Los nacionalismos antes de las naciones

AutorRamón Máiz
Páginas79-112

Ramón Máiz. Universidad de Santiago de Compostela, España. Dirección electrónica: cppiolla@usc.es

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Viejas y nuevas preguntas sobre las naciones y los nacionalismos

Desde Bolivia o Ecuador, a India e Indonesia, pasando por el Reino Unido o España, uno de los rasgos más característicos de la política contemporánea mundial es la masiva vuelta al primer plano de los conflictos étnicos y nacionales. Sin embargo, para las corrientes funcionalistas dominantes en las ciencias sociales y políticas hasta hace muy poco tiempo, la dimensión nacional, que aquí centrará nuestra atención, constituía un residuo tradicional solventado definitivamente en el tránsito a la modernidad. En efecto, para las teorías de la modernización y el desarrollo político:1 1) el proceso de generalización territorial del mercado y la industrialización llevaban aparejada 2) la construcción del Estado como aparato burocrático autónomo, monopolizador del poder político, y éste, a su vez, forzaba 3) la homogeneización cultural, política y territorial de la nación coextensiva con sus fronteras, suprimiendo las comunidades étnicas y culturales tradicionales. De este modo, la progresiva desaparición de las características de la sociedad premoderna, la creciente diferenciación de funciones, los procesos de inclusión de la ciudadanía y la unificación de los mercados y de las estructuras de gobierno, etcétera, constituían fases de un mismo proceso lineal y teleológico de construcción del moderno sistema, occidental primero y después a escala mundial, de Estados-nación.

El fracaso empírico y predictivo de estas teorías se evidencia, sin embargo, en casos tan lejanos como la proliferación de nacionalismos en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la extinta Yugoslavia; los nacionalismos en el seno de Estados plurinacionales (Canadá, España, Bélgica o Reino Unido); la quiebra del modelo de Estado federal en India, etcétera. Ahora bien, al mismo tiempo que la falsación empírica, ha tenido lugar una renovación teórica de gran alcance en las ciencias sociales la cual ha permitido abordar sustantivamente un problema, el de las naciones y los nacionalismos, que hasta el momento suscitaba una atención poco menos que marginal en el seno de la sociología y de la ciencia política. No podemos reite-Page 81rar en nuestros días, junto con el discurso de la globalización, el mismo error cometido en su momento por las teorías de la modernización; por el contrario, debemos prestar atención, en una perspectiva no esencialista, a la dimensión política de la etnicidad y las naciones.

El acercamiento al problema nacional con el arsenal conceptual y metodológico de las ciencias sociales se ha traducido en un progresivo cambio de perspectiva en el análisis de sus dimensiones, mecanismos y procesos más significativos. Así, ya no se trata de historiar la diferencia étnica, de constatar el “retorno de las naciones”, de remontarse al pasado en pos de los antecedentes del nacionalismo contemporáneo. Esto es, de dar cuenta, desde una perspectiva más o menos primordialista, de la naturaleza objetiva de la nación a partir de la pervivencia de algunos rasgos orgánicos diferenciales (raza, cultura, lengua, historia, economía, etcétera), que tarde o temprano se manifiestan políticamente, generando movimientos nacionalistas que reivindican la diferencia y el autogobierno. Por el contrario, la etnicidad (lengua, costumbres, mitos, símbolos, historia, etcétera) y las naciones mismas no se consideran ya datos objetivos (punto de partida de la investigación), sino complejas construcciones políticas y sociales cuya producción es preciso analizar. Esto es, se estudian como creaciones de las élites, partidos y movimientos políticos nacionalistas que filtran, reelaboran, deforman o incluso “inventan” la diferencia (subrayando lo compartido, atenuando las divisiones internas, agudizando la contraposición nosotros/ellos, etcétera) a partir de precondiciones étnicas, producto a su vez de la previa elaboración de intelectuales y movimientos culturales y políticos.2 Nada hay de inevitable en que una diferencia étnica se traduzca mecánicamente en una nación políticamente expresada pues, a diferencia de lo asumido acríticamente por la interpretación más tradicional (muy cercana a la de los propios nacionalistas), no es la nación la que genera el nacionalismo, sino el nacionalismo el que, en determinados contextos institucionales y sociales, produce políticamente la nación. Las preguntas que nos planteamos ya no son acerca de los orígenes de la nación, de los preanuncios del posterior nacionalismo, el peso de la etnicidad previa al nacionalismo, sino más bien: ¿qué factores han facilitado el nacimiento o el fracaso de una nación?, ¿quién y cómo ha definido los criterios de pertenencia nacional, el nosotros y el ellos?, ¿cómo se ha generalizado la identidad nacional?, ¿quién se ha hecho con la dirección intelectual y moral de una nación fijando sus objetivos?, etcétera.

