El juicio estético sobre lo bello. Lo sublime en el arte y el pensamiento de Kandinsky

AutorMarina Silenzi
CargoCursa el doctorado en Filosofía, en la Universidad del Salvador
Páginas287-302

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La estética kantiana nos sitúa en la superación de la representación mimética de la realidad. Es posible leer la historia del arte desde los conceptos que Kant propone de belleza adherente y de lo sublime: tanto en el clasicismo, el renacimiento y el neoclasicismo impera un modelo de belleza establecido, un estereotipo de representación relacionado con la belleza adherente. A partir del romanticismo comienzan a derrumbarse estos parámetros artísticos, principalmente, por el espíritu sublime de la época. De esta manera, Kant anticipa y marca el devenir del arte un siglo antes, aproximadamente, del quiebre que origina el romanticismo respecto de los cánones artísticos. En este trabajo, se intentan trazar las características principales del juicio estético ligado a laPage 288forma, a lo figurativo, contrastándolo con lo sublime y su íntima relación con el arte abstracto moderno.

En la primera parte, nos adentramos en la definición kantiana sobre el juicio de gusto. Es relevante presentar las ideas kantianas del juicio estético de lo bello para aprehender la diferencia respecto de lo sublime y comprender este concepto en su totalidad. En la segunda sección, nos planteamos la cuestión de la universalidad del juicio de gusto y concluimos que sólo gozan de esta propiedad los juicios que se fundamentan en el concepto de perfección. Lo interesante de este punto es destacar que Kant halla lo bello y la genialidad en lo que llama “belleza libre” de categorías. En la tercera parte nos encontramos con el pasaje de lo bello a lo sublime. Lo bello es la representación que place según una forma; la sublimidad sobrepasa el límite de la forma y alcanza la abstracción. Por último, analizamos la obra de Kandinsky y la marcada influencia de aquella categoría en el movimiento abstracto. Los fundamentos para tomar la obra del artista son tanto teóricos como prácticos: en la división que hace entre el elemento interno y el externo, y en la definición que da sobre la belleza se pueden ver las huellas de lo sublime. Debemos considerar que Wassily Kandinsky es uno de los pintores más importantes de la historia del arte, y es él quien introduce el movimiento no figurativo en la vanguardia.

El juicio estético
Lo agradable

El juicio de gusto estético tiene lugar cuando la representación1 es referida, no mediante el entendimiento al objeto para el conocimiento, sino mediante la imaginación al sujeto individual y al sentimiento de placer o de dolor generado por dicha representación. Así, el juicio dePage 289gusto no es un juicio lógico o de conocimiento, ya que la base de este último es objetiva, mientras que el fundamento del juicio estético sería subjetivo (según Kant, no puede ser más que subjetivo). Toda relación de las representaciones es objetiva, pero no cuando se relacionan con el juicio de placer en el cual el sujeto percibe de qué modo es afectado por la representación. El sujeto es consciente de la representación y de la sensación correspondiente que ésta genera, “considerar con la facultad de conocer un edificio regular, conforme a un fin [...] es algo completamente distinto de tener la conciencia de esa representación unida a la sensación de satisfacción” (Kant, 1977: 58). Es más, el sujeto cobra consciencia de la representación por el sentimiento de placer o dolor que la misma genera.

La sensación entendida como receptividad por los sentidos que conforma una representación es objetiva, mas la sensación de placer o de dolor, específicamente el sentimiento, es siempre subjetivo. Lo agradable es lo que place a los sentidos en la sensación, al igual que el juicio estético, la determinación de algo como agradable o no es independiente de todo conocimiento. Más allá del interés que existe en lo agradable y no en el juicio estético (gran punto de discusión, que el espectador experimente desinterés por cualquier obra de arte que contemple), parece no haber otra diferencia entre ambos. Entonces podemos preguntarnos por qué Kant insiste tanto en la posibilidad de universalizar el juicio de gusto y no un juicio sobre lo agradable. El juicio estético, sostiene el filósofo, no es privado, particular a cada sujeto; por este motivo, hace hincapié en la posibilidad de la comunicabilidad y la pretensión de validez común.

