Una serena desesperacion. La etica individualista de William James.

Autordel Castillo, Ram

Resumen: En este ensayo se analiza, de modo introductorio, uno de los aspectos más polémicos de la filosofía de James, su visión de la vida moral como una lucha de individuos alentados por energías que escapan a los controles sociales y que, reconducidas de cierta manera, pueden revertir en el bien común. Sin embargo, lejos de hacer valer una imagen del individuo autárquico y poderoso, dominado por una voluntad de poder, James reivindica las virtudes de individuos audaces pero muy conscientes de las contradicciones y debilidades de las acciones humanas. El ensayo, en definitiva, conecta el individualismo moral de James con su pluralismo y plantea interrogantes sobre la viabilidad de una ética que ensalza el antagonismo de los valores.

Palabras clave: pluralismo, pragmatismo, americanismo, Santayana

Abstract: In this essay, I explore one of the most polemic faces of William James's philosophy: his view of moral life as struggle of individuals powered by moral energies which escape from social controls but which, properly reconducted, could revert to the common good. Far from glorifying the ideal of a self-sufficient and olympic selfdominated by a will to power, James claimed for the virtues of passionate and strenuous individuals but also self-conscious of their many limitations and of the intrinsic contradictions of human moral actions. The essay, in addition, connects James's moral individualism with bis axiological pluralism raising some doubts about the public viability of an individualistic ethics centred on radical antagonism between values.

Key words: pluralism, pragmatism, americanism, Santayana

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Pocos detractores de James parecen haber reparado en un dato fundamental: sin duda, el credo de James tenía mucho de individualismo americano, de autoafirmación, de amor propio y confianza en uno mismo. Se suele insistir en este lado de la historia, en efecto. Pero, ¿era toda la historia? ¿Y las contradicciones que yacían debajo de tanta épica individualista? Ralph Barton Perry percibió muy bien el problema:

Lo característico del individualismo es que se divide en dos impulsos divergentes que, aunque no están abocados a una irresolución radical, crean una tensión. Uno es el deseo de autoafirmación, el otro, el deseo de solidaridad [sympathy]; uno, la expresión de la individualidad, el otro, el reconocimiento [appreciation] de la individualidad de los otros. En el caso de James los dos impulsos eran irreductibles y enérgicos [native and strong]. Había en él una oscilación entre la ética de la conciliación, de la paz y de la utilidad social, y una ética de la agresión, la beligerancia y el romanticismo. Sus preferencias literarias estuvieron marcadas por ambos impulsos, unas veces más por el primero, otras por el contrario. Admiró a ciertos escritores y poetas que poseyeron sensibilidad para expresar la intimidad de la naturaleza [the inwardness of nature] y que fueron capaces de crear personajes que viven. Para James, Tolstoi, Howells, Wordsworth y Whitman son testigos que prueban el valor de la vida tal como se revela para una apreciación libre de prejuicios las revealed to an emancipated sympathy]. Junto a estos escritores añadiría otras luminarias como H.W. Hudson, Robert Louis Stevenson y H.G. Wells [...]. Sin embargo, por el otro lado, ahí estaban sus viejos amigos, Carlyle y Emerson, los oráculos predilectos del evangelio opuesto, el evangelio que proclama el derecho inalienable del individuo a afirmarse a sí mismo y a llevar adelante sus ideales propios. (1) Lo que Perry llama simplemente "oscilación" entre la ética de la solidaridad y la ética de la beligerancia era en el fondo algo bastante más complicado: conflicto en el propio individuo entre el impulso de autoafirmación y el impulso de solidaridad, división entre el héroe emersoniano y el demócrata whitmaniano, tensión entre anarquismo individualista y comunitarismo, choque, en fin --diría quizás Rorty--, entre imaginación y civilización, entre lo sublime y lo edificante.

