Inflación, crecimiento y tasas de interés

AutorHilario Barcelata Chávez
Páginas90-92
La Economía Mexicana. Crisis y reforma.
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Hilario Barcelata Chávez
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además la posibilidad de encontrar en su actividad productiva un medio para tener
acceso a una vida mejor.
La extendida creencia de que el campesino no progresa porque es un holgazán ha
quedado sepultada por ser más que una romántica falacia creada por los que nunca se
han visto frente a la circunstancias de tener en sus manos un machete, un arado y el
sol quemando en la piel día tras día. De quien nunca ha sabido que arrancarle a la
tierra su fruto año tras año, generación y tras generación, sin ver ninguna señal de
mejoría en sus condiciones de vida y más bien sintiendo como cada día vale menos la
pena el sacrificio de hacer producir a la naturaleza.
Hoy más que nunca sería bien válido decir, aunque suene a slogan publicitario,
“hagamos algo por la ciudad: apoyemos al campo”, de otra forma no habrá manera
para que tanto el campesino como el citadino tengan la posibilidad de acceder a una
vida digna y en constante mejoría. De otra forma no habrá modernidad que detenga la
debacle económica y social. Valga esta conclusión final, aunque suene parcial y
egoísta (muy a modo por cierto con el sentido común clasemediero que priva en la
mente urbana): O apoyamos al agro para sacarlo de la crisis en la que se encuentra, o
en ciudad pagaremos las consecuencias.
INFLACIÓN, CRECIMIENTO Y TASAS DE INTERÉS 1990
El repunte de la inflación en el mes de diciembre de 3.5% y en enero del 4.5% vuelve a
poner en entredicho la aparente estabilidad económica del país y cuestiona, en los
hechos, la vigencia del Pacto para la Estabilidad y Crecimiento (PECE), pues estos
incrementos son producto de la necesidad de los agentes económicos para ajustar a
las circunstancias adversas que les han sido impuestas por los fuertes controles a los
precios de los productos y por la recesión que al hacer declinar la demanda propició
una fuerte contracción en las ventas y por tanto impactó la capacidad de
funcionamiento de las empresas y ha puesto a prueba la sobrevivencia misma de
éstas.
Este hecho se ha evidenciado en el mercado interno al presentarse un constante y
creciente desabasto de muchos productos, por lo que las alzas en los precios han sido
inevitables.
El impacto inmediato de dichos incrementos ha sido sobre las tasas de interés internas,
las que nuevamente se han visto presionadas al alza, no sólo para controlar el exceso
de liquidez que ocasionó el retiro de algunos instrumentos de deuda pública en
semanas anteriores para presionar la baja de las tasas, y los fondos generados por el
crecimiento económico del año anterior; sino también, para compensar la pérdida del
rendimiento real que éstas estaban ofreciendo y que con el repunte inflacionario
prácticamente se perdió. Por tal razón los últimos días del mes de enero las tasas de
interés subieron hasta cuatro puntos y esta semana se colocaron ya en un 45%. Tasa
que sin embargo es muy posible que pueda incrementarse aún más, en tanto la
eufemísticamente llamada “burbuja inflacionaria” no sea controlada. Ya que para poder
reducir el índice inflacionario el necesario reducir la demanda provocada por el “exceso
de liquidez” en el mercado, lo cual se logra haciendo más atractivas las tasas para
desincentivar el consumo. Al tiempo que es necesario elevarlas para seguir
manteniendo un margen de “ganancia financiera”, a los ahorradores que de otra forma
podrían convertir sus pesos en dólares con los consabidos impactos en el tipo de
cambio.

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