Creo que podemos vivir en una sociedad donde el conocimiento signifique liberación. Hemos firmado, junto con otras naciones, la actualización de los programas de estudio en el marco de organizaciones internacionales como la UNESCO, con relación a la educación y la instauración de la sociedad del conocimiento que, en pocas palabras, es la sociedad humana que se conoce a sí misma y usa tal conocimiento para conservar su futuro. En este sentido, es importante introducir la Teoría de la evolución de los sistemas vivos en el currículo, con la cual, podemos resignificar nuestro conocimiento del idioma y de la historia. No obstante, en México se ha introducido dicha teoría en las escuelas y se ha suprimido el estudio de la lengua y la historia. No se trata de esto. Para superar esta torpeza intelectual, es necesario autoconocernos como organismos vivos, que valemos por nosotros mismos y que podemos acoplarnos a una humanidad planetaria que se integra a una misma Madre Tierra, en la creación del lenguaje universal y concreto, tanto de la vida cotidiana, como en la ponderación de principios de justicia en los conflictos.

Pero las simplificaciones, las abstracciones y los formalismos de la economía de los "nacionales", las supersticiones, la ceguera disciplinaria y la inercia han evitado dar este paso cognoscitivo, poniendo de manifiesto la coexistencia paradojal de procesos de desintegración y de integración. Por eso, pongo de manifiesto la importancia de la bioética, no como nueva disciplina, sino como ambiente general en donde la humanidad toma poder mediante las competencias discursivas y es capaz de invalidar supuestos conocimientos mecánicos que sólo desordenan a los entes del mundo.

El término bioética fue introducido por Van Renselaer Potter, un bioquímico con preocupaciones humanistas; él escribió: "La humanidad necesita urgentemente una nueva sabiduría que le proporcione el 'conocimiento de cómo usar el conocimiento' para la supervivencia del hombre y la mejoría de su calidad de la vida".1 Y esto es urgente puesto que hemos perdido la sabiduría necesaria para garantizar la supervivencia de la humanidad: ya no hacemos caso de las intuiciones orgánicas. Por eso es necesario seguir adelante con el conocimiento de la biología y los valores humanos, para apostar por un futuro común en cada acto del discurso, con el cual se concretizan las reglas abstractas. Esta ciencia no es determinista, forma libertades y, por la estabilidad de las costumbres, podrían medirse y certificarse.

Sabemos que el tránsito hacia la civilidad no es algo que se dará necesariamente, sino que es contingente, depende de que pongamos las condiciones para ver los riesgos y peligros que creamos en cada decisión que tomamos. Pero esto no es un método o fórmula para lograrlo, sino (que es) una cultura ciudadana del debate de historias en donde cada uno aprende a ver los riesgos y peligros que provoca cada decisión o sujeción a decisiones. Por lo tanto, los académicos debemos poner las

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condiciones para realizar la liberación del alumnado, para evaluarlo y certificarlo. Por ello, tomaré el aserto de la antigua historia de Edipo, para mostrar el significado social del razonamiento del tirano Creonte y contrastarlo con la sociabilidad que produce el razonamiento público que Edipo procura.

I La historia pasada y la historia posible: la visión del lenguaje simbólico

La historia de Edipo Rey comienza cuando los líderes y el pueblo de Tebas le piden que ponga remedio a los males ciudadanos. "Oleaje de sangre la sumerge. No puede alzar cabeza entre las turbulentas ondas. La tierra se seca. Los rebaños mueren. El germen humano atormenta a las madres, pero no es fecundo".2 Ellos consideran a Edipo el primero de los hombres, pues conoce como nadie, los alternantes cambios y mudanzas de la vida humana. Le agradecen que, apenas llegado a Cadmo, los liberó del terrible tributo que le daban a la horripilante Esfinge. Por eso lo miraban como divino, por eso fueron a suplicarle que encontrara un remedio para tanto mal. Edipo hablaba públicamente en la plaza; intuía que las leyes y los conceptos alcanzan la universalidad cuando se discuten las historias pasadas y también las posibles en el futuro, a la vez que se distribuyen los bienes por méritos y necesidades. Edipo intuía eso, pero Tebas ya estaba azotada por la impunidad: el antiguo rey Layo había sido asesinado, y no se había sancionado al culpable.

