Las fallas de popper. Una crítica

AutorEnrique Suárez-Iñiguez
CargoDoctor en Ciencia Política. Correo electrónico: esiiguez2002@yahoo.com.mx
Páginas141-156

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Karl Popper es uno de los filósofos de la ciencia más importantes del siglo XX y creador, además, de una filosofía política original. Su obra ha sido traducida a más de veinticinco idiomas; ha recibido una cantidad impresionante de premios; ha formado una escuela -el Racionalismo Crítico-; entre sus seguidores, se encuentran varios premios Nobel y ha elaborado famosos conceptos, como sociedad abierta o ingeniería gradual. Asimismo , ha reclamado el haber resuelto dos de los más importantes problemas de la filosofía de la ciencia -el problema de Hume o de la invalidez lógica de la inducción para establecer enunciados universales-, y el problema de Kant, o de la demarcación entre lo que es científico y lo que no. Ha tenido también críticos y detractores, aunque no siempre justos. Se le ha acusado, por ejemplo, de

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positivista, cuando toda su vida luchó contra esa corriente, o se le ha criticado por opiniones políticas expresadas en periódicos o entrevistas durante sus últimos años, sin saber que de joven fue socialista y sin conocer su obra de filosofía política. Algunos de sus discípulos fueron después acérrimos críticos, como Feyerabend, o negados por el propio Popper, como Lakatos. Tuvo confrontaciones académicas fuertes, como contra Wittgenstein, y de ciertos alcances, como contra Adorno y contra Kuhn. Pero, ante todo, Popper sigue siendo más comentado que conocido, más criticado que comprendido. En otras partes, he tratado de contribuir a ese conocimiento y a esa comprensión (Suárez-Iñiguez, 1992a, 1992b, 2001, 2007). Aquí lo que me interesa es hacer mi propia crítica a su obra.

Algunos de los errores fundamentales de Popper, a mi manera de ver, no están tanto en lo que dice, sino en el énfasis con que lo dice. Es ese énfasis, ese carácter absoluto que le da a sus aseveraciones lo que está mal. Pero también tiene equivocaciones y contradicciones. Veámoslo.

No cabe duda de que aprendemos por ensayo y error, pero eso no significa que sólo aprendamos así o que, incluso, debamos buscar equivocarnos. Y eso llegó a afirmar nuestro filósofo. En 1962, en su primer prefacio a Conjeturas y Refutaciones, había apuntado que "podemos" aprender de nuestros errores, pero en el prefacio de 1965 ya sostenía que "todo nuestro conocimiento aumenta sólo a través de la corrección de nuestros errores" (Popper, 1983)1 y en Poverty of Historicism aseguraba que debemos conscientemente buscar los errores (Popper, 1957: 88).2 Pero aprendemos no sólo a través de errores, sino también de aciertos. No es casual que sea un rasgo del carácter humano el tratar de evitar los errores y que la confianza venga de los éxitos de nuestras conductas. El tratar de cometer conscientemente errores nos llevaría a un estado antinatural, a una pérdida del sentido real de la vida, quizá

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a una enfermedad mental. Por otro lado, como dijo Bronowski, de los grandes errores no aprendemos. En efecto, los grandes errores aplastan.

En uno de los capítulos de Conjeturas y Refutaciones había dicho algo enteramente distinto: "para que continúe el progreso de la ciencia y no decline su racionalidad, no sólo necesitamos refutaciones exitosas, sino también éxitos positivos... Necesitamos esa clase de éxitos... Necesitamos el éxito, la corroboración empírica de algunas de nuestras teorías, aunque sólo sea [sic] para apreciar la significación del éxito y estimular las refutaciones... Una sucesión ininterrumpida de teorías refutadas pronto nos dejaría perplejos y desanimados, pues no tendríamos ningún indicio acerca de las partes de esas teorías -o de nuestro conocimiento básico- a las cuales atribuir, tentativamente, el fracaso" (Popper, 1983: 297). Nótese que aun aceptando la necesidad de los aciertos, señala que sirven "para estimular las refutaciones". No, los aciertos sirven para continuar por esa ruta, por el camino correcto, por el que nos da la salida. Popper debe de haber recibido críticas a lo afirmado en sus prefacios y en Poverty que lo llevaron a plantear estas modificaciones, pero el ensayo donde aparecen lo escribió entre 1960 y 1961 y no se publicó hasta que vio la luz Conjeturas, en 1963, en tanto que el prefacio ya citado, donde afirma que "todo nuestro conocimiento aumenta sólo a través de la corrección de nuestros errores" es posterior, de 1965.

