Entre cristianos y judíos: linajes, ratones y otras impertinencias

AutorJavier Meza G.
CargoProfesor-investigador del Departamento de Política y Cultura, UAM-X
Páginas113-131

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Chanfalla.- Por las maravillosas cosas que en él se enseñan y muestran, viene a ser llamado Retablo de las Maravillas; el cual fabricó y compuso el sabio Tontonelo debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, caracteres y observaciones, que ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna raya de confeso, o no sea habido y procreado de sus padres de legítimo matrimonio; y el que fuere contagiado destas dos tan usadas enfermedades, despídase de ver las cosas, jamás vistas ni oídas, de mi retablo.

Miguel de Cervantes, "El retablo de las maravillas"

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Los grupos humanos son o pueden dejar de ser una sociedad no solamente por un tipo de economía o un sistema político, sino también gracias a la figura idealizada de un caudillo, a los colores de una tela, a los límites geográficos, a unas notas musicales, al clima o por la simple agua del bautismo. Hasta una humilde piedra les puede dar identidad y fusión. En sí, las identidades no constituyen fenómenos inmutables: ellas se construyen y reconstruyen permanentemente recurriendo a la memoria y el olvido. Y, en muchos sentidos, la identidad es una transitoria ficción: raza, clase, conciencia, realidad, símbolos y espíritu han respondido a los afanes clasificadores de contener lo volátil, lo efímero, lo irreductible de la vida, casi siempre bajo las estrechas redes del orden establecido. Cualquier comunidad política es siempre cambiante y, aun cuando permanezca, sufre modelaciones diversas.

El nacionalismo como ideología y la aparición de los Estados nacionales son una realidad decimonónica. Sin embargo, como fenómeno no surgen de la noche a la mañana. La mayoría de sus componentes quizá pertenecen a la noche de los tiempos, por ejemplo el elogio de climas, tierras, ciudades, gentes (etnocentrismo). Otros, más nuevos, lo preceden, lo anuncian, apenas unos siglos antes, como la idea de raza ligada a la religión. En otras palabras:

...si esa típica forma de comunidad política que es la nación ni existe propiamente ni, en consecuencia, actúa en la Historia de Europa hasta un momento dado, muy próximo a nosotros, muy moderno, es necesario, una vez sentado lo anterior, añadir que con ello no quiere decirse que no hayan existido antes otras formas políticas de vida en común: otras formas cuyo principio de fusión y cuya capacidad de obrar han presentado una intensidad que difícilmente se puede dejar de reconocer1

En efecto, las exclusiones del mundo moderno, como las persecuciones contra minorías raciales que el nacionalismo en algunas latitudes ha impulsado, constituyen un principio de fusión que apareció pronto en los inicios de la formación de los Estados modernos. En algunos casos fue de tal intensidad que, por un lado, constituyen todavía un doloroso ejemplo que nos advierte acerca de la capacidad destructiva yPage 115 delirante de nuestra especie y, por otro, nos pueden ayudar a explicar o entender mejor el complejo surgimiento de las propias naciones modernas y sus influencias en diferentes contextos.

Un caso muy especial lo constituye el problema de los judíos convertidos a la fuerza al cristianismo en España, y el establecimiento de los Estatutos de limpieza de sangre que les prohibían desempeñar o ejercer ciertos cargos pretextando una impureza racial. El origen del complejo problema es muy antiguo. La presencia del pueblo hebreo en la península ibérica para algunos investigadores se remonta a épocas tan lejanas como la del rey Salomón (961-922 a. C.) en donde se narra el esfuerzo de construir una flota para comerciar con la lejana Tarsis, identificada con Tarteso, ciudad que cita Herodoto y que quizá se ubicaba al sur de España. No obstante, hoy se acepta que ya desde antes del siglo IX a. C, los fenicios poseían en las costas andaluzas negocios comerciales y metalúrgicos y colonias agrícolas permanentes. Es posible que el contacto comercial se diese mediante el llamado Karum. Es decir, una vieja forma comercial de origen mesopotámico en donde la sociedad estaba constituida por un Templo o príncipe y los ejecutores de la aventura comercial.2

Otro momento importante de la llegada hebrea a la península lo constituye la profanación del Templo de Jerusalén por las legiones romanas de Pompeyo Magno durante la conquista de Siria y Palestina (63-62 a. C), lo cual, sin duda, provocó una diáspora.

