El escepticismo externo

AutorRonald Dworkin
Páginas60-93
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III. EL ESCEPTICISMO EXTERNO
UNA AFIRMACIÓN IMPORTANTE
En el capítulo I dije que el escepticismo moral es en sí mismo una pos-
tura moral. La afi rmación es importante y ha sido y será severamente
cuestionada. Si es verdad, el escepticismo externo fracasa por sí solo.
El escéptico externo del error sostiene que todos los juicios morales son
objetivamente falsos, y el escéptico externo del estatus, que los juicios
morales ni siquiera pretenden ser verdaderos. Cada uno de ellos se con-
tradice si su propio juicio escéptico es de por sí un juicio moral; sin
duda debe reivindicar la verdad de su posición fi losófi ca. De modo que
mi afi rmación es fi losófi camente muy ventajosa, tanto en general como
para los argumentos ulteriores de esta parte del libro. Incluso la mayo-
ría de los fi lósofos que insisten en que los juicios morales pueden ser
verdaderos o falsos discreparán de ella.1 En consecuencia, debo actuar
con cierto cuidado en su explicación y defensa.
El lector tal vez considere que insistir en que un enunciado fi losófi co
que niega la existencia de propiedades morales plantea en sí mismo una
afi rmación moral es una actitud digna de Pickwick. Y tal vez proponga
estas analogías: la observación de que la astrología es una patraña no es
en sí misma una afi rmación astrológica, y el ateísmo no es una postura
religiosa. Eso depende, empero, de cómo decidamos defi nir estas cate-
gorías. Si decimos que son astrológicos los juicios que afi rman o presu-
ponen cierta infl uencia planetaria sobre la vida humana, la proposición
de que la astrología es una patraña, que niega cualquier tipo de infl uen-
cia semejante, no es entonces un juicio astrológico. Sin embargo, si de-
nimos como astrológico el juicio que describe el carácter y la extensión
de la infl uencia planetaria, el enunciado de que esa infl uencia no existe
es entonces, en verdad, un juicio astrológico. Si defi nimos como reli-
giosa la postura que presupone la existencia de uno o más seres divinos,
el ateísmo no es entonces una postura religiosa. Pero si la defi nimos
como la que ofrece una opinión sobre la existencia o las propiedades de
los seres divinos, entonces el ateísmo es sin duda una postura religiosa.
EL ESCEPTICISMO EXTERNO 61
La cosmología es un dominio del pensamiento: una parte de la cien-
cia, entendida en términos más generales. Podemos preguntarnos: ¿qué
es verdadero y qué es falso en ese dominio? Vale decir, ¿qué es verda-
dero o falso cosmológicamente hablando? El escepticismo en relación
con la astrología y Dios delimita nuestras respuestas a esa pregunta:
estas se refi eren al problema de cuáles son las fuerzas existentes en
nuestro universo. Difícilmente podamos decir: “Como somos ateos, in-
sistimos en que nada es verdad, cosmológicamente hablando”. Hemos
ofrecido, basados en nuestro ateísmo, una opinión sobre lo que es ver-
dadero en ese dominio. La moral también es un dominio. Sus tópicos,
podríamos decir, incluyen estas preguntas: ¿tienen las personas respon-
sabilidades categóricas por otras personas, esto es, responsabilidades
que no dependen de lo que ellas quieran o piensen? Si las tienen, ¿cuá-
les son esas responsabilidades categóricas? Una persona toma partido
sobre estos problemas cuando afi rma que los ricos tienen el deber de
ayudar a los pobres. Otra persona se inclina por una posición contraria
cuando niega que los ricos tengan una obligación de ese tipo porque,
dice, los pobres han causado su propia pobreza. Una tercera persona
adopta una forma más general de esa segunda posición si declara que
nadie tiene nunca una obligación moral porque las obligaciones mora-
les solo podrían ser creadas por un dios, y no lo hay. Una cuarta persona
aduce que nadie tiene nunca una obligación moral porque no existen
las entidades peculiares que puedan constituirla. Los últimos dos escép-
ticos proponen diferentes tipos de razones, pero el estado de cosas que
cada uno de ellos proclama válido es el mismo. El contenido de las dos
afi rmaciones —lo que los distintos escépticos afi rman que sucede, mo-
ralmente hablando— es el mismo. Ambos escépticos, no solo el tercero,
hacen una afi rmación moral y, en consecuencia, no pueden, de modo
consistente, declarar que no hay afi rmaciones morales verdaderas.
Compárese: podríamos decir que ninguna afi rmación hecha por nadie
sobre la forma o el color de los unicornios es verdadera porque los uni-
cornios no existen. Pero no podemos entonces declarar que ninguna
proposición de la zoología de los unicornios puede ser verdadera.
Como dije en el capítulo I, los fi lósofos morales han insistido de
forma característica en una distinción fundamental entre los juicios
morales y los juicios fi losófi cos sobre los juicios morales. Russ Shafer-
Landau afi rma que la distinción es evidente en otros campos: “No hace-
mos matemática cuando inquirimos sobre la ontología de los números.
62 INDEPENDENCIA
Podemos mantenernos al margen de las disputas teológicas y aun así
indagar en los supuestos básicos de la doctrina religiosa”.2 Pero muchos
lósofos de la matemática sí creen que hacemos matemática cuando
declaramos que los números existen.3 Y es indudable que no nos man-
tenemos al margen de la disputa religiosa cuando insistimos en que no
hay ningún dios. Al contrario, nos situamos en el centro de esa disputa.
La distinción que fi lósofos como Shafer-Landau tienen en mente es a lo
sumo semántica. Considérese: “Las víctimas de accidentes automovilís-
ticos no pueden obtener una indemnización a menos que alguien haya
sido negligente” y “El derecho de responsabilidad civil aplica la doctrina
según la cual ‘no hay responsabilidad sin culpa’”. En cierto sentido, el
segundo enunciado se refi ere a enunciados como el primero, pero es de
por sí, no obstante, un juicio legal. Podemos tratar las teorías morales
escépticas de la misma manera, como teorías sobre juicios morales más
detallados, pero también son, pese a ello, juicios morales. Shafer-Lan-
dau agrega: “Podemos dejar nuestros libros de gramática a un lado y
aun así preguntar si la facilidad gramatical es innata”. Sí, porque esta
última pregunta es biológica y no gramatical. No hay concepción de la
biología que discrepe con las opiniones sobre la gramática correcta.
Pero al escepticismo moral no le queda otro camino que ser moral.
Algunos fi lósofos han descubierto lo que a su entender es un error
en mi argumento: padezco un bloqueo mental, creen, en lo referido a las
posibilidades de negación.4 En opinión de esos fi lósofos, un escéptico
externo sostiene que los actos no son moralmente obligatorios y no es-
tán prohibidos ni permitidos. No hay duda de que esto no delimita una
postura moral; antes bien, se niega por completo a hacer una afi rmación
moral, sea la que fuere. De modo que yo estoy equivocado, dicen, al
suponer que el escepticismo externo es en sí mismo una postura moral.
Considérese esta conversación:
A: El aborto es moralmente perverso: siempre, en todas las circuns-
tancias, tenemos una razón categórica —una razón que no depende
de lo que nadie quiera o piense— para impedirlo y condenarlo.
B: Al contrario. En algunas circunstancias, el aborto es moralmente
obligatorio. Las madres adolescentes solteras y sin recursos tienen
una razón categórica para abortar.
C: Los dos están equivocados. El aborto nunca es moralmente obli-
gatorio o moralmente prohibido. Nadie tiene una razón categó-

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