Pragmatismo reformista, pragmatismo radical. Respuesta a "Viejo y nuevo pragmatismo" de Susan Haack *.

AutorDel Castillo, Ramon
CargoNotas Y Discusiones

Resumen: En Diánoia 47, Susan Haack presenta un trabajo en el que repasa la historia del pragmatismo, proponiendo una división general entre pragmatistas reformistas y pragmatistas radicales. En este trabajo intento discutir algunas de sus propuestas y criticar cierto sesgo antihistoricista de su enfoque, centrado principalmente en la epistemología. Repaso algunas ideas de James, Dewey y Quine, y explico por qué Haack tiene problemas para llevarlos hacia las filas del reformismo. Dado qué Haack asocia a Richard Rorty con un nuevo pragmatismo radical contraproducente, mostraré cómo Rorty puede sentirse a la vez un convencido moderado en temas sociales y políticos, mientras que pasa por radical en temas de epistemología. Después de todo, la cuestión última es: ¿influyen realmente las teorías epistemológicas en los debates culturales?

Palabras clave: crítica cultural, epistemología, historia del pragmatismo

Antes de nada, debería empezar manifestando mi respeto por las ideas de Haack, ideas que, de una forma u otra, siempre han influido en quienes nos hemos dedicado a discutir temas relacionados con el pragmatismo americano. En mi propio caso, Evidence and Inquiry (1993) (1) me dio mucho que pensar, aunque, curiosamente, la dirección hacia la que Haack me empujó fue distinta, e incluso contraria, a la que ella misma tomaba. Entre los méritos de Haack, pues, yo incluiría el de generar debate y considerar los argumentos contrarios, en vez de encerrarse en sí misma o hacer escuela. Su actitud hacia el legado del pragmatismo americano es, diría yo, polémica, una actitud gracias a la cual viejas ideas (principalmente las de Peirce, su héroe pragmatista predilecto) adquieren un significado renovado en el contexto de los debates contemporáneos, tal como puso de manifiesto su siguiente y estupendo libro, Manifesto of a Passionate Moderate (1998), libro que seguramente dará que hablar cuando aparezca en castellano y que demuestra sin ningún género de dudas que Haack sabe conectar como nadie el viejo y el nuevo pragmatismo (véase, si no, el ingenioso diálogo que inventa entre la vieja y la nueva guardia en "We pragmatists ...: Peirce and Rorty in Conversation").

No me gustaría dar a entender, por tanto, que lo que voy a decir aquí sobre su ensayo publicado en Diánoia sea una crítica total a su postura. La visión que Haack tiene del pragmatismo clásico y del neopragmatismo no se debería juzgar exclusivamente a través de lo que dice en "Viejo y nuevo pragmatismo". Creo que otros trabajos suyos aclaran más lo que en este caso ella plantea de una forma quizás demasiado divulgativa. No obstante, la divulgación no está reñida con la polémica y está claro que Haack también aprovecha este tipo de trabajos para lanzar algunos argumentos de peso. "Viejo y nuevo pragmatismo" es, sin duda, una visión de conjunto de una tradición intelectual con cierto tono propagandístico, una visión que contrarreste los, a su juicio, excesos de otras sectas neopragmatistas.

  1. Presentación

    La primera idea que me llama la atención es la de un pragmatismo de estilo reformista que Haack identifica con el espíritu originario del movimiento, o más exactamente, con las intenciones del padre fundador del pragmatismo: Peirce. Según Haack, Peirce no renunció a las aspiraciones de la Filosofía (con mayúscula), siempre que fuera una filosofía reformada a través de una actitud científica, una filosofía que enfocara las viejas e interminables disputas filosóficas y metafísicas con un tono experimental, pero que no delegara las cuestiones filosóficas a las ciencias naturales ("Viejo y nuevo pragmatismo", p. 22, a partir de ahora, citaré el artículo como VNP). En este punto, creo, Haack tiene toda la razón, o sea, Peirce pensaba así, aunque la idea de "reformismo" suaviza los delirios de grandeza de Peirce y sus obsesiones por una nueva Filosofía (también con mayúscula) que reinara sobre el conjunto del saber. La propia obra de Haack podría entenderse como una demostración de que se puede seguir pensado con espíritu peirceano sin esos excesos y, por tanto, es razonable que promocione la faceta más moderada de Peirce.

    Sea como sea, la idea más polémica de Haack es que la historia del pragmatismo consiste en una, llamémosla, distorsión de este pragmatismo originario, peirceano y reformista. A lo largo del tiempo --dice ella--, el pragmatismo reformista clásico se ha ido transmutando, para mal, en un neopragmatismo "revolucionario" o "radical" (VNP, p. 49) que fomenta modas relativistas y posmodernas, aunque Haack también insinúa que en el pragmatismo clásico (en James y Schiller, sobre todo) ya había gérmenes o antecedentes de ese radicalismo (luego volveré sobre esto).

