La perdida del estado centrico.

AutorGonz

The Loss of Centralized State

La creencia en el gobierno espontáneo debe impedirnos ver el papel del gobierno en la vida económica. Este papel consiste con frecuencia en la alteración del ritmo de cambio, acelerándolo o retardándolo, según sea el caso: si creemos que este ritmo es inalterable --o aun peor, si consideramos un sacrilegio intervenir en él-- entonces, desde luego, no quedará lugar para una intervención.

Karl Polanyi

La centricidad del Estado puesta en cuestión

En este ensayo trataremos la caída del Estado como el ente soberano, omniabarcante y proveedor de seguridad social de la población de manera generalizada. Lo importante es entender cómo es que lo sustituiría el mercado --si es que lo logra--, y las repercusiones que esto acarrearía en el aspecto social. De acuerdo con el discurso liberal, de Hayek a Huntington, el Estado era demasiado rígido, poco fluido, centralizado y omniabarcante. La burocracia y las empresas paraestatales eran grandes e ineficientes.

Hayek señalaba que "la libertad está críticamente amenazada cuando se da al gobierno el poder exclusivo de proporcionar ciertos servicios, poder que, a fin de lograr su propósito, tiene que usar la coerción discrecional de los individuos". (1) Así, la planeación económica se vuelve coercitiva y limita la libertad democrática de los individuos para crear un nuevo consenso social.

Huntington, por su parte, comparte casi la misma visión al argumentar que la libertad y la democracia se veían amenazadas ante el creciente poder del Estado por medio de la seguridad social. (2) La sobrecarga de demandas y la falta de respuestas del Estado tendrían como consecuencia una crisis de gobernabilidad, pero con las libertades limitadas por el gran aparato burocrático.

El mercado, en cambio, no limitaba la libertad: era el espacio en donde la forma acuosa del Estado se podía hacer más fluida y llegar a diluirse. Así, lo importante era que el Estado se comportara de la manera que exigía el mercado, que se volviera más flexible, menos denso, más líquido y que pasara de ser subsidiador a regulador. (3)

El Estado céntrico (de bienestar, paternalista, social, etc.), como aquel que dotaba de certezas a las personas, comenzó a desaparecer a finales de los años ochenta, bajo el argumento de que era demasiado ineficiente en comparación con el mercado y que limitaba las libertades y la democracia.

De esta forma, el abandono del lugar preponderante del Estado respondió, en gran medida, a los déficit fiscales crónicos durante la década de los años setenta. (4) La famosa Comisión trilateral (5) parecía tener la respuesta a este problema: más mercado y menos Estado, más libertades y menos restricciones, el reino del individuo por fin; esa podía ser la solución (y al parecer la única) para salir del atolladero, tal vez valía la pena intentarlo.

Las contradicciones del Estado y el mercado

Ninguno de los teóricos, ya fuera desde la izquierda (Habermas y Offe) o desde la derecha (Luhmann, Crozier y Huntington), se imaginaron las consecuencias a las que el adelgazamiento excesivo del Estado podía llevar, en especial en los países de economías emergentes.

Pobreza, marginación, inseguridad tanto social como personal, aumento de la desigualdad, desempleo, migraciones masivas, afianzamiento del crimen organizado y una larga lista de etcéteras fueron sólo algunos de los efectos negativos de la paulatina pérdida de centralidad del Estado. (6) De esta manera, en los años ochenta, como resultado de una crisis estructural y de planteamientos teóricos dictados desde la academia, el Estado de bienestar dejó el lugar preponderante que tenía dentro de la vida social como ese espacio en el que se dotaba de certezas a las personas.

Un Estado excesivamente grande parecía intervenir de tal forma que las personas no estaban dispuestas a sacrificar su individualidad por defender una figura que a todas luces parecía estar agotándose; (7) la seguridad social se volvía demasiado cara y fomentaba que la gente trabajadora mantuviera a miles de holgazanes que no habían buscado sus propias oportunidades. Así, entramos a la época del do it yourself o, como dice Ulrich Beck, de construir tu propia biografía, no importando si las condiciones estructurales son adecuadas o no. (8) La socialización de los riesgos individuales por parte del Estado ya no era rentable. La idea era focalizar esos apoyos que antes eran un derecho para todos, hacia grupos vulnerables específicos, como personas con capacidades distintas y grupos indígenas en extrema pobreza, entre otros.

