La moral y sus sombras: la racionalidad instrumental y la evolución de las normas de equidad.

AutorRosas, Alejandro

RESUMEN: Los sociobiólogos han defendido una posición "calvinista" que se resume en la siguiente fórmula: si la selección natural explica las actitudes morales, no hay altruismo genuino en la moral; si la moral es altruista, entonces la selección natural no puede explicarla. En este ensayo desenmascaro los presupuestos erróneos de esta posición y defiendo que el altruismo como equidad no es incompatible con la selección natural. Rechazo una concepción hobbesiana de la moral, pero sugiero su empleo en la interpretación de la psicología de los primates no humanos y en un modelo de progresión evolutiva que habría llevado a la moralidad como adaptación pasando por la razón instrumental.

PALABRAS CLAVE: sociobiología, altruismo, egoísmo, Frans de Waal

SUMMARY: Sociobiologists have endorsed a "Calvinist" position captured in the following formula: if natural selection explains moral attitudes, morality is not genuinely altruistic; if morality is altruistic, then natural selection cannot explain it. I expose the false presuppositions behind this claim and argue that altruism as fairness is not incompatible with natural selection. I reject a Hobbesian view of morality as an instrumental endorsement of fairness norms, but suggest its use to interpret primate psychology and to model an evolutionary progression ending in moral capacities as adaptations.

KEYWORDS: sociobiology, altruism, selfishness, Frans de Waal

  1. Sociobiología calvinista

    En su conferencia "Evolution and Ethics" (1995/1893), Thomas Henry Huxley protestaba contra la indiferencia moral de la naturaleza y sus productos, y sostenía: "Entendamos de una vez por todas que el progreso ético de la sociedad consiste, no en imitar el proceso cósmico [de la evolución], mucho menos en huir de él, sino en combatirlo" (1995, p. 134). (1) Esta tesis sobre la oposición entre evolución y moralidad adquirió nueva vigencia a partir de que los biólogos comenzaron a mirar la evolución y la selección natural desde la perspectiva del gen. George C. Williams, reconocido por su libro Adaptation and Natural Selection (1966) como uno de los padres de esta nueva perspectiva, considera que ella otorga un renovado soporte al juicio de Huxley: "Nuestro concepto moderno de la selección natural puede describirse honestamente como un proceso que maximiza el egoísmo miope" (Williams 1995/1988). La moralidad no puede ser sino "una capacidad accidental producida gracias a la ilimitada estupidez de un proceso biológico que normalmente se opone a la expresión de tal capacidad" (citado en de Waal 1996, p. 2). George Williams ha reunido para sus lectores un deprimente catálogo de observaciones etológicas sobre asesinato, violación, infanticidio y canibalismo en el mundo animal (Williams 1995, 1989).

    En su opinión, la naturaleza no simplemente da sobradas muestras de indiferencia moral, sino más bien de descarada inmoralidad. Williams señala que la serpiente cascabel tiene armas "precisamente diseñadas y usadas para producir víctimas" (1995, p. 319) y que el dolor y la muerte provocados por el uso agresivo de esas armas naturales debe distinguirse del generado por un proceso natural ciego, como el golpe de un rayo. Aunque la mente de una serpiente no es comparable en imputabilidad a la de un humano, G.C. Williams asume que entre ambas hay mayor cercanía que entre la mente animal y la total carencia de intencionalidad de un proceso físico. Williams no plantea el espinoso tema de la intencionalidad animal, pero da por supuesto que los animales la poseen en grado suficiente como para que se justifique hablar de inmoralidad en este caso, pues también hablamos de la inmoralidad de la guerra, aunque sabemos que surge por causas complejas y que, en muchos casos, no podemos imputar a nadie en particular la plena responsabilidad por ella.

    Este punto oscuro pero crucial de la intencionalidad siguió proyectando su sombra sobre la comprensión moral del mundo diseñado por la selección natural. Cuando Richard Dawkins describió provocadoramente la perspectiva del gen como unidad de selección en El gen egoísta (1989/1976), hizo explícito que "egoísmo" aplicado a los genes o a los comportamientos por ellos codificados es un término técnico que se define por los efectos sin ninguna referencia a motivos o intenciones; pero no se atuvo consistentemente a esta convención y se dejó tentar por usos psicológicos del término. Enfatizando que los genes son egoístas en el sentido de que sus efectos producen beneficios a corto plazo para copias de sí mismos (el egoísmo miope al que se refiere Williams en el pasaje antes citado), Dawkins alude a la capacidad humana para la prudencia y para el altruismo, es decir, para enfocarse en los beneficios futuros o ajenos, como capacidades con las que nos "rebelamos contra la tiranía de los replicantes egoístas" (Dawkins 1989, p. 201). La sugerencia escondida en estas palabras es que los genes nos empujan de suyo a un egoísmo psicológico miope, pues de lo contrario no habría razón para ver las capacidades psicológicas para la prudencia y el altruismo como una rebelión contra los genes.

