Las relaciones exteriores entre los Estados iberoamericanos como actores de la Comunidad Iberoamericana de Naciones y el impacto en el fortalecimiento de la democracia y consolidación del estado de derecho

AutorOmar España Arrieta
Cargo del AutorInvestigador. Centro de Estudios de Iberoamérica Universidad Rey Juan Carlos de Madrid-España
Páginas185-213

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I Introducción

Se ha dicho hasta el cansancio que Iberoamérica es un término que denota el conjunto de naciones ibéricas y latinoamericanas que involucra un conjunto de orígenes comunes, en virtud de que dichas naciones comparten una historia y un legado a todas ellas común.

No obstante la Iberoamérica del siglo XX contiene una serie de situaciones y problemas muy diversos, debido principalmente a la enorme diversidad que ostenta en su propio seno; el factor común histórico-cultural referido ha permitido a dichas naciones comprender que bajo esa multiplicidad de factores y dificultades puede desarrollarse una fórmula de esfuerzos conjuntos, que faciliten la búsqueda de respuestas mediante esfuerzos coordinados, sobre todo con un compromiso en el marco de una comunidad común.

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Sin embargo el arduo camino para hallar un desarrollo económico desigual, las inequidades económicas en un contexto de aumento notable de población y la crisis actual de la democracia en ese marco de desigualdades han sido una situación demasiado conocida e imperante a lo largo de casi todo el siglo XX y que pervive (con perspectivas de permanecer) en el siglo XXI en muchos de los países iberoamericanos. La “década perdida” de los años ochenta constituye el ejemplo más claro de esa dificultad.

Los movimientos migratorios son otra de las preocupaciones que se encuentran en la agenda iberoamericana. Las dificultades que enfrentan día a día las poblaciones de varias de estas naciones son los motores que han motivado los movimientos migratorios. Históricamente, en los albores y hasta —digamos— la primera mitad del siglo XX, varias naciones iberoamericanas fueron destino constante de un flujo considerable de inmigrantes —en su mayoría españoles—. Pero esta historia se ha modificado drásticamente en la última parte del mismo siglo, en donde los flujos migratorios han cambiado de dirección, ahora desde países latinoamericanos hacia Estados Unidos de Norteamérica (EUA) y recientemente en una dirección diametralmente opuesta, es decir de Latinoamérica hacia Europa y especialmente a España.

Asimismo, los movimientos y demandas indigenistas de los países latinoamericanos, a su vez, han llamado la atención sobre los problemas singulares de las poblaciones indígenas.

Finalmente —y no por dejarlo al último es menos importante— es menester destacar que a pesar de enfrentamientos y dificultades hacia el interior del continente americano, la ambición a la integración ha continuado intacta a lo largo del siglo XX y se ha materializado en múltiples organismos de cooperación económica y política. En ese sentido, la Comunidad Iberoamericana de Naciones (CIN) se ha erigido como un esbozo de acercamiento, tratando de desdibujar las distancias perpetuadas por el Atlántico, en aras de comprender realidades distintas mediante la reflexión y la concertación de ideas para emprender esfuerzos comunes y coordinados.

Iniciativas como la de la CIN pueden incidir favorablemente en el fortalecimiento de la democracia y la consolidación del estado de derecho a nivel iberoamericano, siempre y cuando exista voluntad política de los involucrados. Este trabajo intenta desmenuzar los contenidos, alcances, dificultades y consecuencias de lo citado anteriormente.

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II Democracia en Iberoamérica

El término “democracia” es un concepto que políticamente, sobre todo en Latinoamérica, se encuentra muy desgastado dentro de los sistemas políticos actuales. Es, pues, un término envejecido y gastado y demanda una reorientación y nueva conceptualización para mantener su vigencia, y sobre todo sus efectos benéficos. No obstante, hay que aclarar que lo que está deteriorado no es la democracia como idea, como espíritu, como ímpetu, sino la democracia como forma.

Esta idea sobre el valor y el sentido de la crisis de la democracia se basa en la inseparable valoración por distinguir en todas las actividades humanas un dualismo formado por un cuerpo y un espíritu. Del antiguo dualismo de la esencia y la forma, que conserva en la mayoría de las inteligencias sus viejos rasgos clásicos, se desprenden diversas situaciones.

En ese tenor, es importante decir que una idea que ha sido realizada no puede ser considerada válida como idea sino hasta que se convierte en una realización. La forma es la idea realizada, la idea materializada. Intentar diferenciar o desvincular la idea de la forma es un artificio y un intento por engañar la esencia misma de las cosas. No es posible negar la expresión o la materialización de una idea sin negar de la idea misma. La forma actúa como un perfecto representante de todo aquello que la idea vale práctica y concretamente.