  2. A vueltas con los radicales

    Hasta donde sé, Haack ya había utilizado anteriormente esta distinción entre pragmatismo reformista y revolucionario (o radical); más exactamente, en la voz "Pragmatism" para A Companion to Epistemology que coordinaron Dancy y Sosa en 1992. (2) El significado de "radical", además, parece solaparse con el de "vulgar" tal como lo usó en Evidencia e investigación (cap. 9: "Pragmatismo vulgar: una perspectiva nada edificante").

    En cualquiera de los casos, ni "radical" ni "vulgar" son elogios, sino más bien 'lo contrario: cierta acusación de rudeza, de irresponsabilidad, de irreverencia. Después de todo, los reformistas de Haack quizás vuelvan a encarnar algo de lo que James llamó tender-minded, mientras que los radicales son los nuevos ejemplos de un tough-minded. Haack, desde luego, diría que no, que los reformistas de hoy día no son la clase de racionalistas metafísicos y dogmáticos que James asociaba con un espíritu o carácter selecto (después de todo, los reformistas son pragmatistas, no se olvide). Y quizás los radicales de hoy día, habría que añadir, tampoco son los empiristas y materialistas escépticos de los que James también quería huir. Y sin embargo, pese a todas las diferencias, la vieja y legendaria distinción de James parece cubrir algo de lo que Haack se trae entre manos cuando divide a los propios pragmatistas en reformistas y radicales; los primeros, deseosos de conservar algunos principios, normas u objetivos últimos; los otros, de actitud más amoldable y flexible, volcados hacia las contingencias y menos pendientes de objetivos generales, demasiado abstractos y vacíos de contenido.

    Según explicó Haack en "Pragmatism", la distinción entre el estilo reformista y el radical, introducida originalmente por M. Migotti en 1988, sirve para subrayar dos formas de hacer teoría del conocimiento que tienen en común una misma actitud crítica hacia la teoría clásica del conocimiento y que, desde luego, insisten en la conexión entre conocimiento y acción, pero que adoptan dos posturas muy distintas:

    El pragmatismo de estirpe reformista [...] reconoce la legitimidad de las cuestiones tradicionales sobre la verdad como un objetivo esencial para nuestro conocimiento [on the truth-conductiveness of our cognitive practices] y sostiene una concepción de la verdad objetiva suficiente para que esas cuestiones tengan peso [enough to give that questions bite]. El pragmatismo de estirpe revolucionaria, en cambio, rechaza la objetividad de la verdad, y no reconoce la legitimidad de cuestiones epistemológicas que pretendan estar por encima [over and above] de las cuestiones inherentes a nuestras convenciones cognitivas habituales. (3) La posición radical o revolucionaria más peligrosa, asociada siempre a la figura de Rorty, vuelve a describirse más adelante en términos igual de taxativos. Para Rorty, dice Haack, el pragmatismo sostiene

    que la verdad no es la clase de cosa sobre la que pueda haber teorías interesantes; que no hay nada que decir sobre los criterios de una creencia racional o sobre qué cuenta como prueba aceptable o como prueba insuficiente [good or flimsy] que esté por encima de las convenciones de nuestras prácticas cognitivas; concibe el pragmatismo como una repudiación revolucionaria de las preguntas, así como de las respuestas, asociadas a la tradición epistemológica. (4) Siguiendo esta distinción que Haack vuelve a utilizar en el artículo de Diánoia, la historia del pragmatismo queda organizada no en dos, sino en tres grupos: reformistas, radicales y un grupo a medio camino entre ambos extremos.

    Si comparamos "Viejo y nuevo pragmatismo" con "Pragmatism", el primer grupo de Haack, el reformista, lo formarían Peirce, Lewis, Mead, Sellars y ella misma, Haack. El grupo radical, en cambio, gente tan distinta como Schiller (el aliado inglés de James), Rorty, Stich o Churchland. (5) Y finalmente, el grupo intermedio, el grupo que tiene elementos reformistas y radicales, incluiría a James, Dewey, Quine y Putnam, un grupo que, sin duda, Haack siempre se esfuerza por incorporar a las filas de los pragmatistas reformistas. (6) Lo importante de todo, creo, es que Haack sólo explica superficialmente por qué no es fácil domesticar a este grupo intermedio. Consideremos, al menos, cuatro casos: James, Dewey, Quine y Putnam. (7)

    En el caso de James, ella siempre trata de dar una imagen muy moderada, eliminando su lado más cáustico y subrayando su lado constructivo, sobre todo en lo relativo al concepto de verdad. (8) Pero James no se deja asimilar así como así, y Haack se ve obligada a admitir su faceta eliminacionista y radical, su énfasis en el proceso de fijación de creencias verdaderas, en plural, en vez de en la búsqueda de la verdad (VNP, p. 36).

    Las dos amenazas radicales que subsisten en James son: nominalismo y enfoque psicológico, dos propensiones de James contra las que Peirce ya marcó distancias y que, desde luego, tampoco son bien vistas por Haack. Y con razón: después de todo, quizás James fue el primero en sugerir que es más mucho más fácil decidir qué es verdad en un caso concreto que decidir qué es la verdad; o que existe mucho más acuerdo en tomo a qué son las verdades y cómo las aceptamos que a propósito de las dichosas teorias de la verdad. Como...

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