    Con esa frase, Dawkins retorna la tesis de la oposición entre ética y evolución; pero no esgrime ningún argumento que defienda la tesis según la cual el "egoísmo" de los genes, en un sentido evolutivo y técnico, conduce al egoísmo psicológico. Su postura oficial es negar cualquier compromiso con una tesis de esa naturaleza, pues insistió en que usaba términos como "egoísmo" y "altruismo" en sentido técnico, sin implicar intenciones: "No me ocupo aquí de la psicología de los motivos" (Dawkins 1989, p. 4). Pero estas declaraciones no le impiden conectar, en la referencia del párrafo anterior y sin justificación alguna, la perspectiva sociobiológica del gen egoísta con la idea de una oposición entre moral y naturaleza. "Sociobiología calvinista" es, por esta razón, un apodo apropiado para esta perspectiva, apodo propuesto por el primatólogo holandés Frans de Waal (1996, p. 13).

  2. Genes egoístas y fenotipos altruistas

    La teoría del "gen egoísta" afirma que la evolución sucede en gran medida gracias a un proceso de selección natural que opera sobre los genes. Sólo los genes que se benefician a sí mismos o a sus copias sobreviven a este proceso. Se trata de una teoría verosímil, aunque controvertida; no es mi propósito aquí cuestionarla. Supongamos que es correcta y que un fenotipo adaptativo es aquel que ayuda al alelo que contribuye a su producción a reproducirse con más éxito que los alelos alternativos. El alelo es "egoísta" porque obtiene una ventaja reproductiva a través de los fenotipos que contribuye a producir. Obviamente, el alelo no lo hace de modo intencional. Es simplemente un hecho bruto, al que llamamos selección natural, que los alelos o bien son egoístas en el sentido explicado, o bien desaparecen. Pero, ¿hay razón para sostener que el fenotipo producido por genes egoístas también debe ser "egoísta" de manera tal que si se trata de un fenotipo psicológico, será egoísta en el sentido psicológico del término? (2)

    El desliz de Dawkins traiciona una inferencia directa de este estilo; pero es una inferencia inválida, debido a la diferencia existente entre las causas últimas y las causas inmediatas o próximas de un comportamiento (Sober 1993, pp. 197-198). La causa última de la evolución y existencia de un rasgo C es el efecto diferencial del rasgo C en el éxito reproductivo de la entidad, cualquiera que sea, que garantiza causalmente la existencia de C en los descendientes. Si C es un comportamiento, podemos asumir que beneficia, en primer lugar, al gen (tipo, no particular) que es la causa detonante (no la única) de la presencia de C. Por lo general, el comportamiento beneficia también al individuo que porta el gen; pero, en ocasiones, el comportamiento puede beneficiar a copias del gen que se encuentran en otros individuos. Son esos casos los que impiden que podamos pasar simplemente del "gen egoísta" al comportamiento egoísta. Este paso es especialmente problemático si, en lugar de centrarnos en el comportamiento, nos enfocamos en las causas próximas que los producen, atendiendo a la distinción de Sober ya mencionada.

    El caso crucial es el de los organismos con mentes complejas, cuyos comportamientos se explican por causas próximas del tipo de las actitudes proposicionales (pienso que..., creo que..., deseo que..., quiero que ...). Hablamos de motivos justamente cuando se trata de organismos con actitudes proposicionales como creencias y deseos. En estos casos, un comportamiento évoluciona cuando beneficia al gen que lo codifica y a sus copias; pero ello no implica que los motivos del comportamiento sean egoístas, es decir, que estén dirigidos a un beneficio personal como propósito último e irreductible de la acción. Hay al menos dos ejemplos en los que más bien lo contrario es posible. Se trata de casos en los que una motivación altruista genera, mejor o más confiablemente que una egoísta, los comportamientos necesarios para que el gen, e incluso el individuo que lo porta, promuevan su propia reproducción. En estos casos, el gen debe codificar comportamientos altruistas para ser un auténtico gen "egoísta".

    El primer ejemplo es el del cuidado parental. A menudo, el cuidado de los críos exige que un progenitor tenga que posponer su propio bienestar. Si el progenitor no cumple esa exigencia, seguramente tendrá menos descendientes que otro que sea capaz de cumplirla. Especialmente en las especies en las que los críos son inicialmente incapaces de sobrevivir por sí solos, como en la humana, es natural suponer que el altruismo psicológico hacia los hijos es requerido por los "genes egoístas". En estas especies, los genes que programen un comportamiento psicológicamente egoísta respecto de la prole serán desplazados o sustituidos por genes que programen un comportamiento altruista, pues el cuidado parental de los altruistas es de mayor calidad y mejora su éxito reproductivo (Sober y...

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