San Pablo: el espíritu de la ética

AutorAle, Pedro Salvador
Páginas79-91

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COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DEL ESTADO DE MÉXICO

El espíritu encendido de San Pablo ha permanecido en la historia sólo como el gran misionero del mensaje de Cristo. Sin embargo, la profundidad de su escritura ha sido elogiada por f‌ilósofos y pensadores a través de los siglos, más allá de la religión, como producida por un notabilísimo escritor.

¿Qué signif‌icado tiene este místico con los derechos humanos y qué proyección en nuestra realidad?

San Pablo nos habla en esta entrevista de la fraternidad universal, como uno de los pilares esenciales para desarrollar la conciencia humanitaria en el mundo.

La caridad, vista no como una manera de exculparse del compromiso social, sino como la práctica de una virtud donde existe plenamente un intercambio de valores.

La existencia espiritual, como un “deber ser” del individuo para alcanzar un mayor nivel de sensibilidad y de comprensión del semejante. Aborda el abandono a la voluntad divina, por sobre la voluntad del yo externo que sólo nos separa de la unidad

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San Pablo (Tarso, Cilicia, 5-15 y Roma entre 62-67)

Apóstol de Jesús cuyo nombre judío era Saulo. Una visión de Cristo en el camino de Damasco lo convirtió en apóstol de los gentiles, es decir de los que no eran judíos. Su actividad misionera se articuló en torno a tres grandes viajes durante los cuales visitó Chipre, Asia Menor, Macedonia y Grecia, donde estableció iglesias en las ciudades importantes. En 58 detenido a instigación de las autoridades judías, fue conducido como ciudadano romano, ante el tribunal del emperador y enviado a Roma, donde pasó dos años en libertad vigilada. Las cartas que San Pablo escribió a las comunidades que había fundado ofrecen un compendio de su personalidad y su pensamiento. La tradición ha conservado catorce epístolas suyas.

Desde un punto de vista literario San Pablo es un escritor formidable: conocedor de la lengua, hábil en el manejo de las gradaciones, sorprendente en sus juegos de contraste y antítesis, psicólogo profundo que sabe utilizar siempre la frase que ha de clavarse en el corazón y en la mente de su auditorio. San Pablo es uno de los grandes escritores de la literatura de todos los tiempos.

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Señor Saulo de Tarso, usted nunca imaginó el Imperio Religioso en que se iba a convertir la Iglesia Católica, desde su perspectiva ¿cómo la ve hoy en día?

La observo en un intento por adecuarse al catolicismo del siglo XXI, haciendo que disminuyan el odio y la persecución; pero queda aún por comprobar si los hombres que rigen y gobiernan este mundo actual admiten los decretos que rocen su poder o dañen sus intereses. Porque son muchos los que no aceptan la fraternidad universal y la exclusión de toda discriminación, donde la Iglesia reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. Impuso también la acción caritativa como distintivo del apostolado cristiano, que debe entenderse también como justicia social. Cuando se hagan valer los derechos humanos, ningún hombre tendrá que ser humillado por aquellos que ejercen la caridad para verse reconfortados de sus pecados. La caridad es humillante para quienes la reciben.

Creo que el término de la palabra caridad nunca ha sido interpretado como yo lo escribí en mi Primera Epístola a los Corintios, siento que es un error imponer la caridad sólo como un distintivo del apostolado cristiano.

Por otra parte, hablar de la ef‌icacia, sólo se puede hacer desde una perspectiva histórica, como es el caso, porque la Historia es el reino de la libertad y de los equívocos, pero cuando se sedimenta habrá vuelto los ojos de los cristianos hacia la sencillez. La Iglesia a través de los siglos y de los hombres se había complicado hasta no parecerse en nada a Jesucristo. Yo creo que la Humanidad, la joven humanidad es ahora más espiritual y ya no necesita de ninguna presión externa para ir hacia el bien.

Roma a través de estos milenios de historia- en la que muchas veces ha tenido la desgracia de tener que hacer de protagonista- tuvo que enfrentarse con circunstancias muy dispares y sufrir los bandazos de los acontecimientos políticos y militares del mundo. Lo ha hecho con mayor o menor fortuna y con más o menos tino según el Pontíf‌i ce y los cardenales de turno.

Una cosa hay, empero que reconocerle, y es su intención de perennidad que le ha llevado a ir con pies de plomo en las cuestiones dogmáticas, lo que ha hecho que se hablase de un retraso de la Iglesia; de que Roma no llevaba nunca prisa. En este tiempo -sin precedentes en la historia- las circunstancias han cambiado en el sentido de una aceleración brusca del proceso evolutivo de la humanidad, debido, es verdad, a progresos en el orden material, pero acompañados también de una renovación intelectual y moral. Roma no podía proceder con su habitual lentitud, so pena de quedar rezagada en su misión. Aceptar a Einstein con tres siglos de retraso, como se hizo con Galileo, hubiera sido un suicidio.

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De ahí los cambios actuales, fruto de la visión clara y el espíritu profundamente cristiano. Naturalmente algunos timoratos, los conservadores a ultranza, los encasquillados en la letra de la tradición, se han rasgado las vestiduras ante ciertas renovaciones, algunos de buena fe y otros aterrados al ver cómo sus prerrogativas iban menguando. No importa, esto ha sucedido en todo progreso, en todo salto adelante. Lo más arduo aún está por hacerse y corre prisa hacerlo.

Su visión es demasiado positiva, para lograr más cambios humanitarios en un mundo extremista en cuanto a los recursos materiales ¿hay que creer más en Dios o más en los hombres?

Son indisolubles. La existencia de Dios se impone al hombre como indefectible correlato de la estructura de su propia existencia. El hombre no vive su vida como hace el animal, encerrado en la burbuja de su medio circundante, desplegándola según la planif‌icación a que se halla conformada su naturaleza. En el animal la vida es mandato, estructura cerrada que se desarrolla pasivamente. Es, por lo tanto, un discurrir biológico, melodía preescrita, de uniformidad, previsibilidad y regularidad.

Por el contrario, el hombre es una estructura abierta, frente al diverso estímulo de un mundo sin limitaciones, no tiene una respuesta única y estereotipada como el animal, sino que ante un repertorio de posibilidades su...

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