Para 1972, en Conocimiento objetivo (Popper, 1982), parece haber ya comprendido, pues ahí ya no dice "ensayo y error", sino "ensayo y supresión de errores" o "eliminación de errores", y en The Self and its Brain va más lejos al decir que "podemos y a veces aprendemos de nuestros errores" (Eccles, 1977: 148). ¡Cambio sustancial si los hubo! Para 1991, en la conferencia pronunciada al recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid, ya aceptaba claramente que "por supuesto, sigue siendo nuestro deber hacer todo lo posible por evitar el error".3 Pero eso no fue lo que dijo antes y nunca confesó que al establecer esas modificaciones, en realidad lo que hizo fue corregir lo anterior y que, por lo tanto, aquello estaba equivocado. Por otro

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lado, al dejarlo sin referencia a lo antes escrito, estableció una contradicción, y de una contradicción, como él mismo lo apuntó, no puede derivarse verdad alguna.

Una segunda crítica se refiere al señalamiento de Popper de que no aprendemos por repetición, como Hume creía, sino aplicando el método establecido en P1 - TT - EE - P2, donde P1 es el problema inicial sobre el que elaboramos una teoría tentativa (TT), eliminamos el error (EE) y surge un nuevo problema (P2). Pero no es así: quienes observamos nuestras conductas sabemos que la mayoría de veces actuamos en función de lo aprendido, y que el aprendizaje es práctico, se da por repetición. No sólo Hume lo sabía, también Aristóteles y la mayoría de teorías sobre el aprendizaje. El estagirita lo sabía cuando escribió: "Todo lo que hemos de hacer después de haberlo aprendido, lo aprendemos haciéndolo" (Aristóteles, 1983), donde "haberlo aprendido" se refiere a la teoría de cómo hacer algo, pero el verdadero aprendizaje vendrá "haciéndolo", es decir, practicándolo, repitiéndolo.

El método P1 - TT - EE - P2, no sólo significa la negación del aprendizaje por repetición, sino que indica que tampoco lo hacemos por hábito o por rutina, sino que sopesamos y analizamos el problema o situación para elaborar una teoría que lo explique o solucione. Esta es también la discrepancia con Kuhn, que veremos en el siguiente punto. Y no sólo en lo científico. Hay muchos ejemplos de que Popper pareciera creer que en todo actuamos así: "Podríamos romper una lanza en favor de la opinión según la cual toda la historia humana es en gran medida la historia de nuestras teorías e ideas" (Popper, 1982: 272) y una y otra vez parece considerar al hombre, no sólo al científico, como un racionalista pleno, lo que lo ha llevado a minimizar el papel de las emociones en la conducta humana.

  1. F. Skinner (1981, 1979),4 el psicólogo conductista, ha señalado que no hay razón para que examinemos cada conducta y situación en la que estamos. De hacerlo, iríamos contra las contingencias naturales e incluso se podría dar un condicionamiento negativo, es decir, para nuestro caso; si cada vez que nos equivocáramos eso significara un

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avance en la ciencia, como Popper dice, habría un reforzamiento para cometer errores; sería antinatural. De nuevo, todos sabemos que la mayoría de las veces actuamos en función de lo aprendido, no nos detenemos a considerar qué hacer a cada paso; no nos detenemos a reflexionar en cada situación. Es sólo en casos difíciles, nuevos, excepcionales o cuando nos atoramos, cuando aplicamos algo así como el modelo popperiano. Nuestras conductas no siempre son intentos por solucionar problemas ni son siempre racionales y conscientemente decididas. Pasamos más tiempo repitiendo conductas que innovando otras. Como dijo Isaac Asimov: el camino de la razón siempre ha sido practicado por una minoría de la humanidad, "una pequeña minoría" (Asimov, 1982)...

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