La configuración de la iberoamericaneidad, fundamento de la cooperación/integración en el espacio iberoamericano

AutorLuis Palacios Bañuelos
Cargo del AutorCatedrático de Historia Contemporánea. Universidad Rey Juan Carlos. Madrid-España
Páginas19-47

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Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda

Rubén Darío

América y España o España y América o América Hispana. Son binomios inseparables atados por una historia común. Desde que Colón describe aquella realidad que en 1493 ven sus ojos: “La Española es maravilla... Esta es para desear y vista para nunca de dejar” España quedó seducida por aquellas tierras. Como seducido queda hoy quien las visita. Ni España ni América pueden olvidar esa historia común que tiene como argamasa potente no sólo una cultura sino, sobre todo, la lengua.

Pero, además, no se puede olvidar el mestizaje, tan enriquecedor, y el hecho de que América es, en definición feliz de Guillermo de Torre, el continente de la porosidad. Ni tampoco podemos olvidar el mañana que España debe construir teniendo en cuenta su especialísima relación con Iberoamérica. Hispanoamericanismo, hispanidad, Imperio español, iberoamericanismo, latinoamericanismo, americanización o yankismo... Todos estos elementos habrá que manejar para acercarnos a nuestro tema.

¿Qué elementos configuran la iberoamericaneidad? El fundamento de la cooperación/integración en el espacio iberoamericano tiene sus raíces en la historia. Por ello, comenzaremos por el principio.

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I Nacimiento de América
  1. Primero, el nombre.2 Una de las primeras preguntas que todos nos hacemos al acercarnos al estudio de América es la razón de su nombre. Si el descubridor del nuevo continente fue Cristóbal Colón, parece que lo más lógico hubiera sido que el nombre se refiriese de alguna manera a él. No fue así, pues el descubridor fue Cristóbal Colón y el nombre de lo conquistado fue América. Para el gobierno español aquellas tierras eran aún las “Indias” o “provincias de ultramar” y los nombres que se manejaron fueron muchos: Columba, Colonia, Columbiana, Colombina, Colonea, Isabélica, Colónica y otros que abundaron en la referencia al descubridor. Sin embargo, el nombre que finalmente se impone —por azar y necesidad— es el que recuerda a Américo Vespucio.3

    Pero ¿por qué Américo Vespucio? Recordemos brevemente el papel histórico de quien dio su nombre a las nuevas tierras. Había llegado a España en 1492 para ocuparse de los intereses comerciales de sus amos, los Médici. El clima que encuentra en España le anima a hacerse armador y explorador para lanzarse a la búsqueda y conquista de las nuevas tierras que se prometen. Es final de siglo y se enrola como armador en la expedición de Alonso de Ojeda. Tras el viaje, que realiza bajo bandera de Manuel I de Portugal, proclamará la “existencia de un nuevo mundo” con estas ya famosas palabras “llegamos a una tierra la cual observamos que era un continente...”.

    La presencia y protagonismo de Américo en la aventura descubridora están demostrados pero, en cualquier supuesto, su importancia queda muy lejos de la de Colón y no justifica que diera nombre al continente. La explicación nos la da Humboldt. El nombre de América nacería en un remoto lugar de los Vosgos y el responsable o culpable sería un canónigo de Saint-Dié, Martín Waldseemüller. Y fueron el azar y la necesidad los causantes de que así fuera. Había que poner en marcha una editorial con una primera obra en la que necesariamente había que hacer referencia a aquellas tierras recién descubiertas. Se quería publicar una “Cosmographie Introductio” que incluyera el “mundus novus” del que hablaba Vespucio. Era necesario nombrar de alguna manera aquel mundo hasta en-Page 21tonces desconocido y, por ello, inexistente en las cosmografías. El clérigo Waldseemüller pensó que el nombre más adecuado sería el que recordara al descubridor Américo porque aquella tierra que por primera vez se iba a reseñar como existente, realmente era la tierra de Américo. Este es el razonamiento del clérigo que bautiza al nuevo continente: “Puesto que Europa y Asia recibieron nombres de mujeres, no veo ninguna razón por la que alguien pudiera oponerse a que llamásemos Amerige a esta parte del mundo (del griego “ge” = “tierra de”), es decir, la tierra de Américo, o América, por su descubridor Américo, un hombre de gran talento”.

    Al dibujar el mapa que representara aquel nuevo territorio, que resultaba ser un nuevo continente, se le dio el nombre de América. Era el año 1507 cuando Martín Waldeseemüller publicaba su Cosmografía. Y fue tal el éxito que pronto se hicieron varias reediciones. Cuando el clérigo se dio cuenta de que Vespucio no era el verdadero descubridor de aquel nuevo mundo, quiso rectificar y cambiar el nombre de América. Pero ya era tarde, el nombre, que era bonito y sonaba bien, había tenido gran aceptación. Y pocos años después, en 1538, cuando Gerardo Mercator publica su gran mapa del mundo decide bautizar a todo el continente con dicho nombre de América. A la del norte la llamará Americae pars Septentrionalis y a la del Sur, Americae pars Meridionalis.

