La democracia en América Latina y la constante amenaza de la desigualdad

AutorPetra Bonometti; Susana Ruiz Seisdedos
Páginas11-36

Petra Bonometti. Becaria de la Agencia andaluza de Cooperación Internacional al Desarrollo, para la gestión de proyectos de cooperación en Huancavelica (Perú); alumna de post-grado de la Universidad de Granada, España. Correo electrónico:

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Susana Ruiz Seisdedos. Profesora contratada. Doctora del Área de Ciencia Política y de la Administración. Departamento de Derecho Público y Privado Especial de la Universidad de Jaén (España). Correo electrónico: .

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Introducción

En los últimos treinta años América Latina ha experimentado la transición y la consolidación democrática. Se han producido grandes avances para garantizar el derecho universal al voto, elecciones libres y transparentes y el acceso y la permanencia en el poder de los cargos elegidos; sin embargo, estos elementos no son suficientes para garantizar la solidez de los regímenes democráticos. Los acontecimientos recientes de Honduras son emblemáticos del riesgo de un retroceso autoritario y cómo éste puede materializarse de manera repentina.

La democracia en América Latina presenta elementos de debilidad relacionados con la incapacidad del Estado de extender los derechosPage 12 humanos fundamentales a toda la población, requisito fundamental para convertir a los habitantes de un estado en ciudadanos a todo efecto y para garantizar la cohesión social, la participación, el sentido de pertenencia de la población hacia el Estado y el apoyo estable de la población a esa democracia, es decir, como elemento legitimador.

Pese a las diferencias entre todos los países de América Latina, algunas características comunes explican la debilidad democrática; la desigualdad es la más relevante, pues los mayores niveles de concentración de la riqueza mundial se encuentran en esa región. Las implicaciones son muy relevantes, pues la desigualdad que caracteriza a los países latinoamericanos se relaciona con la subsistencia de bolsas de pobreza e indigencia que chocan con los valores medios de riqueza de los países, siendo la mayoría de ellos de renta media y, en algunos casos, alta.

Se trata de una pobreza y de una desigualdad multidimensionales, que a la escasez económica agregan la falta de acceso a las necesidades y a los servicios básicos, la falta de oportunidad, la exclusión social y la discriminación. La discriminación social afecta a una pluralidad de grupos sociales (pobres, indígenas, campesinos, mujeres), creando así una masa enorme de excluidos.

La desigualdad afecta también, de manera directa, a las dinámicas políticas y la posibilidad de acceso al poder por la población. De hecho, la concentración de la riqueza y del poder implica el uso de instrumentos que permiten a los grupos privilegiados reproducir el statu quo. Esos instrumentos están representados principalmente por la violencia y la corrupción, fenómenos que alcanzan niveles elevadísimos en la región.

La inseguridad social es una de las mayores preocupaciones de la población latinoamericana, que además desconfía de la capacidad del Estado de desempeñar su función clave de protección.

Por otro lado, la corrupción debilita la cohesión social y reduce la posibilidad de construir un pacto social sólido entre la población. La desigualdad, a través de múltiples canales, impide la creación y consolidación de una base social bastante amplia capaz de sustentar el desarrollo de democracias sólidas y efectivas.

En las siguientes líneas, se tratarán algunos de estos temas, pues el objetivo de este artículo es evidenciar como, sin una acción decididaPage 13 sobre las desigualdades, la democracia en América Latina tiene un destino muy incierto.

La transición a la democracia

De 2005 a 2007 en muchos países de América Latina se celebraron elecciones democráticas, que contribuyeron en gran medida al mayor avance económico de las últimas décadas en la región.

Los resultados de la publicación anual de 2009 de Freedom House enseñan que 25 de las 35 naciones están clasificadas como libres, nueve son “parcialmente libres” y sólo Cuba está clasificada como “no libre” (Freedom House, 2009).

La clasificación de “libre” se refiere a un régimen electoral de tipo democrático donde el derecho al voto es universal, el acceso a las principales posiciones del gobierno se logra mediante elecciones, que son a la vez competitivas e institucionalizadas, y existen durante y entre esas elecciones diversas libertades políticas, tales como las de asociación, expresión, movimiento y de disponibilidad de información no monopolizada por el Estado o por un agente privado (O’Donnell, 2004).

