Estado, globalización y exclusión social

AutorMiguel Ángel Vite Pérez
Páginas9-26

Miguel Ángel Vite Pérez. Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo, México. Dirección electrónica: miguelvite@yahoo.com

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Introducción

La globalización económica ha provocado cambios en cuanto a la articulación del Estado con las instituciones encargadas de regular los conflictos sociales,1 lo que ha permitido garantizar en los trabajadores y sus familias ciertos derechos sociales que pretenden evitar las penurias creadas por la economía de mercado.

De este modo, la expansión económica de los negocios privados, con una débil intervención de las instituciones estatales, fue justificada por una ideología que depositaba la esperanza de una nueva prosperidad en la dinámica del mercado,2 subordinando el bienestar social a la introducción de la mercantilización en las llamadas “protecciones sociales” –gestionadas por el Estado y prestadas como derechos universales– para evitar una crisis en las finanzas públicas (manteniendo el equilibrio entre egresos e ingresos),3 partiéndo de que un servicioPage 11 público debería ser prestado como un negocio con beneficios privados y no solamente para la recuperación de los costos de la inversión realizada.4

Por tal motivo, es necesario hablar de una globalización económica neoliberal, cuya principal característica es la mercantilización de los servicios públicos para transformarlos en objetos de un negocio privado, sin olvidar que con la ayuda de capital financiero las transacciones alcanzaron una mayor intensidad en el plano internacional porque las regulaciones estatales fueron eliminadas.

El resultado de esto fue la presencia de una nueva desigualdad social, diferente a la derivada de los ingresos obtenidos por las diversas categorías de asalariados (vinculada con la introducción de la inestabilidad laboral) y caracterizada por un empleo precario, con ingresos bajos, derivado a su vez de la ausencia de derechos sociales que favoreció la aparición de un proceso de exclusión social.

La exclusión social, al pensarse como un proceso, nos remite a los diferentes estadios por los que pasa un asalariado para transformarse en un trabajador precario, donde los vínculos sociales y colectivos (familia, sindicato, amigos, etcétera) se debilitan y terminan por romperse. Cuando esto sucede, el individuo se convierte en un “desafiliado”, es decir, en un sujeto que vive su sufrimiento en soledad, a semejanza de un vagabundo.5

En realidad, la utopía neoliberal de una “explotación sin límites” tiene su contraparte en el deseo de una sociedad donde los individuos no dependan de ningún colectivo para poder protegerse ante una situación de pobreza relacionada con el subempleo y el desempleo.6 De esta manera, el individuo será valorado en términos de su capacidad adquisitiva en el mercado.

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Por otra parte, el principio organizativo de la democracia liberal se relaciona con las diferentes ofertas que presentan los partidos políticos ante un conjunto de electores considerados más que nada como consumidores, cuya capacidad está en su voto que, en mayor o menor medida, puede resultar favorable a una determinada oferta partidista.7 Sin embargo, esta última se basa más en las posibilidades de la mercadotecnia y, en menor grado, en el cumplimiento de objetivos relacionados con el bienestar colectivo. Es por ello que existe una tendencia a fortalecer, al menos en México, el divorcio entre las protecciones sociales y las civiles, basadas en el Estado, a cambio de una responsabilidad individualizada y mercantilizada del bienestar social mediante programas de asistencia social de tipo focal donde la presencia estatal sea “mínima”.8

Pero la responsabilidad individualizada y mercantilizada del bienestar colectivo se ha traducido también en un vacío que paulatinamente ha sido ocupado por un eje de exclusión-violencia-verticalismo-pragmatismo-estancamiento-regresión.9

En consecuencia, la democracia mexicana se ha convertido en un campo de fuerzas donde la élite plural y dividida disputa los beneficios de gobernar el país en un contexto de debilidad del tejido social y, a su vez, tiene incentivos para que los líderes y gestores de algunos de los intereses colectivos quieran formar parte de aquélla al tener un mayor acceso al capital político, traducido en ventajas sociales que la mayoría no puede tener o gozar.10

El punto de partida de este trabajo es que la globalización económica neoliberal ha creado una nueva desigualdad social donde el conflicto se ha convertido en violencia directa, articulada con la violencia estructural, donde el Estado mexicano tiene una escasa capacidad para revertir sus efectos negativos sobre la sociedad.11

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Para examinar este supuesto, el trabajo se divide en cuatro partes: en la primera se analizan las características principales de la globalización económica neoliberal; en la segunda se revisan sus consecuencias sobre la organización del trabajo asalariado; en la tercera se estudia de manera breve el caso mexicano; y en el apartado final se elabora una reflexión general.

