El 'porno de venganza

AutorErick López Serrano
Páginas32-35

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Considere la siguiente situación ocurrida en nuestro vecino país del norte: una joven asistente de enseñanza en una universidad tiene una relación con otro joven. Éste viaja a estudiar a otro estado
e intercambian fotos y videos donde ella
se muestra desnuda o se masturba. Tras el rompimiento, ese material es subido a sitios de internet junto con el nombre, el correo electrónico y la página de Facebook de la chica. Un video con el título “Masturbación 201 por la profesora” es compartido y
se hace del conocimiento de sus alumnos y empleadores. Al acudir con la policía, la joven recibe como respuesta el desdén: como ella transfirió voluntariamente esos contenidos, no hay nada qué hacer. Eventualmente un fiscal toma el caso manejándolo como ciberacoso, pero al tratarse de una cuestión “menor” no puede conseguir una orden para inspeccionar la computadora del ex novio y nada pasa.1El daño es tal que ella se ve obligada a cambiar incluso su apellido.

Lo anterior aconteció cuando aún
no existían los cada vez más presentes smartphones. No es difícil imaginar ahora que la facilidad para producir y transmitir esa clase de archivos puede incrementar enormemente la existencia de casos semejantes. De acuerdo con la Asociación Mexicana de Internet, en diciembre de 2013 el 49 por ciento de los 51.2 millones de internautas en el país se conectaban
ya a través de esa clase de dispositivos,2y es de esperar que la cifra aumente. En la palma de la mano los usuarios cuentan con un aparato que les permite no sólo hacer llamadas sino navegar en internet, tomar fotografías, hacer videograbaciones, alma-cenar y reproducir audio y video, descargar toda clase de archivos y aplicaciones, interactuar en redes sociales, transmitir contenidos y un largo etcétera.

¿Qué es el “porno de venganza”?

Uno de los inesperados efectos que han traído consigo la tecnología es lo que en inglés se ha llamado revenge porn, o “porno de venganza”. Se conoce así al fenómeno en que una persona sube o comparte en la red imágenes o videos vinculados con la vida sexual de su ex pareja sin el consentimiento de ésta, documentos que en su momento obtuvieron con anuencia gracias a la intimidad existente entre los involucrados. Uno
de los principales problemas a la hora de analizar fenómenos vinculados con el uso de las tecnologías de la información es la falta de información confiable que nos permita dimensionarlos de forma adecuada, dificultad que en México es aún más notoria.

Algunas pistas hay, sin embargo, en torno de la creciente importancia de esta práctica, sobre todo en Estados Unidos, donde el debate sobre cómo encarar esta situación es intenso. El hoy extinto sitio
Is Anyone Up?, dedicado a albergar esa clase de contenidos, recibía 30 millones de visitas mensuales en 2011, afirmando su propietario haber recibido 10,000 imágenes en los primeros tres meses de operación.3

A comienzos de 2015, unos 13 estados
de la Unión Americana habían emitido disposiciones legislativas destinadas a enfrentar el porno de venganza, la mayoría criminalizando esa conducta. Países como Israel, Filipinas y Japón también han optado por considerarla un delito. No tengo conocimiento de que en México existan estadísticas sobre el tema, pero de acuerdo con una encuesta efectuada en 2013 por
la Alianza por la Seguridad en Internet a
10,000 estudiantes, 36.7 por ciento admitió conocer a alguien que ha enviado imágenes de personas semidesnudas o desnudas por internet o celular (lo que se conoce como sexting),4lo cual da cuenta de que los nuevos usuarios comparten contenidos íntimos que luego podrían ser utilizados fuera del contexto original de forma nociva.

Trascendencia

Estos brevísimos botones de muestra ejemplifican la existencia de un fenómeno mundial que ha surgido en nuestro entorno digital y que puede provocar enormes daños a las personas afectadas, en su mayoría mujeres.5La existencia de imágenes o videos sexuales suele hacerse del conocimiento del círculo social de las víctimas. Si en general puede afirmarse que la ruptura de la privacidad o el quiebre del espacio íntimo sin consentimiento implica en sí un atentado a la dignidad de las personas, de consecuencias...

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