Desafíos de la democracia sindical: El caso del SITUAM

AutorIgnacio Gatica Lara
Páginas195-217

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  1. La crisis del sindicalismo es un hecho ampliamente aceptado entre los estudiosos de la materia. Como determinantes de este fenómeno suelen mencionarse la tendencia a la disgregación o resistencia a la sindicalización que prevalece entre los trabajadores de los países industrializados, el impacto del carácter atomizado de los nuevos empleos, y la emergencia de identidades articuladas en torno a la empresa o la firma más que a los intereses gremiales; por otro lado, también se señala la desregulación laboral, como estrategia de competitividad que siguen las economíasPage 196dependientes ávidas de inversiones externas, aunada a las políticas gerenciales flexibilizadoras que reducen al mínimo la capacidad de gestión de las dirigencias sindicales.1

    Si bien este tipo de abordajes cuenta en su favor con abundante evidencia empí- rica, la lectura del fenómeno en cuestión resulta un tanto limitada en la medida en que el sustento de su explicación asume un carácter enfáticamente exógeno. Son los procesos ocurridos fuera del ámbito propiamente sindical los que terminan por incidir y colocar al sindicato en jaque; son ellos los que, según este enfoque, explican el diluido interés por la asociación, la deteriorada capacidad de convocatoria de las dirigencias y, en general, la ineficacia que suele caracterizar a la acción sindical.

    Así, sin menospreciar los frutos del enfoque referido, es notable la necesidad de profundizar en el análisis de los factores propiamente endógenos, aquellos que nos pueden brindar información sobre la naturaleza y vida íntima de los sindicatos. Algunas preguntas que merecen ser atendidas son las que inquieren sobre la condición socioeconómica de la membresía, sus perfiles culturales —incluidos los hábitos de consumo del tiempo libre—, su percepción de lo sindical, el concepto de trabajo y de las relaciones laborales predominantes, etc. De igual modo, falta explorar las visiones o paradigmas que determinan la orientación ideológica y política de las dirigencias, sus formas y mecanismos de reproducción, sus tradiciones, compromisos y vínculos, entre otros aspectos.

    Este no es el espacio para subsanar esos vacíos; no obstante, este ensayo busca contribuir a la comprensión de la crisis sindical a partir de un análisis de caso. En las líneas que siguen revisamos la experiencia del Sindicato Independiente de los Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM). Se trata de un sindicato relativamente pequeño, que en el año 2000 apenas superaba los 5 000 miembros, pero dueño de una historia interesante dado su carácter independiente respecto de las grandes organizaciones corporativas, las condiciones benevolentes de que ha disfrutado para el ejercicio de su democracia y una trayectoria de fuerte militancia dentro del espectro del sindicalismo autodefinido como independiente y democrático.

  2. En franco contraste con el prestigio externo del que goza el sindicato que nos ocupa, en su interior prevalece un acentuado ánimo crítico. Desde hace algunos años,Page 197entre algunos sectores de este sindicato ha crecido la percepción de que “el SITUAM

    no tiene remedio”, que es tal el deterioro de este organismo y sus políticas que todo esfuerzo orientado a su recomposición está condenado al fracaso; otros, más optimistas, incluso sostienen que, si alguna oportunidad existe de superar los vicios y dificultades, ésta sólo puede hallarse en la “refundación”, es decir, según esta opinión se tiene que llegar a la disolución de la actual organización sindical y proceder en forma inmediata a la creación de otra que la sustituya con nuevos principios y objetivos de acción.

    En esos intercambios de opinión poco se reflexiona sobre las consecuencias, en términos de negociación colectiva y seguridad en el empleo, que podría traer la eventual disolución del sindicato en cuestión. Tampoco se reflexiona seriamente cuando se habla de una refundación. Una medida de este tipo supone que el daño se encuentra en la institución sindical como tal, en su dimensión organizativa y, tal vez, operativa. Hace abstracción de las personas que lo constituyen y las visiones con las que le dan sentido a su accionar sindical. Por todo ello inferimos que tales opiniones carecen de un sustento rigurosamente razonado; pero, sin duda, proyectan un estado de ánimo que denota irritación, frustración, cansancio y rechazo de la forma con la cual se conduce al sindicato, enfáticamente en el terreno laboral, y de la manera en la cual se toman algunas de sus decisiones.

    Las expresiones de crítica y repudio a la política sindical del SITUAM, que culminaron en la promoción de otras opciones de representación sindical durante y después de la huelga de febrero y marzo del año 2002, confirman la interpretación que apuntamos.

