Centroamérica y el mundo en los albores del siglo XXI

AutorJosé Luis León
CargoProfesor-investigador del Departamento de Política y Cultura, UAM-X
Introducción

Con miras a avanzar en la demostración de esta hipótesis, el presente artículo se compone de tres secciones. La primera se encarga de detectar algunas tendencias que permitirían explicar la inserción de América Central en el mundo contemporáneo. El texto identifica cuatro tendencias, a saber: 1) una disminución de la importancia geopolítica de la región en la agenda contemporánea, hecho que se corresponde con la relativa indiferencia de Estados Unidos hacia la región; 2) un fortalecimiento de Estados Unidos en el mundo posbipolar que, en el plano hemisférico, se refleja de facto en la formación de una zona de libre comercio que incluye a Norteamérica y la Cuenca del Caribe, pero no necesariamente a los países del Cono Sur; 3) la pérdida de competitividad de Centroamérica en los mercados internacionales, y 4) las transformaciones de la cooperación internacional, con creciente presencia de temas, actores y estrategias de cooperación que no formaban parte de la agenda de discusión en años anteriores. La segunda sección del escrito analiza con cierto detalle (a partir del fin de la Guerra Fría) la política exterior de algunas potencias mundiales en relación con Centroamérica; además, revisa el terreno empírico de algunos temas identificados en la primera parte. De esta manera, y con la intención de brindar ejemplos relevantes, se estudian las posiciones que hacia Centroamérica han manifestado los siguientes actores de la política internacional: 1) Estados Unidos; 2) la Unión Europea y 3) Japón. El panorama que emerge de este análisis es el de una clara hegemonía de Estados Unidos en la zona, así como una posición de relativo bajo perfil de la UE y Japón, entidades que parecerían percibir a América Central como área de indiscutible influencia estadounidense. Por esta razón, es claramente verificable una creciente convergencia en las tácticas y estrategias de política exterior de las tres potencias en el área.

La tercera y última parte del artículo realiza una breve semblanza de los cambios que ha experimentado la política exterior de México hacia Centroamérica a partir de 1979. La tendencia general que se advierte transita de un apoyo a los movimientos revolucionarios a finales de los setenta a un énfasis en la construcción de infraestructura y la conectividad regional en el Plan Puebla-Panamá, ideado por el gobierno de Vicente Fox. Aunque las perspectivas de Centroamérica en el nuevo sistema internacional no parecerían del todo favorables, la región es y seguirá siendo una zona vital para la política exterior de México. Por razones históricas, de lenguaje común, vecindad geográfica y proyectos para un futuro compartido lo que sucede en esta región es muy relevante en términos del interés nacional mexicano. Por ello se considera que, independientemente de las características que adopte la inserción de Centroamérica en el orden mundial que aún se está construyendo, México debe mantener una política exterior de alto perfil en esa área geográfica.

Centroamérica en el nuevo sistema internacional: algunas tendencias

La naturaleza del sistema internacional de la Posguerra Fría es objeto de intensos debates entre los estudiosos de las Relaciones Internacionales. Aunque no hay consenso en cuanto a los actores, las modalidades de cooperación y conflicto y las posibles alianzas en el nuevo sistema internacional, a estas alturas parece claro que el orden mundial del siglo xxi será un sistema altamente excluyente y segmentado. En esta línea de razonamiento, es posible identificar al menos cuatro tendencias que habrán de afectar la política internacional de Centroamérica en los años por venir, y que en conjunto configuran un panorama de marginalización de dicha área. Las tendencias son:

1. En los noventa, Centroamérica recobró el papel relativamente marginal que tradicionalmente tuvo en la política internacional

El énfasis de sus relaciones exteriores ha pasado en los años ochenta de los temas geopolíticos y de seguridad a cuestiones económicas y de cooperación internacional en los albores del siglo xxi

Al comparar el número de artículos periodísticos y de investigación que se produjeron acerca de Centroamérica en los años ochenta con los que se han producido en los noventa, se comprueba que en la actualidad hay un menor interés académico por los acontecimientos de la región centroamericana. En una perspectiva económica y política más amplia, la escasa relevancia del tema centroamericano en la agenda internacional de los noventa se relaciona íntimamente con el poco interés de las distintas potencias (Estados Unidos, la Unión Europea, Japón), con respecto a los asuntos del istmo. En el caso particular de Washington, este “abandono” no debería llamar a sorpresa: es parte de un ciclo recurrente de interés y desdén de Estados Unidos hacia la región centroamericana, iniciado por lo menos desde mediados del siglo pasado.

