El discurso filosófico sobre el terror: Habermas y Derrida.

AutorBrand, Roy
CargoJ

Resumen: Siguiendo el renovado interés filosófico por el terror y el terrorismo, el presente artículo evalúa la legitimidad y la historia del compromiso filosófico con el terror. El texto ofrece un breve recuento histórico, en el que se relaciona el terror con el dogmatismo y el fanatismo, y luego examina el tratamiento filosófico contemporáneo del concepto de terror en la obra reciente de Habermas y Derrida. En la conclusión abordo las cuestiones de la representación del terror en los medios de comunicación, sus posibles distorsiones y la tarea de la crítica hoy.

Palabras clave: comunicación, crítica, dogmatismo, medios de comunicación

Abstract: Following the renewed philosophical interest in terror and terrorism, this article evaluates the legitimacy and history of the philosophical engagement with terror. It provides a brief historical sketch, relating terror to dogmatism and fanaticism, and examines the contemporary philosophical treatment of the concept of terror in the recent work of Habermas and Derrida. The concluding section addresses the representation of terror in the media, its possible distortions, and the task of criticism today.

Key words: communication, criticism, dogmatism, media

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En años recientes, tras el horrible ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 y la subsecuente declaración de "guerra contra el terrorismo", un número cada vez mayor de intelectuales y académicos hizo suyo el proyecto de reflexionar sobre la violencia, el terror y las posibilidades de contrarrestar estas amenazas en un marco democrático. Una simple búsqueda en internet arroja como resultado más de una treintena de títulos publicados sólo en el último año sobre el problema del terror

y el terrorismo desde varios puntos de vista: filosófico, religioso, psicoanalítico, cultural, ético y político. En este "llamado a las armas" académico se expresa de verdad un sentido de urgencia; sin embargo, la legitimidad del tratamiento académico del problema del terror dista de ser evidente. En este artículo me concentro en la perspectiva filosófica; en particular en la legitimidad y la historia del compromiso filosófico con el terror. (1)

El texto se divide en tres secciones: en la primera parte ofrezco dos breves esbozos históricos, siguiendo a Sócrates y a Wittgenstein, con el fin de mostrar que la filosofía siempre ha tenido que ver con el problema del terror, entendido éste como una forma de dogmatismo o fanatismo. La segunda parte gira en torno a dos de los pensadores contemporáneos más importantes, Jürgen Habermas y Jacques Derrida, y a su análisis del terror como una falla o corte en la comunicación. La tercera parte aborda el problema del dogmatismo (sección 1), el cual, unido al análisis comunicativo del terror (sección 2), nos conduce a la representación del terror en los medios de comunicación, sus posibles distorsiones y la tarea de la crítica hoy día, asuntos de los que me ocupo en la última sección.

  1. Dos esbozos históricos

    Buena parte del debate relacionado con el terror o el terrorismo gira en torno a la propia definición del término. El "terror" no es un fenómeno reciente, pero el terrorismo global como el que enfrentamos hoy día plantea nuevas exigencias a los discursos político, jurídico y filosófico. Hay varias cuestiones que no quedan del todo claras, por ejemplo, si el terrorismo global involucra un nuevo modo de acción; cómo ha de distinguirse del crimen o de la "situación de guerra normal"; si el terror es sólo de grupos o individuos sectarios o si también los estados practican el terror. Además, dado nuestro agitado ambiente político, el término está sujeto a usos o abusos de acuerdo con las distintas agendas de los participantes. Siempre es el otro el que desencadena el terror. Y todos los terroristas afirman estar reaccionando a un acto de terror previo. En este texto no me interesa ofrecer una definición de "terror"; mi objetivo es más bien entender los problemas más generales que atañen a sus estructuras y dinámica. Lo que argumentaré aquí es que el ciclo de violencia se entremezcla con un ciclo de pensamiento, y por ello quiero empezar considerando que el terror es, ante todo, una actitud: una forma de dogmatismo que no reconoce la validez de conjuntos de creencias y valores diferentes.

