Teoría filosófica de la historia: Rudimentos para el estudio del fenómeno comunicativo

AutorJulio Horta
CargoComunicólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales/Universidad Nacional Autónoma de México
Páginas81-109

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Introducción

En la “Modernidad”, durante el proceso de construcción de la idea del hombre, resulta de importancia antropocéntrica el hecho de poder determinar no sólo la posición de éste en el universo, sino también el orden humanista de lo Universal. Posibilidad, pues, que ha llevado al hombre occidental a buscar por aventurados caminos el fundamento,1Page 82primero y último, que establezca con certeza las dos naturalezas —natura naturans/natura naturata, por ejemplificar esta dicotomía— que conforman el mundo cultural.

En este sentido, la Cultura, en términos generales, es la forma del desarrollo de lo humano: no como representación individual, sino en un sentido de colectividad. La Historia se presenta, en relación con la Cultura, por un lado, como el ámbito en que se manifiesta la “forma específica” de un pueblo, pues ésta se realiza sólo de manera histórica, y por otro, atendiendo a lo anterior, el estudio de la Historia posibilita, necesariamente, el estudio general de los diferentes elementos en los cuales se conforma la Cultura.2

Hasta este punto, se pretende mostrar dentro de un ejercicio especulativo, la relación entre dos nociones; a saber, en donde la Historia es la condición suficiente para el desarrollo de la Cultura. Efectivamente, al abordar el presente tema, no se trata de establecer relaciones entre hechos, ni culturales ni históricos, sino más bien se toma la acepción teórica en la cual la especulación filosófica ha establecido ciertos vínculos que posibilitan la determinación general y universal en los procesos de lo humano.

La precisión anterior resulta importante, pues no puede negarse la inclinación a pensar la Historia dentro del estudio delimitado al hecho particular y cronológico. En ello se evidencia un planteamiento problemático: “por una parte, se desarrolla el nivel del estudio concreto de la historia, aparentemente distanciado e indiferente al nivel de análisis teórico efectuado por las filosofías o teorías de la historia. Éstas, en otro nivel de análisis, elaboran conceptos o teorías sin tomar en cuenta el estudio de los hechos concretos.” (Reyes, 1999: 136).

No obstante esta problemática, el ámbito construido por la Filosofía de la Historia proporciona para el científico social las herramientasPage 83analíticas que determinan, de manera general —y en sentido universal—, el proceso histórico del hombre. Si bien en principio pareciera que la Filosofía reflexiona sobre objetos esenciales (no presentes), cierto es que sus planteamientos y conceptos derivan de circunstancias concretas. Pero, la especificidad del conocimiento filosófico dimana de su finalidad teórica: tomar en consideración la humanidad, en virtud de que esta noción no es un hecho, sino un concepto y, en todo caso, el fin más alto del conocimiento en el hombre. En razón de esto, se habla de un lenguaje especulativo, proveniente de la Filosofía, cuyas categorías teóricas se articulan en un discurso argumentativo capaz de dar cuenta, por sí mismo, de la causa primera de los sucesos.

Antes bien, cabe destacar que el término “categoría” se utiliza aquí en el sentido kantiano: como los modos por medio de los cuales se manifiesta la actividad del entendimiento, la cual consiste en ordenar diversas representaciones bajo una representación común, es decir, juzgar. Entonces, partiendo de esta postura, se puede plantear el sentido del término en correspondencia con una definición más general: “cada uno de los conceptos más abstractos que expresan los aspectos y relaciones esenciales de la realidad.” (Abbagnano, 1980: 340).

En realidad, la temática de este trabajo se expone partiendo de tres premisas hipotéticas: 1) la Filosofía Alemana de la Historia proporciona categorías analíticas que permiten identificar elementos fundamentales y esenciales de la Historia; 2) en razón de sus relaciones teóricas, estas categorías analíticas articulan, dentro un saber universal, los conocimientos que surgen de la diversidad de hechos particulares; 3) la Filosofía de la Historia posibilita la explicación (generalizante, atemporal, teleológica) de los fenómenos humanos culturales en su devenir histórico. Por consiguiente, esta postura teórica edifica una idea general de la Historia, necesaria para el investigador social, pues su sentido filosófico integrador supera la segmentación cronológica y la sobreinformación del estudio historiográfico.

Ahora bien, este enfoque teórico supone la interpretación de formas, pues el científico social no encara al hecho como un acontecimiento presente (histórico, cultural…), sino que, en todo caso, se confronta con un entramado de signos, vinculados entre sí, generados en el interior de la estructura sociocultural, los cuales resultan evidentes en tantoPage 84materia y forma del fenómeno comunicativo. Por consiguiente, desde esta perspectiva, Historia y Cultura constituyen realidades “linguales” específicas, pues es el Lenguaje la condición que permite razonar el devenir, en tanto edifica la presencia de estas realidades en el mundo propio de lo humano.

