El poder de la primera persona.

AutorPereda, Carlos

Resumen: En este artículo se explora la pregunta "¿quién soy yo?" y qué poder o poderes, si es que alguno, se le puede atribuir a la primera persona. En primer lugar, se confrontan las posiciones de Descartes y de Hume, y se considera como un posible desarrollo de la de Hume el eliminacionismo biológico de la vida mental. Se introducen algunas razones para dudar de las tres posiciones. En segundo lugar, se busca justificar tres posibles conjuntos de poderes de la primera persona: la primera persona dispone de órganos de los sentidos confiables y de usos de las palabras no menos confiables; la primera persona es capaz de conocerse a sí misma; la primera persona posee la capacidad de intervenir en el mundo: puede iniciar secuencias de sucesos.

Palabras clave: poder, primera persona, identidad, vértigos argumentativos

Abstract: This paper explores the question "who am I?" and what power or powers, if any, may be attributed to the first person. In the first place, the views of Descartes and Hume are contrasted and a biological eliminativism of mental life is considered as a possible development of the Humeian view. Several reasons are offered to cast doubt on all three positions. In the second place, ah attempt is made to justify three possible sets of first-person powers: the first person is equipped with reliable sensory organs and with a no-less reliable use of words; the first person is capable of knowing him/herself; the first person has the capacity to intervene in the world: to initiate sequences of events.

Key words: power, first person, identity, argumentative vertigos

  1. El experimento de Hume

    Hume propuso un experimento: quien quiera descubrir quién es, que mire dentro de sí. Resultado: por más que me busco no me encuentro. Quien se examina fuera de sus percepciones, o de sus percepciones de percepciones, no encuentra, según el Tratado de la naturaleza humana, nada que posea la importancia de que presumen los usos militantes de la expresión "identidad personal":

    cuando más íntimamente penetro en lo que llamo yo mismo, tropiezo siempre con una u otra percepción particular, de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, dolor o placer. Nunca puedo aprehenderme yo mismo sin una percepción, y nunca puedo observar más que la percepción. (1) Con independencia de Hume este experimento continúa provocando muchas y hasta insospechadas alarmas: ¿tal vez no exista la tan alardeada identidad personal? En lugar de un yo, ¿sólo ocurren de vez en cuando algunas sensaciones y percepciones? No obstante, si no hay más que sensaciones y percepciones particulares, ¿de dónde proviene ese arraigado sentir que yo soy yo y nadie más, aunque tampoco menos que yo? Sobre todo, ¿cómo respaldo mi convicción de que tengo el poder de decidir qué hago o dejo de hacer con mi vida? Adelantándose a zozobras como éstas, en la Meditación segunda, Descartes propuso un yo hecho de una sustancia diferente de la sustancia material:

    ¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y, también, imagina y siente. (2) Esta respuesta adquirió vasto prestigio. Sin embargo, ¿cómo algo no físico sería capaz de poseer efectos físicos? (3) ¿No tendrá razón Hume y mi subjetividad se reduce al sucederse de sensaciones y percepciones? Sin embargo, afirmar que "tropiezo siempre con una u otra percepción particular", ¿no presupone que hay alguien que tropieza? La respuesta de Humea su experimento, ¿no sugiere que tiene que haber un sujeto que percibe? ¿Con qué razones afirma Hume que no se encuentra y, a la vez, que él se topa con varias sensaciones y percepciones, y no con otras? Objeciones como éstas quizá no son graves. No es difícil reformular la respuesta de Hume con reportes impersonales como el siguiente: "Al investigar lo que se llama 'yo mismo' no se encontraron más que sensaciones y percepciones en flujo constante". Ese reporte reduccionista o, radicalizándolo más allá de Hume, eliminador, (4) podría situarse como perteneciente a la clase de reportes científicos a la que pertenece el siguiente: "Al investigar lo que se llamó 'flogisto', no se encontraron más que procesos de combustión y oxígeno."

    Entonces, todo aquello a que se hace alusión con palabras como "identidad personal", "subjetividad", "yo" o, si se prefiere, "la actitud en primera persona", sus "deseos" y "creencias", sus "angustias" y "alegrías" por lo que le sucede, le sucedió, le sucederá, sus "acciones" ... ¿no son más que fantasías, productos de una psicología precientífica, tan equivocadas como esa otra fantasía de la química previa a Lavoisier, el flogisto? Recuerdo que hace unos días nos juntamos varios vecinos para averiguar la causa de una reciente humedad en los departamentos. No sin insolencia pregunté: "¿Quién ha sido el irresponsable que deja abierta las llaves del agua?" Con mucha vergüenza, descubrí que yo era ese irresponsable que, desde hace dos días, no había cerrado por completo la llave de un baño que rara vez usamos.

