El debilitamiento de los fetiches modernos y la multiculturalidad

AutorPablo Lazo Briones
Páginas17-40
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El debilitamiento de los fetiches modernos
y la multiculturalidad
El problema de la fetichización moderna de la ciencia
y la razón humanistas
La miopía frente a la multiculturalidad como fenómeno originario, como dato
material, se debe al espejismo demasiado creído de una sola cultura humanis-
ta luminosa y autosatisfecha, un espejismo que no es simplemente el resulta-
do de una percepción violentada, sino, al contrario, de una percepción gratificada en
exceso, acomodada a la fácil costumbre de lo suyo y sólo de lo suyo (lo que implica
quizá una violencia mayor).
Este autoclausuramiento protector de las narraciones con que nos contamos lo
que somos y de la imaginaría de lo que hemos sido, este blindaje impenetrable que
asegura la constancia y vigor de nuestras prácticas culturales, se sostiene en unos
cuantos fetiches que hacen las veces de puntales que sostienen ya con dificultad el
enorme edificio de Occidente y de las provincias occidentalizadas periféricas (peri-
feria que hoy día abarca prácticamente todo el orbe). Fetiches como la invención del
Hombre, de la Historia, de la Ciencia y de la Razón, seguramente todos ellos con-
tenidos y compelidos en lo que ha venido llamándose sistema mundo y que puede
ubicarse en el Fetiche de los fetiches: la Cultura Única del humanismo.
Decimos debilitamiento como lugar de asistencia y persistencia de un aconte-
cimiento que no acaba de suceder, que no culmina propiamente, pero que es inne-
gable por su contundencia desde hace al menos dos siglos. Tales fetiches sufren un
debilitamiento, no están debilitados, ya que es un proceso que sigue menguando de
manera asidua, necia, nuestras instituciones políticas, nuestra saturación mediáti-
ca, nuestro lenguaje estético, la posibilidad de generar nuevos mitos y ritualidades
CrítiCa del multiCulturalismo, resemantizaCión de la multiCulturalidad
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verdaderamente vinculantes en nuestras sociedades, en nuestros centros de acumu-
lación y búsqueda de los saberes y tecnologías que presumimos como clave de un
progreso cuyo significado es, si se ve desde la perspectiva de sus usos y abusos en la
historia, más bien siniestro.
Asistimos a tal debilitamiento en el espacio de la modernidad humanista frag-
mentada, horadada por sus propios puntales de apoyo, que derrama los sentidos (pro-
hibidos u olvidados, pero al fin suyos) que como asiento permanecían acumulados al
fondo de la enorme estructura de sus caras visibles. Tal visibilidad es lo que hoy se
nos hereda como una miopía frente a lo propio y a lo extraño, la herencia moderna
es la distorsión de las imágenes de la Cultura Única Humanista y de otras culturas
que, en la misma miopía, se llaman tales sólo por derivación o analogía con la
primera. Con Patxi Lanceros, hablamos de una modernidad cansada en (o de) su
autopercepción y autoinvención. Hablamos de la fatiga de sus modos y de su “múl-
tiple fractura: la quiebra de un modelo que apostó por la eternidad y ahora muestra
su desvalimiento, su vulnerabilidad”.1 Como él muestra, el fracaso de la modernidad
humanista en estos sentidos no implica su interrupción o acabamiento, aunque sí su
irrupción constante en nuestros tiempos con otros modos, o restos, que los hegemóni-
cos, propios de una tradición que se creyó demasiado su propio discurso absolutista.2
El proyecto moderno humanista que se proponía edificar un mundo a la medida
de la propia imagen del sujeto, valiéndose de toda suerte de recursos racionales para
conseguir la calculada proyección de sí y el aseguramiento de su mundo, advino al
final en el fetiche de una única cultura humanista, autoposicionada como la empresa
misma de la extensión sin medida de su propio sentido de re-presentación.3 Ésta es
justo la razón para hablar de un proceso de fetichización en la modernidad que nos
alcanza, que acaso nos persigue: al fetiche le basta su representación para generar
a su alrededor adhesiones y pasiones, no es menester que presente, de hecho, la
materialidad de su significado; por ejemplo, basta con la fetichización de un Estado
poderoso y no la presentación del poder mismo, o bien, basta con la fetichización de
una cultura humanista (una sola) y no la presentación de lo humano mismo (múltiple
1 Lanceros, P. La modernidad cansada y otras fatigas, p. 25-6.
2 Intentando barruntar tiempos mejores, P. Lanceros dice al final de su texto introductorio, op. cit.,
p. 26: “De un modo u otro esos restos constituyen nuestro presente, nuestro mero presente de indicativo,
que ya no es moderno sin poder ser otra cosa: posmoderno, por ejemplo. O que ya no es modelo que se
impone sino modo que se expone: a otros, con otros, contra otros.
Quizá la modernidad ya no nos protege con su aura ni nos ampara con sus promesas. Pero tampoco
nos seduce un prefijo. La apuesta y el reto no son ya ganar tiempo sino pensar y actuar de otro modo.
O modificar —sin garantías, sin la coartada de ningún absoluto— los modos que nos instruyen en este
tiempo. De un modo a otro, de un modo u otro. No de cualquier modo”.
3 Heidegger, M. “La época de la imagen del mundo” en Sendas perdidas, pp. 78 y s.

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