    Permítaseme añadir las siguientes aclaraciones en cuanto al uso que hago de términos como "dogmatismo" y "dogma".

  2. Un dogma en sí mismo no equivale a terror. Puede haber muchos dogmas inocuos conviviendo en paz con otros (por ejemplo, los judíos ortodoxos en Brooklyn, los amish en Pensilvania). Un dogma se puede traducir en acción violenta sólo cuando se sigue fanáticamente. Uso "fanatismo" entonces para indicar el elemento de pasión o de afirmación extática del propio dogma.

  3. No es el contenido del dogma lo que importa, sino su modalidad o forma. Quiero alejarme de la cuestión del contenido ideológico del dogma (sea musulmán, judío, cristiano, utópico o anarquista) para concentrarme, más bien, en su estructura y fuerza; esto es lo que entiendo por "dogmatismo". Considero que este "enfoque formalista" es más conveniente, pues la discusión del contenido conduce rápidamente a un callejón sin salida, mientras que la discusión de la forma permite a los participantes tener una base común sobre la cual pueden coexistir las diferencias. El resultado es que el terror no es propio del mundo islámico o no occidental; puede haber diferentes bandos practicando el terror en la medida en que cierran los ojos y los oídos a los otros y traducen su convicción absoluta en acción violenta. El terror nace, por consiguiente, de una convicción inflexible en nuestra forma de vida, que no permite a los otros expresar sus diferencias. En ciertos casos, esta convicción absoluta se convierte en una auténtica pasión (se sigue hasta el fanatismo) y sólo entonces se puede traducir en acciones violentas que aprueban el autosacrificio y la matanza indiscriminada de otros.

    1.1. Sócrates

    Si de verdad el terror es, en primer lugar, un modo de pensamiento dogmático y sólo posteriormente se convierte en una forma de acción, entonces la filosofía, desde sus orígenes en Grecia y hasta el presente, está intrínsecamente relacionada con el terror. Los diálogos socráticos empiezan reaccionando a la afirmación de certeza o conocimiento absoluto expresado por los expertos de la época --los sofistas que afirman saber lo que es el bien; los políticos que afirman saber cómo deberían ser los estados justos; o los artistas que afirman saber de qué se trata la belleza--. A Sócrates no le interesa reemplazar una idea del bien, lo justo y lo bello con otra; más bien, a través del cuestionamiento incesante, pone al descubierto la falta de conocimiento de sus interlocutores. Los diálogos tempranos no conducen a ninguna conclusión más allá de la destrucción de la convicción inicial; terminan en un estado de aporía, esto es, con un enigma, una pregunta sin respuesta, una situación de confusión o vergüenza --por ejemplo, en el Eutifrón, la piedad es deseada y no deseada por los dioses: ambas posturas se justifican a lo largo del diálogo, pero son mutuamente excluyentes--.

    Ésta, desde luego, es una descripción muy parcial. Se puede decir correctamente que los diálogos socráticos ponen de manifiesto las tendencias opuestas, no hacia la apertura, sino hacia la reificación. (2) La muerte de Sócrates es, después de todo, la primera explicación de una disposición a morir por razones puramente filosóficas. La filosofía, desde sus comienzos en la Grecia antigua, aspiró al ideal de una verdad eterna, y este ideal'la distanció de su presente. La tesis platónica, tal como la interpreta la tradición, era que si palabras como "bien", "justicia", "belleza" o "ser humano" tenían algún sentido, entonces éste debe relacionarse con la esencia de las cosas --una esencia" inmutable--. Éste o aquel "bien" pueden ir y venir, pero la palabra "bien" conserva su significado más allá de la multiplicidad de sus ocurrencias; se trata de una idea eterna. Según este enfoque esencialista, la tarea de la filosofía...

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