    En tales circunstancias, de seguro nadie se excusaría con una forma mixta de comunicación como: "La descuidada secuencia de moléculas que dejó abierta la llave del baño ha dejado de existir. En su lugar ahora sabemos del movimiento de moléculas que atraviesan, de manera organizada y perfectamente causal, las membranas celulares de neuronas estructuradas en redes complejas en las cuales ciertas conexiones y rutas, aunque bastante estables, son, aun como parte de un cerebro adulto, dinámicamente reforzadas mientras que otras son debilitadas." En estas hipotéticas disculpas se trata de "formas heterogéneas" de comunicación, porque se combina el punto de vista de la primera persona en cuanto agente práctico (presupuesto en calificativos como "descuidada" ...) con explicaciones que aluden a saberes ("moléculas" ..., "neuronas" ...) desde el punto de vista de la tercera persona.

    No obstante, esas hipotéticas prácticas de comunicación ("la descuidada secuencia de moléculas ...") ¿no se encuentran más cerca de hábitos comunes de lo que solemos confesamos? Se da unos pasos en esa dirección cuando ofrecemos disculpas heterogéneas como: "Lamento mis modales de ayer. Había comido puerco y, ya sabes, la digestión lenta tiende a volverme irritable." Tampoco es raro que procuremos defendernos de nosotros mismos con precauciones heterogéneas del tipo: "No tomaré ni un vaso de cerveza porque tengo todavía dos horas de trabajo por delante." También damos y recibimos consejos heterogéneos como: "Tome mucho líquido, vitamina C y olvídese de sus preocupaciones en el trabajo."

    Disculpas heterogéneas, precauciones heterogéneas, consejos heterogéneos ... ¿acaso no hay que reconstruir todas esas formas de expresamos como posibles síntomas de un determinismo biológico? Objeción: en las más diversas prácticas sólo nos atrevemos a avanzar menos de medio camino en la dirección que señalan esas formas heterogéneas de comunicación. Más todavía, ¿por qué a menudo se sospecha que avanzar más en una de esas direcciones implicaría sucumbir en un vértigo simplificador en los razonamientos? Después de todo, nos hemos resignado a que la tierra se mueva alrededor del Sol y no al revés. ¿Podremos algún día aprender a vivir no sólo sin percepciones, deseos, creencias, emociones, expectativas, sino también sin sus portadores y, así, sin actitudes en primera persona y sin acciones? De seguro --¿obtusamente?-- muchos gritarán: "No". Tal vez se apoye esa terca convicción, insistiendo a su vez: ¿quiénes serían esos que "aprenderían a vivir"?

    Para terciar en estas resbaladizas zozobras, quiero explorar la siguiente propuesta, o esbozo de propuesta: de seguro con el pronombre de la primera persona no se hace referencia a una "cosa" hecha de sustancia pensante, como propone Descartes. No obstante, las secuencias de percepciones, y se puede agregar, y de deseos, creencias, emociones, expectativas ..., tampoco meramente se suceden, como sugiere Hume. En ese sucederse se van conformando, entre otros, el poder de producir actitudes en primera persona, al constituirse en un cuerpo, y sólo un cuerpo, algunos modos de seguir y de seguirse de una experiencia a otra, y de seguir y de seguirse de un suceso al otro que la actitud en primera persona produce y califica como "sus acciones".

    La actitud en primera persona postula, pues, como primer conjunto de propiedades, órganos de los sentidos y uso de las palabras confiables. Segundo conjunto de propiedades: la primera persona cree disponer de una capacidad de conocerse y de adoptar diversas posiciones sobre el mundo y, de manera peculiar, sobre esa parte del mundo que es ella misma. Tercer conjunto de propiedades: la primera persona también presume que es capaz no sólo de observar sucesos, sino también de producirlos.

    En cualquier caso, seguir y seguirme de una experiencia a otra no solamente proporciona un acceso a mi pasado, al menos, a fragmentos de él, dándome una duración en el tiempo. Esto es verdad. Sin embargo, me puedo considerar a mí mismo que estoy durando porque al experimentar y actuar dispongo de una compleja capacidad, a la vez, cualitativa y autorreconocedora. Entre otras razones, ese seguirme en experiencias y acciones me permite suponer que yo existía en los intervalos en los que no recuerdo o estoy dormido. Así, aprendo a usar, entre otras palabras, el pronombre "yo".

    No obstante, esta capacidad que sobreviene a experiencias y acciones --¿o es causada por ellas, o es función, o emerge de ellas ...?-- y me constituye, no es un coágulo de "sustancia pensante". La unidad del seguimiento no proviene de algún núcleo recóndito y fijo, sino que se lleva a cabo con diversos traslapes, a menudo con férreos traslapes que interconectan cualitativamente, y con frecuencia también con algún grado de autorreconocimiento, experiencias y acciones. A su vez, estas interconexiones permiten formular metainducciones con las que continúo siguiéndome si no recuerdo...

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