El conflicto de una sociedad dividida

AutorAlejandro Cavallazzi Sánchez
CargoLicenciado en Filosofía por la Universidad Panamericana (México D.F.).

Licenciado en Filosofía por la Universidad Panamericana (México D.F.).

Realizó estudios en la Kierkegaard Felowship Summer Program (St. Olaf Collage, Northfield, Minesota, E.E.U.U.).

Participó en el Homenaje a Soren Kierkegaard a 150 años de su fallecimiento en el que expuso el artículo: "El amor preferencial y el amor cristiano en Sören Kierkegard" y Miembro de la mesa panel.

Es colaborador de las revistas Crisol, Utopía y el Inquilino.

Ha publicado: La eternidad del mundo en el pensamiento medieval: Tomás de Aquino, Siger de Brabante, Boecio de Dacia y Juan Peckham, en los cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, EUNSA en coautoria con Hector Velásquez Fernandez,

"El conflicto de una sociedad divida", Editorial Tierra Firme, México D.F., 2006

La diversidad dentro de nuestro país

Octavio Paz solía decir que las culturas son cruces de camino, no muros. En ese sentido podemos encontrar a lo largo de la historia de la humanidad que las más grandes civilizaciones han sido producto de encuentro de culturas, y no de un purismo u ostracismo étnico. Tal fue el caso de los antiguos griegos que fueron puente entre las primeras tribus balcánicas, jonios, dóricos y cretenses en comunidad con las culturas del medio oriente: Egipto, Persia y regiones de Mesopotamia. Más aún, podemos decir de los romanos, quienes integraron lo mejor de cada pueblo bajo una misma administración y así se podría seguir en sucesivos análisis descubriendo una y otra vez que en los grandes capiteles de la historia se da el encuentro y no la separación. Esta ha sido la tónica auténtica de la cultura.

México es reconocido como una de las naciones con mayor riqueza cultural en el mundo y esto se debe precisamente a que en nuestro suelo se han encontrado un número impresionante y a veces difícil de creer de pensamientos y tradiciones.

Comencemos por el México antiguo. Sin duda alguna en el período precolonial en este lugar, se encontraba la mayor diversidad cultural del continente. A la llegada de los españoles, el imperio azteca era el eje cultural de toda la región, que incluso tenía comunicación con el imperio inca hasta el Perú. Pero los mexicas eran apenas la última manifestación de centenares de pueblos y docenas de culturas que habían transitado por la tierra de los volcanes. Mil años antes que ellos, los olmecas fueron los primeros en peregrinar, seguidos de los toltecas contemporáneos a los mayas, y apenas anteriores a los mixtecos y zapotecos del valle de Oaxaca. Cada uno de estos pueblos tuvieron diversas aportaciones culturales. Los olmecas fueron conocidos como la primera manifestación religioso-cosmológica que sería repetida una y otra vez como modelo en los pueblos subsiguientes. Los mayas conocidos por sus notables y reconocidos descubrimientos científicos en las matemáticas y la astronomía, los toltecas con su impresionante plástica en arquitectura y pintura y los mixteco-zapotecas en su profundo conocimiento acerca del cuerpo humano. Como mencionábamos los aztecas fueron la manifestación y el receptáculo de todos estos logros, reflejados en una administración aunque centralista y basada en la guerra, eso sí muy eficiente.

La llegada de los españoles constituiría la revolución cultural más grande del milenio. El recién unificado reino de Castilla y Aragón venía saliendo de las epopeyas medievales. Encantados por luchas espirituales contra moros e infieles, inspirados por las historias de caballeros, de lugares míticos y de monstruos nefastos, la España de aquel tiempo constituía una relación tan complicada de reinos y...

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