Apertura y privatización en la pesca mexicana (el caso de Sinaloa)

AutorYolanda del Carmen Ponce Conti
Páginas163-187

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Introducción

A partir de la década de los ochenta, al igual que la mayoría de países latinoamericanos, México vivió acontecimientos que culminaron en el abandono de los patrones de crecimiento que habían imperado desde la segunda posguerra. Los esfuerzos por superar el perfil primario-exportador y lograr la industrialización apoyándose en procesos sustitutivos de importaciones y en políticas comerciales proteccionistas, si bien lograron establecer una industria endógena productora de bienes de consumo duradero, desembocaron en economías con sectores industriales altamente ineficientes, desintegrados, con elevado contenido de bienes importados (intermedios y de capital) y con serios problemas en el frente externo, sin haber logrado los objetivos del desarrollo inicialmente planteados.

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Las dificultades surgidas del nuevo entorno internacional en la consecución de los recursos necesarios para continuar financiando las economías deficitarias apegadas a los mode-los sustitutivos de importaciones (recuérdese la “crisis de la deuda”) y el éxito espectacular de algunos países del sudeste asiático en lograr la industrialización “vía exportaciones manufactureras hacia las naciones desarrolladas” (Krugman y Obstfeld, 1999), ejercieron una poderosa influencia en el viraje de las políticas y prácticas comerciales de los países latinoamericanos desde el arranque mismo del cambio estructural. En el caso de México, su ingreso al gatt en 1986, que culminó un acelerado y unilateral proceso de apertura, y la posterior firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (tlcan), en vigor desde enero de 1994, terminaron delineando los contornos de la economía abierta (y privatizada) en que se transformó nuestro país desde entonces.

En el marco de los países en desarrollo, desde el inicio de los procesos de apertura y hasta los años noventa, la atención en materia de comercio pareció centrarse en el asunto de la conexión entre apertura comercial y competitividad, como si entre ambas existiera una relación directa y simple. En años recientes, después de las incumplidas promesas sobre grandes mejoras en el bienestar social pronosticado a raíz de las negociaciones de la concluida Ronda Uruguay,1la polémica ha tendido a desplazarse hacia la consecución de un sistema mundial de comercio más justo y equitativo que reconozca las asimetrías entre países, tal como lo documentan Stiglitz y Charlton (2007). De allí que la nueva ronda de negociaciones abierta por la Organización Mundial de Comercio (omc) en

Doha, 2001, incluye como asunto central las preocupaciones

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sobre el desarrollo y reconoce que el comercio internacional puede desempeñar una función primordial en su promoción y en el alivio a la pobreza (ibid.).

A más de dos décadas de iniciados los procesos de apertura y a través del caso sinaloense, principal productor y exportador de camarón y atún, especies de exportación por excelencia de la pesca nacional, en el presente ensayo interesa hacer algunas indagaciones acerca de las implicaciones de dichos procesos en relación con el sector pesquero en México a la luz de los cambios en el ambiente internacional en torno a la cuestión desde el inicio de dichos procesos hasta nuestros días.

Globalización y comercio

El surgimiento de la globalización, entendida como una creciente integración de lo nacional dentro de la economía internacional (Bhagwati, blogs), ha sido ubicada por numerosos estudiosos en los años setenta, pero es hasta la siguiente década cuando se perfila con mayor nitidez debido a la generalización de las llamadas Nuevas Tecnologías de la Información y el surgimiento de nuevos procesos y productos, muchos de los cuales afectaron enteramente los intercambios comerciales al volver obsoletos los factores tradicionales2de ventaja comparativa (Porter, 1991).

En la década de los ochenta, junto al avance del fenómeno globalizador, paradójicamente, el mundo presenció la aparición de un proteccionismo comercial al interior de las potencias económicas bajo formas sutiles y distintas a las barreras arancelarias utilizadas con anterioridad. Por un lado, y en el

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discurso, dichas potencias pugnaron por el libre comercio “demandado por la globalización” y presionaron a los países en desarrollo (la mayoría con economías largamente protegidas) para acelerar la adopción de políticas librecambistas. Por otro lado, de manera recurrente, adoptaron prácticas tendientes a debilitar el multilateralismo comercial representado en organismos como el antiguo Acuerdo Mundial sobre Aranceles y Comercio (gatt, por sus siglas en inglés) a través de promocionar medidas de proteccionismo unilateral. Al respecto, Bhagwati (1991) menciona dos formas mediante las cuales la Comunidad Europea y Estados Unidos establecieron barreras a la entrada para proteger algunos de sus sectores: la “vía alta”, con restricciones voluntarias a las exportaciones y convenios sobre ordenación de mercados, entre otras; y la “vía baja”, en la cual se incluyen medidas sobre derechos compensatorios y antidumping, contenidas en la legislación sobre prácticas comerciales leales. Debe mencionarse, además, la aparición de barreras veladas al intercambio comercial bajo la forma de restricciones sanitarias y/o medioambientales, que han afectado sobre todo al intercambio de productos primarios (comodities) provenientes de economías en desarrollo.

