Movimientos sociales y partidos políticos en América Latina: una relación cambiante y compleja

AutorMa. Fernanda Somuano Ventura
Páginas31-53

Ma. Fernanda Somuano Ventura. Profesora-Investigadora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Dirección electrónica: fsomuano@colmex.mx

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Introducción

Durante las últimas décadas América Latina ha experimentado lo que algunos llaman “crisis de gobernabilidad”, resultado de la multiplicación de protestas sociales contra el modelo de desarrollo que seguía los lineamientos del denominado “Consenso de Washington”, la propagación de fenómenos globales en la región tales como: narcotráfico, terrorismo y corrupción, y la propia incapacidad de los sistemas políticos tradicionales –partidos, gobiernos y congresos– para manejar estar situaciones de ruptura. Los movimientos sociales se han expresado dentro de estos escenarios de forma muy diversa. Algunos, convertidos en movimientos políticos, han conseguido llegar directamente al poder e institucionalizar sus proyectos de acción política. Otros en cambio, en abierta rebeldía contra las fuerzas políticas tradicionales han desafiado abiertamente la institucionalidad democrática. Por último, algunos más han pactado con estas mismas fuerzas los términos de alianzas de gobierno que han resultado efímeras e ineficaces.

Es claro que ante el descrédito y la desconfianza que generan los partidos políticos, los movimientos sociales y sus organizaciones se han convertido en medios de expresión y canalización de demandas de ciertos grupos o sectores de la sociedad. Aunque los movimientos sociales sólo representan una parte de la sociedad civil, no se puede desconocer que éstos pueden ser generadores de nuevas identidades que den lugar a nuevas formas de representación política. Por su naturaleza, los modos de participación política no convencional o de protesta utilizados generalmente por los movimientos sociales son disruptivos del status quo y van en contra del modelo tradicional de intermediación de intereses de las democracias contemporáneas. En medio de la crisis de representación que caracteriza las democracias latinoamericanas y el desencanto de una opinión pública decepcionada por los actores políticos (principalmente los partidos), las expresiones desinstitucionalizadas de hacer política, que en ocasiones llegan a convertirse en propuestas “antipolíticas”, se vuelven muy atractivas para los ciudadanos.

La cuestión clave consiste en saber si la presencia cada día mayor de los movimientos como actores políticos se debe considerar y tratar como un desafío a la vieja democracia representativa, o como una verdadera oportunidad para ventilar y consolidar los avances democráticos ya conseguidos a través de una nueva ola de democratización alternativa. El objetivo de este trabajo es precisamente hacer una reflexión sobre la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos en América Latina. En la primeraPage 33 parte del artículo expondré una revisión sobre la literatura que explica el surgimiento de los movimientos sociales en general, haciendo referencia en la parte final al caso latinoamericano. En la segunda parte expongo una visión teórica de la compleja relación entre partidos políticos y movimientos sociales. Sin pretender dar una explicación exhaustiva de los movimientos sociales que presento, sí los utilizo para mostrar cómo puede variar su relación con los partidos según su interés y oportunidades de influir de manera directa en el sistema político a través de la acción independiente, o bien influirlo de manera indirecta a través de los partidos.

¿Por qué surgen los movimientos sociales?

Durante la segunda parte de los años noventa América Latina aparece atravesada por diferentes movimientos sociales de significación nacional. A manera de ejemplo podemos mencionar, entre otras experiencias, el levantamiento zapatista en la selva Lacandona en 1994 que hizo visibles las demandas de indígenas y campesinos cuando en México entraban en vigor los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos; la “Guerra del Agua” cochabambina y las luchas del movimiento cocalero en el Chapare boliviano que les permitió alcanzar nuevos liderazgos, una significativa presencia en el parlamento y finalmente la elección de su líder como presidente de ese país; los levantamientos indígenas impulsados por la CONAIE en Ecuador en 1996 y en 2000 que culminan en ambos casos con la caída del gobierno; la emergencia y extensión del movimiento de trabajadores desocupados en Argentina y las movilizaciones y protestas que desencadenaron la renuncia del gobierno a finales de 2001; las iniciativas de ocupaciones de tierras masivas de carácter nacional acometidas por el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil; las movilizaciones campesinas en Paraguay que jugaron un rol importante en la caída del presidente Cubas Grau; las intensas protestas sociales en Perú (particularmente la experiencia de los Frentes Cívicos regionales) que marcaron el fin del régimen de Fujimori.