La globalización económica neoliberal

La globalización económica neoliberal no puede describirse solamente a partir de la intensificación de las relaciones comerciales en el plano mundial ni identificarse por el consumo de un mismo tipo de bienes y servicios que circulan tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, así como tampoco por la adopción de estilos de vida de parte de las élites y las clases medias que han aparecido en las grandes metrópolis.12 No debe negarse tampoco la existencia de un patrón de consumo estandarizado a escala internacional, que uniforma gustos sin importar el grado de desarrollo de los países.13

Sin embargo, el sistema-mundo capitalista14 ha mostrado su capacidad de expansión, a través de los siglos, a diferente rincones del mundo, e incluso la caída de los regímenes del llamado “socialismo real” de Europa del Este y Central le ha dado un nuevo impulso al encontrar nuevas oportunidades para realizar negocios con altos beneficios.15

Al mismo tiempo, al destruir los anteriores controles institucionales, pertenecientes al “socialismo real”, surgieron nuevas oportunidades de enriquecimiento rápido mediante negocios ilícitos, manejados por lasPage 14 mafias, dando paso a situaciones de corrupción y violencia directa, fomentada por la lucha por controlar las fuentes de enriquecimiento rápido e ilegal.16

A pesar de estos hechos, relativamente recientes, la globalización económica neoliberal ha sido posible por la imposición de una agenda de reformas económicas, desde el BM y el FMI,17 a los países subdesarrollados después de las crisis financieras surgidas en las décadas de 1980 y 1990, manifestadas como insolvencia en los pagos de sus respectivas deudas externas, confiriéndole a dichas reformas el punto de vista del capital financiero ( Wall Street ),18 debido a la necesidad de asegurar sus réditos, y exigiéndoles también una mayor apertura económica para invertir, sin restricciones legales e institucionales, en el patrimonio nacional, cuya inversión fue resultado del esfuerzo de diferentes generaciones.19

La apertura económica y la estabilidad financiera, para encontrar un “equilibrio” en las finanzas estatales, se reflejó en recortes al gasto social, lo que significó el fin del financiamiento a la demanda social por medio de los servicios públicos administrados por el Estado.20

Lo anterior fue posible por la existencia de un sistema financiero internacional controlado por Estados Unidos mediante la imposición de su divisa, el dólar, como moneda principal para la realización de las transacciones internacionales.21

De esta manera, Estados Unidos impone un señoraje porque el resto de los países, como los que componen la periferia capitalista, tienen que exportar para obtener los dólares necesarios para poder hacer frente a sus compromisos financieros.22

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Esto es una muestra de que la globalización económica neoliberal es una imposición de los intereses particulares de Estados Unidos con una aparente ideología neutral sobre el resto de los países para mantener su hegemonía.23

Hegemonía que ha tomado un cariz más imperialista, al usar sofisticadas armas para derrotar a los supuestos enemigos de la “democracia liberal”24 que impiden la trasnacionalización de sus recursos naturales, por ejemplo el petróleo, cuyo control pretenden las empresas estadounidenses.25

En este contexto, la expansión de la mercantilización de los recursos naturales, así como de las empresas y servicios públicos nacionales le ha quitado a los Estados de los países en desarrollo su base material para legitimar sus funciones de protección social y civil,26 reduciéndolas hacia su función punitiva, es decir, al ejercicio del control social mediante la violencia organizada de sus cuerpos policiacos frente a la descomposición social, cuya expresión es lo verdaderamente ilegal, lo delictivo, así como la violencia directa, es decir, los crímenes por causas diversas.27

Así, la pobreza y la miseria no son consideradas como un problema generado por la economía de mercado ni por la ausencia de políticas públicas distributivas; en cambio, se les ha mostrado como parte delPage 16 crimen. En otras palabras, se ha criminalizado a la miseria, y, en consecuencia, la respuesta que puede existir es solamente la cárcel, lo cual ha fortalecido aún más a los cuerpos policiacos.28

Por tanto, la función punitiva del Estado se ha impuesto sobre su función social; mientras, la descomposición social, que tiene como causa directa la violencia estructural en el caso de la pobreza, se atiende de manera parcial, con programas gubernamentales asistencialistas y dirigidos solamente a algunas familias pobres.29

De este modo, el predominio de lo frágil, lo momentáneo, lo precario, no puede ser eliminado por un...

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