Entrevista a Rodolfo Vázquez

AutorManuel Atienza
CargoUniversidad de Alicante
Páginas191-218
ISONOMÍA No. 45, octubre 2016, pp. 191-218
ENTREVISTA A RODOLFO VÁZQUEZ
Interview to Rodolfo Vázquez
Manuel Atienza
1. La primera pregunta que quiero hacerte en esta entrevista que se
publicará en la Revista de Filosofía del Derecho que tú fundaste es de
carácter biográco. Me gustaría que nos contaras cómo fue que te in-
teresaste en la Filosofía del Derecho, y cuál fue tu trayectoria intelec-
tual antes de convertirte en iuslósofo.
Desde mediados de 1974 mi familia, padres y hermanos de origen
argentino, estábamos ya instalados en la Ciudad de México. Para en-
tonces había decidido estudiar losofía, y por diversas circunstancias,
ingresé en una universidad jesuita, la UIA, donde concluí los estudios
de licenciatura y maestría. En ese periodo concentré mi atención en la
losofía clásica y medieval, y en áreas teóricas como la epistemolo-
gía y la metafísica. Había iniciado, también en la UIA, la licenciatura
en Derecho, interesado sobre todo en aquellas materias que conside-
raba de frontera con la losofía –teoría del Estado y constitucional,
derechos humanos, penal, por ejemplo– y motivado más por una res-
ponsabilidad de justicia y servicio social acorde con el ideario jesuita
de la universidad que por un genuino interés por la profesión jurídi-
ca. Aun así, recuerdo con gran satisfacción las asignaturas que cursé
con un jurista y humanista ejemplar de nombre Efraín González Mor-
fín. En 1979 ingresé como profesor de tiempo completo en la que ha
sido hasta la fecha mi universidad, el ITAM. Entre actividades admi-
nistrativas y docentes, que requerían de una inmersión total, postergué
el inicio del doctorado y la continuación de los estudios jurídicos, hasta
que, como suele suceder, el encuentro con algunas personas, la lectura
Manuel Atienza, Universidad de Alicante. Correspondencia: Apartado de correos 99 E-03080,
Alicante, España. manuel.atienza@ua.es
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más selectiva de obras, y el mero paso de los años con un poco más de
madurez intelectual, me encaminaron a la que sería mi vocación por la
losofía del derecho.
Bajo la guía de Fernando Salmerón, hacia nes de los ochenta, ini-
cié el doctorado en losofía en la UNAM, lo que me permitió familia-
rizarme con la losofía analítica anglosajona y con autores modernos y
contemporáneos, especialmente en las áreas de ética y losofía políti-
ca. Salmerón conocía también la losofía del derecho argentina, que se
venía desarrollando con grandes resultados académicos y que él mismo
había promovido en México desde la dirección del Instituto de Investi-
gaciones Filosócas. Poco a poco me fue introduciendo en la lectura de
sus autores más representativos. Por ese entonces, la revista Doxa, que
tú fundaste, llevaba ya varios números publicados y, literalmente, los
fui leyendo de cabo a rabo comenzando por ese estupendo número in-
augural, de 1984, que me abrió las puertas al vasto mundo de los pen-
sadores y de los problemas contemporáneos de la losofía del derecho,
y que en ese momento me resultaban toda una revelación.
Creo que este periplo, que he resumido apretadamente, me fue pre-
parando para el que sería uno de los encuentros personales que más
cambiaría sin duda mi vida académica y, en muchos sentidos, perso-
nal, que tuvo lugar en 1989, en uno de los congresos nacionales de -
losofía celebrado en Xalapa, Veracruz: el encuentro con nuestro común
maestro Ernesto Garzón Valdés. Había leído algunos escritos suyos y
reseñado un libro que editó en 1985, Derecho y losofía, donde había
reunido los trabajos de varios iuslósofos alemanes contemporáneos y
en cuyo prólogo criticaba el uso indiscriminado de la expresión “posi-
tivismo jurídico” y la sospecha sobre la “complicidad positivista en la
implantación de la barbarie nazi”. Con esas pocas armas –y ahora veo
que con gran audacia– me le “apersoné” en el Congreso, y con su pro-
verbial generosidad y ese trato jovial y siempre igualitario que tanto lo
caracteriza, iniciamos una plática que se ha mantenido hasta el día de
hoy. Como era de esperarse con Ernesto, comenzaron a surgir proyec-
tos académicos de todo tipo. Uno de estos proyectos, producto de esa
primera conversación, fue la organización al año siguiente de un par de
seminarios en México. Uno de ellos estaría a su cargo y, para el otro, él

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