Artesanas, jornaleras y mineras

AutorMarisol Cruz Cruz - Irma Lorena Acosta Reveles
Cargo del AutorLicenciada en Economía y Maestra en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) - Doctora en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Zacatecas
Páginas12-52
espacios de la sociedad rural. Ciertamente equidad y participación ciudadana
no bastan para la convivencia democrática, pero son dos de sus prerrequisitos.
En los análisis realizados subyace la convicción de que lo que ocurre en
el capitalismo, en las economías nacionales y agro latinoamericano son el
marco de referencia obligado para entender la situación actual de la mujer y
las familias del medio rural en general, y en el campo zacatecano en
particular. Como se podrá apreciar, a través de la lectura de este libro, el
análisis descansó en el bagaje teórico y metodológico de disciplinas sociales
diversas, a fin de captar de modo más comprensivo y en su complejidad, un
mosaico de tópicos locales que ofrece numerosas facetas y resume múltiples
determinaciones.
Diciembre de 2011
ARTESANAS, JORNALERAS Y MINERAS
Marisol Cruz Cruz
Irma Lorena Acosta Reveles
En este escrito se plasman los resultados de un estudio que analizó el trabajo productivo y
reproductivo de tres segmentos de mujeres trabajadoras del medio rural en el estado de
Zacatecas, reparando en la evolución de sus roles económicos hacia los últimos 30 años, en
el marco del neoliberalismo. Asumimos al neoliberalismo como un periodo de cambios
radicales en todas las dimensiones de la vida social, con efectos en extremo negativos para
la clase trabajadora, y más aun en las naciones subdesarrolladas; es en este contexto que el
aprovechamiento del trabajo femenino reporta regularmente mayores beneficios al capital
Las avances productivos en la etapa neoliberal, relacionadas con la innovación
constante de tecnología para la extracción del plusvalor, implica también que se demande
fuerza de trabajo con características particulares para los nuevos procesos laborales. De ahí
las exigencias de mano de obra barata, abundante y flexible En el escenario neoliberal, el
trabajo de la mujer rural cumple con esas exigencias. En la constante búsqueda de nuevas y
mejores fórmulas para la generación de riqueza, se ha visto en el trabajo femenino muchas
ventajas, toda vez que la mejora tecnológica demanda para tareas muy específicas mano de
obra no calificada, pero más ágil y dócil; y así las mujeres entran a relevar a los hombres en
algunas actividades.
Por otra parte, la realidad nos muestra que las mujeres rurales, además de estar
ahora más presente en el mercado de trabajo, siguen realizando la mayor parte de las
actividades propias del hogar rural y cuidan de los hijos. Pero no sólo eso, también las
encontramos cada vez más como gestoras de recursos públicos, en la actividad política
como masa, y en menor medida como líderes natas para atraer servicios a su comunidad. Y
es común que todo el trabajo que realizan, en gran parte sin remuneración, lo hagan por
ayudar al hombre en su responsabilidad como principal proveedor de recursos para la
familia, pues esta forma de pensar sigue presente en el medio rural.
A pesar de la trascendencia del trabajo de la mujer en los campos de cultivo y en las
zonas rurales, por tradición se le ha considerado complemento al ingreso de la familia,
escasamente se le aprecia como un trabajo necesario para satisfacer necesidades sociales en
un sentido más amplio.
Sobre el aporte social del trabajo productivo y reproductivo de la mujer, diferentes
enfoques han dado respuestas. Por ejemplo, desde el enfoque de género que hace suyo el
sector público, se explica que el ámbito reproductivo o privado es un espacio socialmente
construido para la mujer y que el ámbito público o productivo es para el hombre, razón por
la cual han emprendido la tarea de visibilizar el trabajo de la mujer para que comience un
proceso de empoderamiento. Desde el enfoque neoclásico llama la atención el
planteamiento del costo de oportunidad, que hace alusión a que la mujer puede acceder a
un salario pero a cambio debe renunciar a dedicarse a las actividades del hogar y el cuidado
de los hijos. Desde la Economía Política Marxista también hay respuestas.
Nosotros recuperamos la tesis que parte de señalar las razones del subdesarrollo
(Figueroa, 1986), y explica porqué en estas zonas existen excedentes de población. Así
podemos entender que la exclusión de la estructura productiva orilla a la población
trabajadora a buscar otras formas de sobrevivencia para atenuar su condición de pobreza,
impulsando y consolidando formas de producción no capitalista como el comercio
informal, la piratería, o la economía campesina. Aquí es donde creemos, tiene sentido el
trabajo de la mujer: como el ingreso del jefe de familia resulta insuficiente para reponer y
reproducir la fuerza de trabajo, ella también tiene que trabajar para proveer a la familia de
lo necesario para subsistir. Sin embargo observamos que incluso con su aporte y esfuerzos
la familia no logra escapar al ciclo de reproducción precaria (Acosta, 2007: 8).
El trabajo de la mujer, por sus cualidades de ser dócil, la delicadeza que le imprime
a ciertas mercancías, su puntualidad, escaso ausentismo laboral, y por no exigir mejores
salarios ni prestaciones, se ha convertido en sostén de algunos procesos productivos, entre
ellos la cosecha de hortalizas que requiere ciertos cuidados para llegar a los grandes centros
comerciales con los mejores estándares de calidad o la operación de cierto tipo de
maquinaria de alta tecnificación para la mayor extracción de plusvalor. Sin embargo, como
no todas las mujeres en edad de trabajar son requeridas por la estructura productiva, buscan
por su cuenta maneras para proveerse de lo necesario para subsistir. Consideramos que
incluso en estas actividades destinadas a la sobrevivencia se contribuye de algún modo a la
necesidad de reproducción del capital. Es el caso de las mujeres que se desempeñan como
trabajadoras domésticas, vendiendo productos que recolectan (conejos, ratas de campo,
víboras, nopalitos, frutales, hierbas medicinales) y que no requiere de la intervención de la
mano del hombre para existir, pero que son de consumo humano.
El Estado y las instituciones que difunden la ideología dominante han tenido mucho
que ver en el proceso de integración de las mujeres a las actividades productivas. Es así que
tras la crisis económica de mediados de los setenta, se comenzó a resaltar el trabajo de la
mujer fuera del hogar, comenzando un proceso de reconocimiento de la labor de las
mujeres, cuando en realidad el trabajo de la mujer era necesario para contener la situación

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