  2. Aquella gesta realizada por Colón, ¿fue un descubrimiento o un encuentro? ¿Es correcto mantener el concepto “descubrimiento de América” al que nos tienen acostumbrados los libros de historia o hay que hablar más bien de encuentro?4 Esta pregunta se difunde al hilo de las celebraciones del V Centenario del Descubrimiento. Fueron frecuentes las manifestaciones de rechazo de una interpretación del hecho histórico como descubrimiento por parte de indígenas, intelectuales de izquierda y cierta progresía española. La búsqueda de soluciones eclécticas, unida a cierta mala conciencia por parte de algunos, llevaron a muchos de nuestros políticos a reformular la cuestión con tal de buscar un punto de entendimiento; algunos se decantaron por lo de encuentro, haciendo feliz a Fidel Castro. Pero en ningún caso se terminará por definir con claridad lo que era más ajustado a la historia.

    El tema de las relaciones España-América es complejo y abundan las posiciones maximalistas de entusiastas y detractores. A la hora de releer laPage 22 historia de España en América no es infrecuente encontrarnos con quienes optan por autoflagelarse y no ven en esa historia más que elementos negativos. Existe una mala conciencia fruto, tal vez, de las muchas cosas mal hechas por los españoles en América… Porque es indudable que hubo injusticias, crueldad y hechos censurables o claramente inaceptables hoy, pero la historia no es unidireccional y, al lado de lo que pueda considerarse negativo, no puede olvidarse lo positivo. Como declaró el Rey de España en su viaje a Chile en 1990: “nuestros pueblos deben asumir todo el pasado, con sus luces y sus sombras, como requisito previo para construir un futuro que debemos igualmente compartir”.

    En resumen, hay que asumir en su totalidad una historia que es de España y que tiene unas dimensiones gigantescas. Y que hoy ofrece una lengua como vínculo común, una historia común reconocida, una comunidad de naciones, una comunión de pueblos y, en definitiva, una rica y plural realidad que se denomina Iberoamérica.

    Volviendo a la pregunta inicial, hay que precisar que en 1492 hubo efectivamente descubrimiento. Y fue descubrimiento porque en el movimiento que de Este a Oeste se llevó por iniciativa española se descubrió un Mundo Nuevo. Es decir, se descubrió un continente que se desconocía. Obviamente, hubo también encuentro, o mejor, encuentros. Pero, en 1492, se descubrió lo que no se sabía: el tamaño de aquella esfera que era nuestro mundo, su contenido; se descubrieron los continentes. Y todo esto, tras descubrirse, se supo ya. Y fue entonces cuando comenzaba una nueva etapa de exploraciones, conquistas y organización del continente americano. Exploraciones y conquistas de una magnitud tal que hoy nos resulta difícil comprender cómo fue posible gesta tan inmensa.

    En resumen, descubrimiento, sí. Y antes de cualquier encuentro. Aunque, claro está, aceptar esta realidad no debe conllevar olvidar nada de lo mucho y bueno que allí se encontraron los españoles, ni tampoco de lo que para todos supuso aquel encuentro.

II ¿Hispanoamérica? ¿Latinoamérica? ¿Iberoamérica?

Cuando tenemos que referirnos al continente americano siempre nos encontramos con el problema inicial de acertar con la denominación adecuada. Utilizar una u otra denominación no es cuestión baladí. Alguno de los gentilicios aplicados a la palabra América han nacido cargados de contenido y, por ello, conviene conocer los condicionantes e intencionesPage 23 que han llevado o pueden llevar a la utilización de cualquiera de estas denominaciones.5

La polémica saltó a la palestra en plena crisis del 98. La provocó la protesta de Juan Valera contra el uso del término América Latina por parte del poeta Olegario V. Andrade. Las causas de la protesta nos ponen en camino de los intereses que hay ya entonces tras esa denominación. Según Juan Valera la utilización de adjetivo “latina” viene a difuminar la raíz ibérica, lo que redunda en una minimización del papel histórico y cultural de España. Este es el meollo de la cuestión: poner de relieve el elemento hispánico en cuanto “descubridor” y “creador” de esa América. Valera y cuantos le siguen en dicha polémica quieren que quede clara la preeminencia de España en este hecho histórico. Se trata, vienen a decir, de hacer justicia a la historia.

Como ya se apuntaba, la aparición de estos nombres no ha sido en absoluto casual. Nace en el siglo XIX cuando las nuevas repúblicas americanas, desgajadas de...

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