Un factor que coincide con la vigorización de la sociedad civil y que ha favorecido la emergencia de nuevos movimientos sociales es sin duda la pérdida de legitimidad de algunas de las instituciones democráticas tales como los partidos políticos. Desde mediados de los ochenta, tras haberse consolidado la democracia en casi todos los países del subcontinente latinoamericano, se inició una etapa de profundización de la aplicación de políticas de corte neoliberal con distintos grados de éxito en el manejo de los indicadores macroeconómicos. Muchas de ellas tuvieron un impactoPage 34 negativo en importantes grupos de las poblaciones involucradas. Al mismo tiempo, los sistemas políticos tendieron a la inestabilidad y creciente fragilidad, reflejada en indicadores de insatisfacción con la democracia, pérdida de confianza en los partidos políticos y descrédito de instituciones como el congreso.1 De manera paralela surgió un renovado protagonismo de actores y movimientos sociales y, sobre todo en algunos países con rasgos típicamente asociados a la desinstitucionalización, la aparición de nuevos movimientos con anclaje socioterritorial.2

Ahora bien, ¿qué factores han influido en la aparición de estos movimientos? Existen diversos enfoques teóricos que pretenden explicar las razones por las que el descontento social se convierte en movilización y acción colectiva:3

Explicaciones globales. Las explicaciones globales ven a los movimientos sociales y a las asociaciones civiles derivadas o ligadas a ellos como el resultado de profundos cambios en la sociedad en la que se generan y se desarrollan. En este sentido su explicación depende de diversas teorías de cambio social. Un representante de estas ideas es Jürgen Habermas, quien ve en los movimientos sociales una reacción a la creciente racionalización de la vida moderna. Claramente la industrialización y la urbanización supusieron un gran cambio en las formas de vida y en los esquemas mentales de mucha gente. Las instituciones tradicionales básicas como la familia, la comunidad, la religión, entre otras, se vieron fuertemente alteradas por lo que progresivamente se adoptaron nuevas formas de interrelación social con nuevos significados que, sin sustituir totalmente a las anteriores, se adecuaban mejor a las nuevas formas de organización generadas por la producción capitalista y la dominación legal burocrática.4 Los movimientos sociales hacen frente al rompimiento que sufren los vínculos tradicionales del individuo con su entorno social inmediato (de clase, familia y religión) yPage 35 que dan lugar al alto grado de individualismo que, sin embrago, no conlleva la emancipación de todo tipo de control.5

Así, estas explicaciones sugieren que los movimientos sociales a los que le adjudican el adjetivo de “nuevos”, representan el cambio cultural producido en las sociedades industriales avanzadas, caracterizado entre otros aspectos, por el paso de valores materialistas a valores de carácter “postmaterialista”; es decir, el cambio de la preocupación por la seguridad física o los recursos de primera necesidad al énfasis en la autoexpresión, el sentimiento de pertenencia a la comunidad y la calidad de vida.6 Interesantemente, si los movimientos tienen una base social definida, ésta se encuentra en la clase media educada que tiene el tiempo y los recursos para organizarse y protestar. Sin embrago, el asunto central para muchas comunidades en América Latina sigue siendo la supervivencia diaria, por lo que las demandas materiales siguen siendo la bandera de buena parte de los movimientos sociales. Son principalmente las clases bajas y populares que se movilizan por razones de desempleo, salarios, servicios y vivienda.

Enfoque del proceso político o “la estructura de oportunidades políticas”. Este enfoque centra su atención en el entorno institucional y político en el que se produce la acción colectiva, especialmente en el análisis de la influencia del contexto político en la formación y supervivencia de los movimientos sociales. La mayoría del los trabajos académicos que empezaron a proponer este enfoque en los setentas, entre los que se encuentran los de Gamson, Tilly, Piven y Cloward, McAdam,7 buscaban explicar cómo cambios específicos en aspectos del sistema político crean nuevas oportunidades para la acción colectiva de un actor o un grupo de actores que lo desafían.

El trabajo de Tilly por ejemplo,8 vincula la acción colectiva con el Estado mediante dos dimensiones principalmente: la oportunidad/amenaza para los grupos movilizados y la facilitación/represión por parte de las autoridades.9 Así, lo que explica la existencia, alcance o ausencia de movilización esPage 36 el costo de la “acción colectiva”, que aumenta por la represión o disminuye por la facilitación.10

Posteriormente, en los ochentas, Sydney Tarrow11 propone algunas variables específicas del entorno de los movimientos sociales que...

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