Sin embargo, es posible distinguir entre un régimen democrático en sentido formal y una democracia de tipo integral. La segunda, más allá de una dimensión meramente electoral, se relaciona con su capacidad de incluir grupos sociales diferentes, de garantizar la libertad y el respeto de los derechos de toda la población, así como la posibilidad real de participar en la política de su país. Esas son las bases que a nosotras nos interesan, pues resultan fundamentales para el desarrollo sostenible de la humanidad.

Los avances democráticos

La observación del Índice de Democracia Electoral (IDE)1 sugiere que se han producido grandes mejoras desde 1977 (en un rango de 0 a 1, elPage 14 valor era de 0.25) hasta hoy (valor de 0.87) en toda la región, y que los progresos más importantes se registraron entre 1977 y 1985.

En la actualidad, en todos los países de la región se reconoce el derecho universal al voto, pese a la permanencia de algunos problemas como el subregistro, las dificultades para la obtención de documentos de identidad o restricciones de voto a ciudadanos que viven en el extranjero. En la mayoría de las elecciones, desde 1980 no se verificaron irregularidades que influyeran de manera decisiva en el resultado, con excepción de República Dominicana en 1994 y Perú en 2000. Se han hecho relevantes progresos en la posibilidad de presentarse como candidatos y de expresar la propia preferencia electoral: el Estado ha mejorado su capacidad para garantizar la integridad física de los candidatos (con excepción de Colombia). También la efectiva ocupación de los cargos públicos por los candidatos ganadores ha aumentado, lo mismo que su permanencia durante los plazos establecidos. Además, a pesar de las caídas de gobernantes como producto de la movilización social, estas crisis casi nunca se han resuelto con intervención militar (ni siquiera en momentos de crisis como en Bolivia y Ecuador), lo que ha terminado con la secuela de golpes de Estado que caracterizaron el pasado reciente de América Latina. Sin embargo, el golpe de estado de Honduras de junio de 2009 constituye un inesperado paso atrás para las democracias centroamericanas.

Es probable que la disminución en los cambios violentos de gobierno sea resultado del rechazo de las experiencias de dictaduras sangrientas y corruptas. Por eso podemos decir que, aunque la población siente un cierto malestar hacia el funcionamiento de la democracia, no la cuestiona como mejor forma de gobierno (Latinobarómetro, 2008). Sin embargo, como veremos más adelante, la pobreza y la falta de bienestar ponen en riesgo esta postura en el largo plazo.

A pesar de los pasos que todos los países latinoamericanos han dado en los aspectos formales de la democracia, tenemos que profundizar nuestro análisis según una definición más amplia dePage 15 democracia, que incluya el concepto de ciudadanía integral, formada por la ciudadanía política, civil y social, cuestión a la que nos vamos a dedicar en las siguientes líneas.

Una ciudadanía integral

La democracia se sustancia en la extensión de la igualdad jurídica a toda la ciudadanía; frente a un régimen autocrático, un régimen democrático convierte a los súbditos en ciudadanos si sus derechos fundamentales son reconocidos. Sin embargo, una verdadera democracia no sólo reconoce, sino que además garantiza, extiende y protege esos derechos.

En los países latinoamericanos, la incorporación de los principios universales de derechos humanos a través de la aprobación de la mayoría de los tratados internacionales, ha sido satisfactoria. Sin embargo, la puesta en práctica de los postulados teóricos de derechos humanos ha encontrado una multitud de dificultades desde las dictaduras militares americanas de los sesenta y setenta, a la crisis económica iniciada en los ochenta.

Se ha creado un panorama de grandes brechas entre los derechos políticos y los sociales y civiles: en la realidad actual los derechos humanos siguen siendo para amplios sectores de la población simples enunciados que no se traducen en una mejor calidad de vida. Dada la articulación indivisible que existe entre los diferentes derechos humanos y la democracia y el desarrollo es posible afirmar que no se logran avances relevantes en los derechos sociales, económicos y civiles. Los derechos políticos, tan difícilmente alcanzados en muchos países latinoamericanos, tienden a perder sentido; además, esas carencias impiden hablar de verdadera democracia y de desarrollo humano.

En este sentido, el concepto de ciudadanía se manifiesta en tres dimensiones fundamentales: política, civil y social (Machinea, 2004). Empecemos por la dimensión política.

No obstante los logros con respecto de la democracia electoral, la ciudadanía política sufre problemas relacionados con la participación y la representación. La participación es irregular y existen barreras para el ingreso de nuevos actores a la competencia electoral. Hay gruposPage 16 sociales (en particular indígenas...

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