La relativa neutralización de los movimientos revolucionarios y la turbulencia social en la región, así como el éxito de los procesos de negociación entre las fuerzas insurgentes y los distintos gobiernos, ha facilitado la reactivación de la economía centroamericana en los noventa. En el cuadro 1 se observa que en los años ochenta la tasa de crecimiento en Centroamérica se situó por debajo de los indicadores de la economía internacional, de Estados Unidos y, también (lo cual es suficientemente ilustrativo en el contexto de la “década perdida”), del ritmo de crecimiento de las economías latinoamericanas. Así mismo se observa que la crisis de los ochenta afectó de manera muy diferenciada a los países de la región: mientras El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua registraron tasas de crecimiento del PIB inferiores a la media regional, Costa Rica y Panamá superaron éstas. Belice, por su parte, creció al 4.4 por ciento, promedio superior no sólo al de Centroamérica y América Latina sino al promedio de la economía mundial en su conjunto. En contraste, durante los años noventa se registraron indicadores que muestran una notable recuperación económica. Considerada en su conjunto, en los noventa América Central registró tasas de crecimiento superiores a Estados Unidos, América Latina y la economía mundial. El pib de todos los países de la región –a excepción de Nicaragua– aumentó a tasas mayores que el promedio latinoamericano y mundial.1

Al mismo tiempo, el fin del conflicto centroamericano ha facilitado la integración regional, que había entrado en una fase crítica a partir de la “Guerra del Futbol” entre Honduras y El Salvador en 1969. En efecto, hacia finales de los ochenta parecía que el proceso de integración centroamericano –que se había distinguido como uno de los esquemas más exitosos de integración en el ámbito de América Latina– había entrado en una fase terminal. En los últimos años, sin embargo, ha sido notable el relanzamiento del proceso de integración: en 1960, el intercambio comercial al interior de los países integrantes del Mercado Común Centroamericano era de 7.0 por ciento, se disparó a 26.0 por ciento en 1970, descendió a 15.5 por ciento en 1985, y ascendió de nuevo a 21.5 por ciento en 1996.2 En el contexto latinoamericano Centroamérica es, de nuevo, como ocurrió en los sesenta, una de las zonas en donde el comercio intrarregional resulta más vigoroso.

A pesar de estos avances, la región continúa siendo altamente dependiente de la economía internacional, cuyo pronóstico para los próximos años no es del todo favorable. Más aún: el anuncio de una posible recesión de la economía estadounidense a principios del año 2001 ciertamente alimenta el diagnóstico pesimista acerca del futuro inmediato de Centroamérica, habida cuenta de la estrecha relación que la economía de esta región mantiene con el país del norte.

2. Reafirmación de la hegemonía de Estados Unidos en Centroamérica y la Cuenca del Caribe, aunque no necesariamente en el resto de América Latina

Tras el fin del conflicto bipolar, la mayor parte de los países latinoamericanos realizó un diagnóstico en el sentido de que el mundo que se perfilaba en los noventa sería unipolar. Se pensaba que ninguna potencia poseía las fortalezas económicas, militares, políticas o diplomáticas para crear un contrapeso real a Estados Unidos. Cierto desde un punto de vista estático, y acaso falso en una perspectiva dinámica y de largo plazo, este diagnóstico parecería sustentar gran parte de la actual visión internacional y las acciones de distintos gobiernos en América Latina. También la de actores extrarregionales que, o bien se han mantenido al margen de América Latina, o bien han actuado en ella con una extrema cautela. Para decirlo en palabras de Peter Smith, en los noventa Estados Unidos ganó, en relación con América Latina, una “hegemonía por default”.3

Aun cuando en el plano mundial el predominio de Estados Unidos se podría cuestionar, en el ámbito regional la primacía estadounidense queda por encima de cualquier sospecha. Un somero análisis de los intercambios...

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