Desde este enfoque semiótico de la Cultura, ciertamente contemporáneo, la aseveración anterior se muestra con mayor claridad. En esta línea de investigación, los componentes del acto comunicativo (signos, hablantes, contextos...) se consideran estrechamente vinculados a la esfera socio-cultural; en términos amplios, la Cultura es por sí misma entendida como el lenguaje de una sociedad, con signos y sentidos propios, compuesta por diferentes sistemas de significación. En razón de estos planteamientos, se sostiene la posición de semiólogos como Umberto Eco (1978), quien al respecto concluye: “la Cultura por entero debería estudiarse como un fenómeno de comunicación basado en sistemas de significación”. (Eco, 1978: 58)

Partiendo de este mismo enfoque, Edward T. Hall (1976), define la Cultura como “el medio de comunicación del hombre; no existe ningún aspecto de la vida humana que la Cultura no toque y altere. Esto es lo que significa la personalidad, el cómo los individuos se expresan, la forma en que piensan, el cómo se mueven...” (Hall, 1976: 23).

Por lo tanto, si las Ciencias de la Comunicación analizan propiamente el hecho comunicativo —ya como proceso, o bien desde sus componentes—, y si la Cultura, entendida como sistema de signos, es el fenómeno comunicativo mismo, entonces puede establecerse, de mane- ra concluyente, la siguiente tesis: la Filosofía de la Historia, en cuanto investiga el proceso de desarrollo del hombre, se muestra como un medio que, a través de sus planteamientos, inviste potencialmente a los estudios de Ciencias de la Comunicación para el análisis y comprensión históricos de la Cultura.

Empero, la investigación histórica en Ciencias de la Comunicación evidencia un problema: la sobreinformación de fechas y datos —en los diversos estudios de los procesos comunicativos—, lejos de construir un cuerpo histórico, genera un conocimiento atomizado, sin articulación relacional, lo cual evidencia el creciente interés por laPage 85historiografía3 (narratología, monografías, cronología de hechos...), por el manejo cuantitativo de la información (descriptivismo), y en donde lo culto es cuestión de cantidad, en tanto se es apto y veloz para realizar esa captura.4

En todo caso, resulta conveniente precisar el sentido de la noción “hecho histórico” para resaltar cierta distancia filosófica frente a la historiografía. Para R. G. Collingwood (2004), este concepto es un acontecimiento sin realidad actual, pero con existencia ideal, en tanto su “materia” es el pasado, no la ocurrencia. Y entendido como acontecimiento ideal, el hecho histórico alude a un entramado de signos pretéritos (vertidos en libros, fotografías…) que se vinculan y corresponden en el sentido ideal del estudio concreto. Así entonces, este aspecto en el estudio de la Historia no contradice, en modo alguno, la pretensión del actual ensayo; por el contrario, refuerza la intención de mostrar un modo de articulación del material particular histórico, como instrumento teórico en la actividad analítica e interpretativa del investigador del fenómeno comunicativo.

Como superación de la historiografía en la investigación social, la Filosofía de la Historia, en su indagación acerca del devenir del hombre, desarrolla los medios interpretativos y reflexivos que permiten la comprensión general —y universal— de la diversidad de acontecimientos que conforman el horizonte cultural. En efecto, el orden especulativo de la Historia implica una determinación teórica de lo particular, posible a través de los signos y categorías conceptuales del discurso filosófico. De ahí que, en los siguientes apartados sólo se referirán las categorías (conceptos y relaciones) dentro del ámbito propio de la Filosofía de la Historia, con la intención de exponerlas comoPage 86herramientas —analíticas, por supuesto— que orienten la interpretación de los sucesos culturales particulares, en tanto fenómenos comunicativos

Ahora bien, estas categorías analíticas se presentarán en el sentido propuesto por Collingwood (2004), a propósito del esbozo de un sistema de corte “constructivista” que enlace las líneas más importantes de la teoría de la Historia. Partiendo de las aportaciones kantianas,5 se plantean cuatro líneas que disponen el orden del material histórico: calidad, cantidad, relación y modalidad.

Para ampliar, por calidad se entiende el objeto ideal del pensamiento, sin existencia real en tanto condición que caracteriza al objeto mismo. En el sentido de la teoría de la Historia, es la cosa ideal, definida como recreación del hecho histórico dentro del pensamiento. Por cantidad, en cambio, se establece la relación de continuidad del conjunto, en la que se esboza si la Historia es universal, o es una pluralidad de particularidades...

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