Disciplina y espacios públicos. El caso de la EIME, 1915-1932

AutorAimer Granados García
Introducción

Durante el periodo comprendido entre 1876 a 1910 se introdujo en México la pedagogía moderna, se crearon y multiplicaron las escuelas normales, se ofrecieron carreras técnicas a los obreros, y con ello la educación superior alcanzó una época de oro. La Revolución mexicana encontró entonces un terreno abonado para dar continuidad a los planes educativos del país. En las políticas educativas de la revolución, el ramo de los estudios técnicos tuvo especial interés puesto que el país requería mano de obra calificada para dar sustento al desarrollo capitalista que recién llegaba a los puertos terrestres y marítimos, adentrándose lentamente al país vía el ferrocarril. De la creciente importancia que cobraba la educación técnica para la época que se estudia, da cuenta el prospecto de la Escuela de Ingenieros Mecánicos Electricistas (EIME) del año de 1922:

La elevación de la antigua Dirección de Educación Técnica a la categoría de Departamento autónomo revela, suficientemente, que la Secretaría de Educación tiene un concepto preciso de la finalidad e importancia creciente de este linaje de conocimientos, y, en consecuencia, ha estado desarrollando un programa de decidida protección y estímulo a esta enseñanza que responde a profundas necesidades nacionales.

Pero, concordante al desarrollo de la educación en todas sus áreas y niveles, el naciente Estado de la revolución también se preocupó por formar un ciudadano que respondiera a las nociones del individuo moderno, urbano, cívico, disciplinado, moral, respetuoso del orden y de la sociedad. En estos aspectos el artículo estudia, durante el periodo que transcurrió de 1915 a 1932, cuáles fueron las políticas educativas que proyectó la EIME, con el objeto de formar ciudadanos disciplinados, morales y cívicos. Más específicamente se examina cuál fue la dinámica disciplinaria que imperó en la Escuela, ¿qué tipo de micropoder se instauró entre las autoridades de la Escuela y sus estudiantes?, ¿cómo funcionó y se orientó la educación cívica y moral en la institución? Pero, más importante todavía, se investiga cómo estos aspectos del proceso educativo de los estudiantes de la EIME repercutieron en algunos asuntos de la vida cotidiana de los jóvenes. Particularmente cuando los estudiantes se involucraron en situaciones extracurriculares que, desde la perspectiva de las autoridades de la Escuela, afectaban la disciplina y la moral impartida en la institución. Me refiero a eventos en los que los alumnos se relacionaron con el en torno de la Escuela: salones de billares y de juego, la calle como espacio público y el vecindario. En relación con estos eventos se explora una hipótesis según la cual los estudiantes, así como otros sectores sociales como las mujeres, los obreros, los artistas y en general la sociedad, poco a poco se iban familiarizando con procesos de una cultura urbana inédita en muchos de sus aspectos. Poco a poco dicha cultura se fue abriendo camino entre la tradición, la modernidad y la revolución.

Aunque la educación que se impartió en la EIME fue técnica, en un marco de búsqueda de eficiencia, progreso, disciplina y urbanidad que el país vivía por la época, esta Escuela buscó formar ciudadanos técnica y moralmente útiles al país y a la sociedad. La educación técnica no impidió o excluyó la posibilidad de que el proceso se viera complementado con la búsqueda de un ideal de ciudadano moralmente apto para enfrentar los tiempos de la industrialización y de la construcción del Estado de la revolución. Por el contrario, fueron dos procesos simultáneos que se agregaron el uno con el otro. Sin embargo, como se muestra en el desarrollo de este trabajo, a pesar de los tiempos de revolución, el tipo de educación moral que se impartió durante los años veinte, en algunos de sus aspectos, tuvo continuidad en relación con lo que habían propuesto los liberales del siglo xix.