    En consecuencia, la interrogante obligada atañe a la posibilidad de modificar los procesos decisorios así como las bases de una política laboral que hoy parece erigirse como la principal fuente de descrédito y conflicto para el sindicato. Más que insistir en juicios catastrofistas, aquí se sugiere que tales problemas tienen un vínculo estrecho con la construcción de la legitimidad y la vigencia de la representatividad sindical; por tanto, se propone revisar someramente el estado que guardan ambos aspectos y, de ser el caso, explorar las posibilidades de reconstituir sus bases.

    Cuando se habla de legitimidad y representatividad se alude a dos aspectos esenciales de otro rubro crucial de la vida sindical, a saber, la democracia. Para referirnos a ella tomamos como punto de partida dos premisas desprendidas de su definición, en general, y de la sindical, en particular. La primera tiene que ver con la idea de quePage 198la democracia está lejos de darse completamente por lograda una vez establecido el arreglo institucional que la sustente. Es sabido que buena parte de su atractivo descansa en la carga de futuro que le es inherente. Cualquier orden democrático siempre es perfectible, siempre tiene nuevos desafíos. Es en ese sentido que puede decirse que la democracia siempre está por llegar.2

    La segunda, estrechamente relacionada con la primera, recupera la noción de la democracia como un continuum, en oposición a la idea de democracia absoluta, o su negación total, como las únicas dos posibilidades. En la vida real resulta imposible calificar a una organización sindical como plenamente democrática; igual que puede resultar temerario descalificarla como absolutamente autoritaria o antidemocrática.

    Ejemplos que refuerzan esta conclusión fueron dados en abundancia por Ian Roxborough3 cuando analizó el sindicalismo arraigado en la industria automotriz de los años setenta y principios de los ochenta. Según este autor, quien define la demo- cracia como “la habilidad de la clase obrera para ejercer presión sobre el liderazgo con el fin de realizar acciones específicas”,4 es posible encontrar entre sindicatos, identificados como “charros”, avances importantes en su democratización.5

    De este modo, a la democracia sindical, como a la democracia política de toda una sociedad, resulta siempre arriesgado definirla de un solo plumazo. Siempre hará falta establecer los matices necesarios para ubicar sus alcances y límites.

  3. La legitimidad en un sentido amplio y moderno, como bien lo estableció Weber, no sólo supone aceptación de los gobernados o representados; supone también, y sobrePage 199todo, el ejercicio del poder conforme a la ley. De ahí que la forma de dominación que corresponde a esta forma de legitimidad sea definida por el mismo autor como “legal”, en clara distinción de las formas de dominación “tradicional” y “carismática” que identifica adicionalmente. Mientras que en el primer caso “se obedece a las normas y no a la persona”, en el segundo y tercer casos ocurre lo contrario por estar fundadas aquéllas en “la santidad de la tradición y, por tanto, de lo acostumbrado, de lo que ha sido siempre de un modo determinado”, así como “en la consagración a lo extraordinario, en la creencia en un carisma, es decir, en la efectiva revelación o gracia concedida a ciertas personas en tanto que redentores, profetas y héroes de toda clase”.6

    Tomando en cuenta esta referencia conceptual podemos deducir que en el contexto de una organización democrática la noción de legitimidad, es decir, la justificación social del poder democrático, se define como aquella circunstancia en que las personas aceptan el ejercicio del poder debido a que “la formulación de órdenes o políticas sigue las reglas que todos ellos (los miembros de la sociedad en cuestión) han suscrito”.7

    ¿Podemos decir que la vida sindical en el SITUAM se ajusta a las características de una dominación legal, es decir, de una legitimidad racional? De primera impresión algunos datos parecen responder en sentido afirmativo a la pregunta. Por ejemplo, en la historia de este sindicato es prácticamente imposible encontrar momentos de escisión que pongan en riesgo la unidad de la élite dirigente8 no obstante que sus más de 25 años de vida están pletóricos de actividad electoral. De las 14 representaciones que ha tenido, en el ámbito del Comité Ejecutivo, al menos 13 se han determinado mediante la contienda entre planillas y ninguno de los 14 secretarios generales ha repetido en el cargo. Un rasgo notable de este sindicato, en primera instancia, es la relativa circulación de dirigencias, la transparencia de sus procesos y, en consecuencia, la ausencia de impugnaciones.9

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    Otro tanto ocurre por el lado de la normatividad. No existen evidencias de una revuelta o fractura importante entre la dirigencia, formal e informal, motivada por alguna violación flagrante del orden estatutario convalidado por todos. Los problemas ordinarios de actualización e interpretación suelen encontrar una válvula de alivio en el congreso que ordinariamente año con año se realiza para, entre otras cosas, someter a discusión los asuntos organizativos y de...

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