Layo, el rey muerto, así como Creonte, cuñado del rey, eran tiranos; es decir, imponían órdenes categóricas con amenaza de violencia. Además eran supersticiosos, justificaban sus decisiones mediante la referencia a dioses. De esa manera, simplificaron el conocimiento del derecho y afirmaron que éste era únicamente el "orden coactivo de la conducta". Cuando se simplifica el conocimiento jurídico, se produce la complejidad ontológica. Es decir, al no haber ni comunicación pública ni distribución justa de bienes, los hablantes quedan sujetos al poder y no forman una sociedad, sino que sólo responden a sus inclinaciones o intereses personales y a la voluntad de dominio del tirano. Esto es el individualismo. Cuando se simplifica el conocimiento se detiene el movimiento, lo vemos como complejidad ontológica en tanto nos parece confusión, desorden, violencia entre los entes: allí los hablantes luchan por bienes inmediatos. Nos dice Edgar Morin3 que "no hay nada que sea simple, sino que es simplificado, cuando no se le observa en todas sus características y en su inserción al cosmos cuyos procesos están interrelacionados entre sí". De esa manera, un tirano sólo mira a sus súbditos mediante pocas características, como son su necesidad o su capacidad de sentir miedo, y es por ellas que se les domina.

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El desorden ontológico o complejidad social se nos manifiesta como individualismo, violencia, delincuencia, inseguridad, pobreza y devastación ecológica (entre otros riesgos y peligros). Sin embargo, esta complejidad es posible ordenarla mediante la introducción de la complejidad epistemológica. Esto es, una revolución del conocimiento. Vemos en la historia de Edipo el derecho de manera compleja. Diferenciamos al tirano simplificador, los simples y la complejidad. Mirando la paradoja en cada caso, sabremos los riesgos y peligros de nuestras decisiones y nos liberaremos de supersticiones, abstracciones y formalismos que nos dividen en el camino a la liberación.

En la historia de Edipo se observa la complejidad del derecho. Vemos a Creonte y Layo como tiranos, vemos a Edipo que supera la tendencia a acomplejarse y cambia. Es la historia pasada de tiranía y la historia posible del que controla sus inclinaciones y su voluntad de dominio —con la que nace todo organismo instintivo e inteligente—, que nos permite ver la impropiedad de las propias conductas y cambiar hacia la integración en los procesos ordenadores del cosmos en la Tierra. Edipo es el ejemplo del que controla su voluntad de dominio sobre su madre y padre, puesto que, cuando escucha la profecía de que será parricida e incestuoso, se aleja de aquellos que cree que son sus padres biológicos. Sin embargo, él, como hijo y ciudadano, necesita saber su situación en el mundo, pues ignorándola mata a su padre biológico y se casa con su madre. Él comprende que el concepto universal de rey es el que concretiza las condiciones para debatir las historias pasadas y futuras. En la tragedia veremos la paradoja: simplificadores, simples y la complejidad que es vista por Edipo.

Todos nacemos en estado de naturaleza, con nuestras inclinaciones, deseos individuales o voluntad de poder. Ésta es nuestra naturaleza y primera constitución social: es tiránica. Pero es posible transitar a la civilidad de costumbres, cuando podemos ver con transparencia los riesgos y el peligro del desorden y la complejidad ontológica, creados cuando los hablantes se someten y son simplificados por un tirano. Con la revolución epistemológica de las ciencias de la complejidad, podremos mirar las historias pasadas y las futuras; y organizarnos en un sistema de vida planetario, autoobservarnos en el cosmos para transformar nuestras inclinaciones y voluntad de dominio. De esa manera, cambiaremos nuestras preferencias electorales, civilizaremos costumbres, crearemos nuevos proyectos de conducta y tendremos la capacidad discursiva para impugnar las leyes categóricas, si es que aún no han sido construidas las condiciones de comunicación civilizadora y distribución de bienes, que las hacen ser leyes universales y categóricas. Por medio de contar y debatir historias se lleva a cabo un proceso de recursividad, cuyos productos son necesarios para la propia producción del proceso. "Dicho proceso se caracteriza, pues los efectos o productos al mismo tiempo son causantes y productores del proceso mismo".4

Los procesos de comunicación pública que la historia de Edipo hace posibles, nos permiten relacionar el conocimiento de las partes con el conocimiento del todo y viceversa. Edipo no se reduce a una orden categórica, sino que comunica pública-

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mente y lleva a controlar los impulsos biológicos y las inclinaciones; por ello le es posible distribuir los bienes económicos. El todo al cual se integra, podría decirse, "es más que la suma de las partes, y también es menos",5 pues supone la superación de las inclinaciones. Edipo es uno de los arquetipos de la civilización universal.

Desde hace 2 500 años en esta tragedia se había perfilado la paradójica coexistencia entre los simples, los simplificadores y lo complejo del...

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