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En este sentido, el programa de investigación se ha centrado en las diversas condiciones necesarias para la cristalización política de las naciones. Podríamos sintetizar éstas del modo siguiente:

  1. Precondiciones étnicas: esto es, el conjunto de rasgos diferenciales de lengua, cultura, raza, tradiciones, historia, mitos y símbolos que constituyen la “materia prima” de la que parten y, a la vez, reformulan, seleccionan y generalizan los intelectuales, líderes y partidos nacionalistas.

  2. Precondiciones sociales: en esta rúbrica se engloban diversas predisposiciones socioeconómicas para la movilización nacionalista. Así, por ejemplo: una matriz de intereses comunes potencialmente conflictivos con otro grupo; una crisis económica y social que produzca desarraigo y necesidad de seguridad e identificación en determinados colectivos; unos umbrales mínimos de movilidad social o comunicación supralocal en el seno de la comunidad; etcétera.

  3. Estructura de oportunidad política propicia, ora formal: apertura del acceso político (grado de democracia), estructuras políticas territoriales (Estado federal, consociativo, etcétera) que incentiven la política étnica; ora informal: políticas públicas y estrategias facilitadoras de las élites dominantes, eventual desalineamiento electoral de los partidos no nacionalistas, posibilidad de conflicto intraélites, etcétera.

  4. Movilización política eficaz que, a partir de un esfuerzo organizativo y una adecuada formulación discursiva, aglutine a un bloque social amplio para el que la existencia de la nación constituya una evidencia comunitaria indiscutible que precisa dotarse de propio Estado o al menos autogobierno.

Este análisis de las muy complejas condiciones, sean estructurales (étnicas, económicas, políticas e institucionales), o de movilización (organización, ideologías), presentes en el resurgimiento de los nacionalismos contemporáneos ha permitido, además, clarificar la tipología de sus manifestaciones actuales, mostrando toda una nueva gama de fenómenos nacionalitarios que aunque con precedentes en épocas anteriores, presentan sin embargo características novedosas.

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Recordemos que los tipos ideales clásicos de nacionalismo eran fundamentalmente los de las dos “oleadas nacionalistas”:3 1) el nacionalismo homogeneizador de los Estados-nación en Europa y Estados Unidos en los siglos XVIII y XIX, ejemplificado en el modelo jacobino francés; y 2) los nacionalismos anticoloniales de los siglos XIX y xx, de los que resulta buena muestra el caso de India. Pues bien, dejando de lado ambos supuestos clásicos, a continuación nos ocuparemos de los nacionalismos contemporáneos de fin de siglo, algunas de cuyas manifestaciones surgen ya en el periodo de entreguerras, los cuales, a grandes rasgos, pueden ser tipificados en las variedades siguientes: 1) nacionalismos contra el Estado en el seno de Estados plurinacionales; 2) procesos de nacionalización en Estados independientes; 3) minorías nacionales; 4) nacionalismos irredentos; y 5) nacionalismos fundamentalistas de respuesta a los nacionalismos anticoloniales.

Los procesos de nacionalización en la actualidad

En el breve repaso que haremos, simplificando la compleja variedad y riqueza empírica del fenómeno, subrayaremos dos extremos: en primer lugar, la novedad de las nuevas manifestaciones del nacionalismo, así como sus continuidades y discontinuidades con las formas clásicas; en segundo, la interacción entre los diversos tipos de nacionalismo y el nexo interrelacional que, en numerosas ocasiones, vincula estrechamente entre sí a dos o tres de ellos.

Nacionalismos en los Estados plurinacionales

En la década de 1960, la solidez y homogeneidad de los Estados-nación de Europa Occidental y Canadá sería puesta en duda por la aparición o reactivación política de nacionalismos interiores que reivindicarían con diferente intensidad, apoyo político y estrategias la naturaleza plurinacional de aquellos Estados. De un lado, Alemania, Portugal, Japón, Suecia y Grecia testimoniarían el modelo excepcional de correspondencia entre Estado y nación. De otro, escoceses y galeses en el Reino Unido vendrían a sumarse al más intenso y conflictivo nacionalismo irlandés; bretones y corsos en Francia, sardos y tiroleses del sur enPage 84 Italia, francoparlantes del Jura en el cantón de Berna, Suiza, harían lo propio; gallegos, vascos y...

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