Desde el punto de vista de los estudios históricos desarrollados en México, esta investigación se inscribe en dos temáticas muy sugerentes y poco desarrolladas en nuestro medio. Defino a la primera como el proyecto de la construcción de una moral cívica, en el sentido de formar un ciudadano moderno. Dicho proyecto no es nuevo para el periodo en estudio, pues ya está presente en los ilustrados de finales del siglo xviii. La segunda temática está asociada con el surgimiento de una práctica cultural urbana, algunas de cuyas expresiones fueron inéditas para la época en estudio, aunque hay que decir que ya durante el porfiriato se puede hablar de una cultura urbana. Esta práctica cultural urbana se analiza en relación con un actor social, el estudiantado de la eime e, igualmente, con el impacto que sobre la mentalidad del alumno tuvo la calle y algunos espacios de sociabilidad como bares y juegos de billar. Lo interesante de la investigación es que se estudia la forma en que los espacios públicos externos y cercanos a la institución desafiaban constantemente los valores construidos al interior de la Escuela. No obstante, se advierte que un análisis más profundo de esta situación ha debido analizar los modos concretos en que el espacio público representó un "peligro" para la disciplina y la moral cívica impartida a los estudiantes de la EIME. Es decir, estudiar el espacio público moderno como un espacio en el que "se congregan, comunican y actúan los hombres"; como un ámbito de sociabilidad con todo lo que ello implica: nuevos valores, construcción de una nueva identidad social e inéditas prácticas culturales antagónicas con los valores impartidos en la institución.

Cuerpos vigilados para disciplinarlos

Antes de entrar en materia es bueno establecer algunos datos de carácter histórico sobre la EIME, así como proporcionar un acercamiento al perfil del estudiante que ingresaba a esta institución.

Aprovechando la infraestructura que había establecido la Escuela Nacional de Artes y Oficios (ENAO) fundada en 1867, a principios de 1915 el ministro de Educación pública de Venustiano Carranza, Félix F. Palavicini, en un amplio programa de formación de obreros técnicos, consideró la propuesta de crear una escuela de ingenieros mecánicos y electricistas. Una vez aprobada la idea, el nuevo establecimiento fue llamado Escuela Práctica de Ingenieros Mecánicos, Electricistas y Mecánicos Electricistas (EPIME-ME), denominación que estuvo vigente hasta 1921, cuando pasó a denominarse Escuela de Ingenieros Mecánicos Electricistas (EIME). El 8 de abril de 1932, la EIME deja de existir para convertirse en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME). Este estudio hace referencia principalmente al periodo en el que la institución se conoció como EIME. Al igual que la ENAO, la EPIME-ME –en su corta duración– y la EIME, funcionaron en el ex claustro de las hermanas agustinas conocido como el ex Convento de San Lorenzo, ubicado en el número 38 de la calle Allende de la ciudad de México.

La EIME recibía dos tipos de alumnos, ambos externos. El primer grupo, llamado de los "numerarios" o "regulares", podía tomar los cursos de obrero, maestro o ingeniero, con lo cual optaba al título respectivo. El otro grupo era el de los "supernumerarios", constituido por estudiantes que previa autorización de la institución, podían tomar aisladamente cursos o asistir a las prácticas de los talleres.

Tal y como lo señalaba el reglamento de la EIME de 1916, para ser alumno de esta escuela, cursos diurno o nocturno, se requería tener más de 15 años de edad, tener la aptitud física necesaria para los trabajos del taller y no padecer enfermedad contagiosa; igualmente estar recientemente vacunado, presentar certificado de haber terminado la educación primaria elemental si el candidato solicitaba ingreso a los grados de obrero y, de educación primaria superior si se deseaba ingresar al grado de maestro; acreditar buena conducta y pagar por adelantado la suma de 24 pesos anuales. Además de los anteriores requisitos, los aspirantes a los cursos de maestro debían presentar un examen de conocimientos y pagar por adelantado la suma de 36 pesos. Terminados los estudios de maestro, el alumno podía continuar con los cursos conducentes al título de ingeniero mecánico electricista. Para ser inscrito como alumno supernumerario se debía elevar una solicitud firmada por el aspirante al director de la institución, además de cumplir con los tres primeros requisitos mencionados con anterioridad. De acuerdo con el número de materias o talleres que se tomara, el estudiante supernumerario pagaba 5 pesos (dos cursos) o, 24 pesos (tres o más materias) anuales.

Michel Foucault ha establecido que desde...

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