El motivo verdadero para pretender la universalidad en el juicio de gusto y no en lo agradable es que el primero es un juicio reflexivo o contemplativo, mientras que el segundo atiende sólo a los sentidos sin apartarse en ningún momento de éstos. El juicio estético no se queda sólo con la captación inmediata del material empírico aportado por los sentidos, sino que se apega a la reflexión. Así Kant afirma: “sería ridículo que alguien, que preciase un tanto de gusto, pensara justificarlo con estas palabras: ‘ese objeto [...] es bello para mí’. Pues no debe llamarlo bello si sólo a él le place [...] al estimar una cosa como bella, exige exactamente a los otros la misma satisfacción [...] yPage 290habla entonces de la belleza como si fuese una propiedad de las cosas” (Kant, 1977: 73). Lo agradable no es sólo, por ejemplo, un vino o una comida, sino que también lo es un color determinado o el sonido de algún instrumento particular. Un color aislado como el verde, o un sonido como el de un violín son declarados bellos por la mayoría, aunque ambos son sólo la materia de la representación, y por lo tanto, no merecen llamarse más que agradables. Las sensaciones provocadas por un sonido o un color valen como bellas solamente cuando son puras, esto es, cuando se refieren a la forma de la representación. Lo agradable hace referencia a la cualidad, y por esto no puede ser algo universal. Desde este punto de vista, un color o un sonido instrumental en sí mismos son bellos, “la uniformidad de la sensación no es estropeada ni interrumpida” (Kant, 1977: 95).

Kant hace referencia a la forma, a lo puro, que es algo totalmente abstracto y universal; quién pondría en duda la belleza del color y del sonido de los instrumentos musicales en general. En la pintura y en la escultura el dibujo es lo esencial, ya que es lo que por su sola forma place sin atender a finalidad alguna, como por ejemplo, los dibujos à la grecque o la hojarasca. Éstos no significan nada por sí, no representan ningún objeto bajo un concepto determinado. La universalidad que no descansa en conceptos es estética porque no encierra cantidad alguna objetiva del juicio, sino solamente lo subjetivo. Para definir esto, Kant emplea la expresión “sentido común” (sensus comunis). Hay una universalidad subjetiva en el juicio del gusto, y por esto, decir que “cada uno tiene su gusto particular [...] significaría tanto como decir que no hay gusto alguno” (Kant, 1977: 74).

Lo reflexivo

Ahora bien, a partir de lo expuesto podríamos observar la pretensión de Kant por alcanzar la universalidad en el juicio estético a toda costa, al punto de negar el gusto por un color o un sonido particular y relegar esto a la esfera de lo agradable. De manera justa, podemos cuestionarnos cuáles son los fundamentos que sostienen dichas afirmaciones, por qué la preferencia por un color determinado caería fuera del juicio de gusto. Además de distinguir la universalidadPage 291subjetiva del juicio de gusto y la privacidad que se da en lo agradable, y de sostener que lo agradable es más inmediato que el juicio estético porque permanece en el ámbito de los sentidos, se podría decir que no existe otro motivo para realizar dicha clasificación. Hasta podríamos considerarla arbitrariamente caprichosa.

En el parágrafo nueve, Kant pone en juego una distinción que es esencialmente central para la Crítica del Juicio (1977). El parágrafo se titula: “Investigación de la cuestión de si, en el juicio de gusto, el sentimiento de placer precede al juicio del objeto o este precede a aquél”. Y a continuación, el filósofo reconoce la importancia de esto y dice: “la solución de este problema es la clave para la crítica del gusto, por lo tanto, digna de toda atención.” (Kant, 1977: 80). Si el placer fuese lo primero, entonces dicho placer no sería otra cosa que el mero agrado de la sensación, el cual tiene una validez privada porque depende inmediatamente de la representación por la cual el objeto es...

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