No era posible seguir resistiendo los grandes déficit presupuestarios, pero se demostró que era falso que el mercado podía subsanar todos los males del Estado, ya que el primero no puede corregir sus propias fallas, hecho que se hizo evidente con la crisis de 1929. Una rama de la teoría económica reconoce (Keynes, Minsky y Stiglitz) al Estado como el encargado de corregir las fallas de la economía, que tiene como atribuciones principales las siguientes: a) redistribución de la renta; b) estabilización de la economía; y c) asignación de recursos. (9)

A pesar de las lecciones históricas y de la propia teoría, el mercado cree poder sobrevivir por sí mismo corrigiendo sus propias fallas, por lo que más mercado exige menos política. Así, reformar indica despolitización de la economía. (10)

Sin embargo, reformar no implica atender a la incapacidad del mercado para regularse a sí mismo, pues sus principales fallas son: la tendencia hacia el monopolio, la inflación, el desempleo y la desigual distribución de la renta y la riqueza. El mismo Adam Smith hablaba de la "sociedad bien gobernada" (11) para que la riqueza en verdad pudiera llegar a toda la gente.

A pesar de que los economistas han estado conscientes de los problemas que puede acarrear un mercado a la manera laissez faire, laissez passer, organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial parecieron ignorar todo lo anterior, fomentando menos Estado y más mercado; esto es, menos regulaciones en todos los ámbitos (laborales, aduaneras, financieras, etc.) y despolitización de la economía. (12)

A través de estas tres últimas décadas el Estado perdió su superioridad frente al mercado, lo cual es evidente ante la fuerza que han logrado los capitales alrededor del mundo; de tal suerte, nadie imaginó que las transacciones financieras y los monopolios alcanzaran la magnitud que presentan. (13)

Ahora, si la pauta la marcan los capitales, lo que debe importar es la eficiencia y nada más; todo lo que escape a sus términos y sea poco rentable pierde toda justificación de existencia. De esta manera,

(...) hacia fines del siglo xx, el poder normativo de los Estados-nación, y particularmente su capacidad práctica para la regulación normativa soberana, había sido socavada casi por completo. Las empresas (particularmente las grandes empresas transnacionales, las empresas que verdaderamente importan cuando se trata de equilibrar las cuentas del Estado y asegurar la vida de los sujetos) habían apostado, y con éxito, a independizarse del ámbito de la soberanía estatal. (14) Al socavar la soberanía estatal, (15) el mercado permeó todo. Durante décadas la lucha había sido entre el Estado y el mercado, donde el primero había logrado subordinar al segundo o, cuando menos, imponerle algunas restricciones para alcanzar cierto equilibrio, pero a partir de los años ochenta, más allá de que se diera dicho balance, el mercado comenzó a ser omniabarcante, utilizando al Estado como un instrumento para autoperpetuarse. (16) Por lo general el mercado ha sido un medio que el Estado ha utilizado para lograr ciertos fines; no obstante, éste ha tendido a convertirse en el fin en sí mismo.

Antes de que sucediera lo anterior, la organización estatal fue una precondición para el desarrollo de los mercados. Si echamos un vistazo a la historia, se hará evidente que los países desarrollados, o los que han llegado a ser grandes imperios, siempre han tenido una gran injerencia sobre la economía, manejándola de manera implacable y aplicando medidas proteccionistas sobre sus fronteras. "Los partidarios del librecambio creen ir en sentido de la historia. Sin embargo, los hechos históricos son inapelables: cuando los países actualmente desarrollados --en especial Gran Bretaña y Estados Unidos-- aún no lo eran, jamás aplicaron ninguna de las políticas que ahora aconsejan". (17)

Es evidente que economías fuertes, con instituciones fuertes, pueden comenzar procesos de adelgazamiento (con límites) del Estado, y que las consecuencias no serán tan severas como lo serían en países en las que dichos elementos son deficientes. (18) Ante instituciones fuertes hay un sistema legal que garantiza el buen comportamiento de la economía en cuanto a cumplimiento de contratos, control de niveles de inflación y lucha en contra de los monopolios. No obstante, las fallas referentes a la mala distribución y el desempleo son más difíciles de subsanar, lo que deriva en consecuencias sociales muy acentuadas, tanto en países con instituciones débiles como fuertes. Todo lo anterior se ve recalcado ante la falta de valores éticos, pues

(...) los poderes económicos son libres de seguir sus propias reglas, o para el caso, de ignorar por completo toda regulación. Este nuevo vacío surgió como resultado de la emancipación de los poderes económicos, de los poderes legislativos y de la vigilancia del mismísimo Estado-nación que dos siglos atrás había logrado ponerle freno a las fuerzas económicas que se habían zafado del control comunal. (19) El mundo se encuentra "ordenado" de tal forma que la pelea por los capitales se vuelve feroz, las grandes empresas han entrado en una lógica de movilidad y ya no están sujetas a un lugar específico, aunque todavía necesitan de ciertos Estados para que puedan darle mayor fuerza a sus reclamos. Pero esto no quiere decir que asuman una responsabilidad social con una comunidad en específico; si las...

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