Comercio mundial pesquero y países en desarrollo

El Subcomité de Comercio Pesquero3de la fao (Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación), en informes

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recientes, ha señalado el gran dinamismo y rápida expansión del comercio mundial de pescados y mariscos, cuyo valor en 2006 creció a una tasa de 9.5% con 86 mil billones de dólares,4 y en 2007 el crecimiento fue en un porcentaje cercano a 7%, llegando a los 92 billones de dólares. Los países en desarrollo han sido partícipes importantes en tal dinámica,5confirmando su lugar de exportadores netos; hoy en día contribuyen con la mitad del valor de las exportaciones mundiales de productos marinos, mientras que en las naciones desarrolladas se origina 80% del valor de las importaciones correspondientes (COFI: 2 de junio de 2008).

Entre los nuevos procesos y productos surgidos con la globalización en materia de pesca, destacan los relativos al cultivo de especies marinas bajo condiciones controladas, de los cuales, sin duda, la emergencia y rápido desarrollo de la camaronicultura, desde la segunda mitad de la década de los ochenta, es el que más ha impactado a los mercados mundiales, posibilitando la continuidad del largo liderazgo del camarón, que en la actualidad aporta 16.6% (cerca de 10 billones de dólares) del valor total de las exportaciones. Reconocido por especialistas como el más importante comodity de origen pesquero en el ámbito internacional, entre captura y cultivo alcanza niveles cercanos a los 6 millones de toneladas, de las cuales, alrededor de 60% ingresa a los circuitos mundiales del comercio (Gillet, 2008).

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El rápido crecimiento económico del intercambio pesquero no es el único fenómeno observado en el mercado externo, la complejidad es otra de sus características notables. Ya sea en captura o en cultivo, las exigencias crecientes de cumplir con altos estándares de calidad e inocuidad, así como el cuidado ecológico bajo formas responsables en términos sociales y ambientales, siguen ganando considerable terreno. Los pronunciamientos más recientes pugnan por lograr un comercio de productos pesqueros que responda a una gestión sustentable de los recursos naturales, cuyas bases están contempladas en el Código de Conducta para la Pesca Responsable (Nuevos retos…, 5 de junio de 2006), signado ya por la mayoría de las naciones costeras hacia mediados de la década pasada. Por su liga estrecha con el posicionamiento comercial en el terreno internacional, para los países en desarrollo, tal complejidad se va constituyendo en un reto cada vez más difícil de eludir.

Hasta ahora, y primordialmente, la atención se ha centrado en el cumplimiento de las altas normativas de calidad y los requerimientos de certificación, al tiempo que se enfrentan las frecuentes amenazas de embargos a productos provenientes del mar, algunas cumplidas, como en el caso del atún (por la captura incidental de delfines), y otras prácticamente latentes, como la que pende sobre el camarón silvestre mexicano (y la instalación de equipo para la exclusión de tortuga marina). No obstante, prácticamente permanecen intocados aspectos fundamentales para el tránsito hacia una gestión responsable, señalados de manera constante en estudios recientes, sobresalen: la sobrecapacidad de pesca que continúan soportando pesquerías de alto valor comercial, problemática agravada en la pesquería de mayor

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demanda en el mundo por la introducción de subsidios6(básicamente al combustible) detectados hacia inicios del presente milenio; la postergación en la adopción de tecnologías amigables con los ecosistemas; y la necesidad de fortalecer a las instituciones involucradas en el manejo de los recur-sos naturales a partir de políticas inclusivas7de acuerdo con los nuevos paradigmas del desarrollo (Gillet, 2008; Banco Mundial, 2003). Los últimos, son aspectos que han resultado más difíciles de atender después del mayor empoderamiento de grandes intereses privados en las pesquerías más redituables a raíz de los procesos de ajuste a que se sometieron la mayoría de países en desarrollo. Debido a ello, y contra la idea común de que los grupos más vulnerables presentan los mayores obstáculos para revertir el deterioro de la naturaleza, especialistas del Banco Mundial sostienen que “el bloqueo de reformas por parte de grupos poderosos...

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