Si atendemos a la dialéctica histórica de los países, y en esa espiral pudiéramos ir atrás en el tiempo y desandar el camino histórico andado, se podría constatar con toda certeza que la repetición de un mismo experimento político tendría siempre las mismas consecuencias. No obstante, retomar una idea virgen y traducirla en una acción política nuca tendrá un resultado igual al volverse a engendrar.

Si las cosas son así —que lo son—, ello explica por qué el hombre en cuestiones donde hay una identificación “profunda” como lo son la política o la religión, termina por ignorar lo que en su partido político o en su iglesia es esencial, para sentir únicamente lo que es formal y corpóreo.

Eso mismo les pasa a todos aquellos que defienden la democracia y que no quieren creerla vieja y desgastada como idea sino como organismo. Lo que hay que defender ante este escenario es la forma perecedera de la misma y no el principio inmortal de la democracia. Es la democracia-forma la que hay que cambiar y no la democracia-idea.

Dicho lo anterior, los países latinoamericanos, en la búsqueda de una reformulación y perfeccionamiento de la democracia-forma a la que hePage 188 hecho referencia, han buscado a lo largo del siglo pasado y con mayor actividad durante el presente, fórmulas de acercamiento para facilitar la solución de los conflictos que se dan en sus propias dimensiones y respecto de sus propias realidades.

Muchos han sido los esfuerzos por crear foros internacionales donde puedan ponerse en la mesa las circunstancias de la América Latina (AL) actual y donde se ha permitido que se incluyan otras naciones no-latinoamericanas para favorecer un pluralismo de ideas y el enriquecimiento del debate, sobre todo con el potencial que tiene Iberoamérica, mismo que se muestra en el cuadro siguiente:

Cuadro 1. PIB nominal y población de los países de la CIN


Puesto Países PIB nominal 2006 Población
1 España 1’134,928 44’708,964
2 Brasil 802,039 188’098,127
3 México 776,122 104’860,000
4 Argentina 185,142 38’970,611
5 Portugal 174,816 10’529,255
6 Venezuela 140,246 26’577,000
7 Colombia 123,532 45’600,000
8 Chile 116,400 16’134,219
9 Perú 79,215 27’219,264
10 Ecuador 36,606 13’363,593
11 Guatemala 32,000 12’599,000
12 República Dominicana 28,586 9’584,000
13 Costa Rica 19,626 4’327,000
14 El Salvador 17,144 6’881,000
15 Uruguay 16,960 3’463,000
16 Panamá 15,622 3’232,000
17 Bolivia 9,427 9’182,000
18 Paraguay 8,234 6’158,000
19 Honduras 8,056 7’205,000
20 Nicaragua 4,960 5’487,000
21 Andorra 19 76,875
22 Cuba 10 11’269,000
Total 3’729,691 595’524,908

Fuente: Banco Mundial. PIB nominal (a precios de mercado) de 2005 y en millones de dólares.

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Como es bien sabido, los países de AL han sufrido drásticas transformaciones a lo largo de la última década del siglo pasado, pasando gradualmente desde modelos económicos cerrados y regímenes autoritarios hacia economías de libre mercado y sistemas democráticos. En cualquier caso, hay un sentido dominante de desilusión con respecto al desenvolvimiento de los gobiernos, tanto en el área económica como en la política.

En este contexto, el tópico central de la Cumbre UE-AL de 2004 fue la inclusión social. Al elegir este aspecto de la relación bi-regional, la UE reconoció una preocupación y un problema que se incrementa en el hemisferio occidental: la exclusión social. El ex-Comisario de la UE, Chris Patten describió la tendencia actual en LA de la siguiente manera:

[…] In almost all Latin American countries, only 9-15% of total income goes to the poorest 40% of households. Despite a decade of reforms, the gap between rich and poor is widening […] Social inequalities act as a brake on economic growth as large sections of society are unable to contribute. And politically there is a danger that people’s faith in democracy will be eroded if they consider that institutional and market reforms have failed to deliver a better quality of life.1

Ante lo anterior, las reuniones de líderes latinoamericanos han planteado cada vez de manera más patente que el esfuerzo por reducir ese gap between rich and poor ha sido muy intermitente, sin apegarse a una política duradera y sostenible, con lo cual el efecto ha sido igualmente inconstante, creando un ambiente de insatisfacción en los resultados a nivel político desde la perspectiva internacional y un ambiente de incertidumbre social y política a nivel interno. En ese marco surge la necesidad de fortalecer el espacio latinoamericano, incluyendo a los países que se han fundido históricamente del otro lado del Atlántico para formar un espacio específico y concreto, Iberoamérica.

III La CIN y las Cumbres Iberoamericanas

Como ya se dijo, este trabajo se enfoca a un esfuerzo concreto de los países latinoamericanos en conjunto con los países ibéricos, la llamada CIN. Tomando como referencia las postrimerías de la “década perdida”...

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