Pero el primer conflicto oficial que se registra en España entre la Sinagoga y la Iglesia católica fue en el Concilio de Elvira (La romana Illiberis; antigua ciudad episcopal que estaba cerca de Granada) celebrado entre 303 y 309. En sus cánones 16, 49, 50 y 78 encontramos los primeros testimonios de las polémicas cristianas contra los judíos. La polémica nos indica que la disputa ideológica venía dada como consecuencia de que los cristianos, como religión dominante desde el siglo IV en el imperio romano, buscaban la cohesión y el control social. Sin duda, la identidad se construye prohibiendo; y la cristiana partió de la exclusión y la marginación. Así, el canon 16 rechazó matrimonios entre cristianos y judías y tildó (c. 49) de "vana y burlada" las bendiciones que los rabinos vertían sobre los frutos del campo de los cristianos. Por lo visto la Iglesia sentía temor de que para algunos creyentes no existiese diferenciaPage 116 entre una y otra religión. Además, la autoridad siempre tiene celos de que sus representados crean en otra cosa que no sea ella. Por lo mismo a la desobediencia se le amenazó con "la exclusión total de la Iglesia". Otras prohibiciones fueron no comer en compañía de judíos bajo amenaza de no poder comulgar (c. 50) y no adulterar con sus mujeres (c. 78), obviamente no por respeto sino para no "contaminarse".

Básicamente el cristianismo surgió como una secta judía que buscó ser heredero de la religión madre mediante la oposición. De ella heredó las Sagradas Escrituras y la esperanza mesiánica que los cristianos vieron cumplida con Jesús. Desde su origen se vieron a sí mismos como "la auténtica culminación de la tradición religiosa judía", de ahí que "el antijudaísmo se percibe como un elemento inherente al cristianismo".3 Según éstos, los judíos no supieron comprender las Escrituras, fueron deicidas,4 y por eso, como castigo, en la historia siempre se les encontraba dominados y perseguidos. Los tres postulados anteriores posiblemente surgieron entre los siglos I y II, y pasaron a constituir el núcleo de decenas de textos polémicos Adversus Iudaeos, donde el más famoso es el del obispo Juan Crisóstomo, predicado entre el 386 y 387, y que surgió posiblemente para combatir la influencia social y religiosa que tenían los judíos. Es decir, el pueblo del libro representaba un fuerte competidor para la religión oficial. Por lo mismo ésta se encargó desde el siglo IV de darles a las doctrinas antijudías un principio teológico-jurídico para definir el estatuto de los judíos respecto a la Iglesia. Así se definió que: 1) El triunfo de la Iglesia cristiana y su calidad de religión oficial demostraba que la ley mosaica era una ley caduca, 2) El triunfo también indicaba que ahora los gentiles eran el verdadero Israel, 3) El verdadero Mesías era Jesús y, 4) Los agravios que continuamente sufrían los judíos, como la destrucción de Jerusalén y su exilio y su inferioridad social y religiosa dentro de la sociedad cristiana, se debían a la reprobación divina.

La hábil utilización del triunfo propio y el señalamiento del dolor o de la desgracia del otro para demostrar que uno tiene razón forma parte de los razonamientos cristianos contra el pueblo del libro. De ahí que éste siempre señalase que los cristia-Page 117nos traducían e interpretaban los textos sagrados según su conveniencia. Las principales acusaciones contra los judíos fueron armas ideológicas que durante siglos no se han dejado de usar. Lo cual nos indica que el poder de la Iglesia, como el de muchos otros poderes, se fraguó mediante la persecución y el intento de exterminio del sempiterno chivo expiatorio. Las críticas al judaismo, como ya indicamos, se crearon desde los inicios de la disputa. Uno de los primeros y más relevantes autores lo fue el principal poeta cristiano de la antigüedad latina, Aurelio Prudencio Clemente. Nació en la Hispania Tarraconensis en el 348, su Adversus Judaeos, que se encuentra en su obra titulada Líber Apoteosis, posiblemente escrita hacia el año 400. En ella encontramos sistematizados los principales argumentos de los cristianos contra los judíos, mismos que veremos aparecer durante el siglo XV, en el momento de más tensión entre las dos religiones. Según Prudencio, en la Biblia ya se habla de Jesucristo, pero como los judíos se cubren el rostro para orar siempre fueron ciegos para reconocerlo. Además, nunca entendieron a Moisés, y por eso adoraron el Becerro de oro construido por Aaron. La adoración del Becerro se convirtió en el paradigma del rechazo del verdadero dios. Por tal motivo, la divinidad ordenó que todos ellos deberían sufrir cautiverio hasta el final de los tiempos. Lo anterior se demostraba con el Libro de Daniel donde el profeta señaló tres cautividades. Las dos primeras tenían un límite de tiempo, pero "la tercera no tiene límite y ha de durar hasta el fin de la historia".5 Asimismo, el patriarca Abraham fue circuncidado para que fuera padre de los creyentes no circuncidados. Y sus desgracias como pueblo perseguido demostraba sus pecados, pero el más terrible era el deicidio, pues injuriaron, flagelaron y crucificaron a Cristo y, por eso, los que reconocían a Cristo tenían la obligación de esclavizar a los que no lo reconocían. Acerca del deicidio hay que considerar que, según Jiménez Patón

... con la teología Nicena ya más desarrollada, se pudo magnificar el carácter de crimen en la muerte de Cristo. Los judíos son descritos como enemigos de Dios que cometen un acto cósmico de traición a Dios, contra el soberano del universo. Así el asesinato de Cristo se convierte en...

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