La solidaridad, en verdad, parece depender del sentido de vulnerabilidad, el descubrimiento de la dependencia esencial que tenemos unos de otros. La autoafirmación, en cambio, parece nutrirse del sentido de invulnerabilidad. Para James, la vida moral se nutre de ambos impulsos, del impulso de solidaridad basado en el reconocimiento de otros, y del impulso más conflictivo y violento de autentificación del yo interior (del real me --como decía--), un impulso basado en cosas como el amor propio y la fidelidad a uno mismo, la voluntad de ser veraz. Los dos impulsos (en eso tiene razón Perry) son inconmensurables: en el universo de James uno no se vuelve solidario simplemente renunciando a sí mismo; la empatía y el amor al prójimo no aumentan por mermar el amor propio. El valor moral ("valor" en el sentido de coraje o audacia) requiere que el yo alce algunas defensas contra la sociedad: el individuo se resiste a convenciones y hábitos, marca distancia con la masa e intenta seguir sus propios dictados. Actúa más impetuosamente, pero de ese modo se nutre de energías que, controladas de cierto modo, podrían revertir en la vida moral propia y hasta en la ajena. En algunos casos, sin duda, semejante impulsividad puede cegamos. Paradójicamente, podemos dejar ver a los demás cuánto más justos queremos ser, o cuánto más deseosos estamos de hacer imperar el bien. James no negaría esto: a veces, para ver a los otros necesitamos descubrir la incongruencia en que se basan nuestros actos aparentemente más decididos, nuestras convicciones más firmes. El real self puede llegar a actuar de forma desproporcionada; en ocasiones puede llegar a ser tirano, excesivo, insensato, voluptuoso o, simplemente, loco. Cuando el yo interior se exige esfuerzos violentos --decía Santayana en uno de sus ensayos sobre James--, la pregunta que a menudo surge, como en el caso de los prestidigitadores, es si el impulso para hacer cosas prodigiosas no era gratuito, y si aquellas cosas eran realmente tan importantes. (2) Sin embargo, sin las acciones de ese yo interior, diría James, los individuos no obtendrían las fuerzas necesarias para marcar diferencias (James no diría que todo ese esfuerzo se reduce a una fantasía narcisista de omnipotencia con la que el yo pretende negar el mundo). En el mundo moral de James, los deseos deben abrirse paso de una forma o de otra. El bien no puede separarse de la satisfacción de deseos, aunque evidentemente no todos los deseos se puedan ni se deban realizar. No vale la represión, ni la resignación, ni el sentimiento de fatalidad, ni la renuncia en aras de la reciprocidad. El ascetismo en James no tiene cabida o, como mucho (Sergio Franzese lo ha indicado muy bien), sólo la tiene entendido como una forma de recargar energías, como un entrenamiento o medio, y nunca como un ideal en sí mismo. (3)

La ética de James no es una negación de la vida de la razón, no es una glorificación de las pasiones ciegas, pero sí es una ética para la que la moralidad depende de la capacidad de los individuos de sentirse movidos a actuar, o sea, para responder ante ciertas situaciones, para actuar de una forma u otra, aunque sea contradictoria o conflictivamente. En "El filósofo moral y la vida moral" (1896), James lo dijo de una forma general: lo que marca la diferencia en la vida moral es el strenous mood (temperamento animoso, enérgico). El bien no es algo que haya de ser contemplado, sino algo cuya ocurrencia hay que provocar, y los temperamentos que pueden contribuir a ello son siempre aquellos para los que los sentimientos intensos son algo más que exageraciones

aparte del efecto motor per se, el sentimiento ha de reconocerse como un bien. ¿Quién vive más?, ¿el hombre ordenado cuya vida transcurre por los cómodos cauces [oiled rails] del decoro, que nunca hace mal o no comete un error o no se arrepiente de nada, ni tiene remordimientos, justamente porque en toda situación la acción correcta le resulta clara [the right action presents itself to his mind] y simplemente la lleva a cabo? [...], ¿o el metepatas apasionado y tumultuoso cuya vida es una alternancia de apasionamiento súbito [rapturous excitement]...

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