Deliberacion y confianza en el mundo. Sobre Morality, Self-Knowledge and Human Suffering, de Josep Corbi.

AutorBroncano, Fernando
CargoRese

Josep E. Corbí, Morality, Self-Knowledge and Human Suffering. An Essay on The Loss of Confidence in the World, Routledge, Londres (Routledge Studies in Contemporary Philosophy, 38), 2012, 254 pp.

Este es un libro sobre la distancia reflexiva y la ceguera moral. Josep Corbí nos propone una novedosa contribución a la larga controversia sobre el constructivismo en teoría moral con un argumento de adscripción particularista que implica varias importantes consideraciones metaéticas. El particularismo, como es bien conocido, sostiene que las propiedades morales de una acción no son ejemplificaciones de principios generales (Dancy 2009, p. 1), y que, por consiguiente, el juicio moral no exige necesariamente la aplicación de principios a la descripción de la acción para discernir su carácter moral. Es una reacción al kantismo que sostiene la indispensabilidad de los principios en cuanto constituyentes del juicio moral. Para "tener un caso" (empleando la metáfora jurídica anglosajona), Corbí necesita, en primer lugar, una caracterización creíble de la posición kantiana; en segundo lugar, evidencia razonable de que dicha posición no consigue su fin de dar cuenta del juicio moral con respecto a los contraejemplos; en tercer lugar, si la tesis pretende un alcance largo en teoría moral, el momento crítico debería abrir una fase constructiva con una propuesta alternativa intuitivamente aceptable. Aunque el espectro de autores kantianos es muy amplio, Corbí se centra en las versiones de Christine Korsgaard y John Rawls. El crítico no convencido, por su parte, podrá aducir que la posición kantiana no está caracterizada con suficiente fidelidad, que la evidencia aducida no es suficiente o, quizá, que la posición alternativa es mucho menos creíble que la que está en el banquillo. Mi lectura del libro no ha observado ninguno de estos fallos (aunque es muy posible que una lectura ortodoxamente kantiana pudiera contradecirme). Por el contrario, considero que el libro consigue un buen argumento antikantiano y abre una perspectiva original e intrigante. Las mayores aportaciones del libro están en sus finos análisis de los casos morales invocados, que aportan penetrantes consideraciones sobre la estructura del daño, como base del juicio moral, y, en segundo lugar, en sus prescripciones metaéticas sobre el carácter de la escritura en filosofía moral. Corbí logra en esta obra un paso sustancial en el programa particularista, un argumento al que los kantianos no pueden no responder y, sobre todo, un ejercicio de epistemología moral de incontestable relevancia metodológica y, añadiría, moral, tanto para el filósofo como para el lego en problemas de ética.

Un agente moral es, desde un punto de vista kantiano, una "persona de principios", es decir, una persona capaz de convertir las razones de su acción en máximas generalizables o leyes a las que somete su acción. La normatividad de la acción no está en el puro hecho de que la acción se defina por un objetivo, sino en que su misma definición pueda convertirse en un principio. Esta normatividad es, para esta concepción, la frontera real de lo humano en el mundo. El kantiano alega que esta normatividad inyecta "necesidad" en la pura contingencia de la acción. El segundo componente de la concepción kantiana es que esta necesidad proviene de la autoconstitución del agente como agente moral o, dicho con términos más tradicionales, de la autonomía del agente. Es decir, la actuación bajo máximas es al tiempo la forma de adquisición de una identidad moral. El argumento que desarrolla Corbí tiene por objetivo convencernos de que la promesa kantiana solamente se puede llevar a cabo introduciendo formas de dualismo que a) vuelven inconsistente el proyecto y b) lo convierten en moralmente improductivo. La argumentación se desenvuelve en tres movimientos: en el primero, examina el dualismo en el dispositivo que permite a un sujeto elaborar un juicio moral; en el segundo, examina el dualismo en la misma fábrica del sujeto moral; en el tercero, propone la atención y la conciencia expresiva frente a la reflexión y la conciencia declarativa. En resumen, un sujeto sensible y perceptivo frente a un sujeto de principios. Mi acuerdo sustancial con el libro no evita, sin embargo, que pregunte si su solución no será aún demasiado dependiente de una dicotomía entre primera y tercera personas y poco perceptiva de la necesidad de la segunda persona en la mirada moral.

  1. El problema de la distancia: los desapegos del sujeto moral

    El dispositivo (1) que, para la tradición kantiana, permite al agente deliberar y juzgar correctamente es ponerse en el lugar del otro en ciertas condiciones que hacen posible que el juicio resultante adquiera la categoría de máxima. Corbí elige la versión rawlsiana, la cual consiste en dos demandas: razonar en la "posición original" y emitir un juicio que pase el control del "equilibrio reflexivo". En este modelo se suponen únicamente ciertas condiciones mínimas de agencia moral: ser racional y poseer cierto sentido de la justicia y el bien. A tales agentes se les pide ponerse en una situación hipotética donde se ignoren las características de constitución biológica o posición social del interesado, y, en semejantes condiciones, elaborar un juicio al que pueda asentir dadas sus intuiciones como agente. Corbí argumenta que, de entrada, el mecanismo solamente puede funcionar si supone una distinción--no explícita en Rawls--entre los juicios acerca de situaciones que el agente no ha experimentado y juicios acerca de situaciones de las que el agente tiene experiencia: juicios hipotéticos y juicios efectivos. En segundo lugar, el dispositivo exige, aduce Corbí, un supuesto de concordancia (Corbí 2012 p. 14) entre los juicios hipotéticos y los juicios efectivos, suponiendo que el razonamiento se desarrolle correctamente.

    Cabría esperar que, con este punto de partida, Corbí negase la convergencia de juicios y hipotéticos y reales añadiendo así un argumento más a los muchos críticos de la demanda liberal y constructivista de imparcialidad y neutralidad (Benhabib y Cornell 1987; Benhabib 1992). Ciertamente, Corbí critica este supuesto de convergencia que supone y exige un agente capaz de distanciarse de la situación particular. Todos los críticos del constructivismo han entendido que esta distancia produce déficits de visión de los componentes morales de la situación, posición que también Corbí comparte. Sin embargo, su análisis no se basa en la usual distinción entre un "otro concreto" y un "otro generalizado" tan extendida entre aquellos. Tal distinción se aplica generalmente a un análisis bipartito del proceso deliberativo (puesto que el agente debe "ponerse en el lugar del otro en esa situación), mientras que Corbí propone un modelo tripartito que le permite abordar los mecanismos de ceguera producidos por la distancia sin suponer fallos en el proceso generalizador, como ocurre en todos los adherentes a la distinción "concreto/generalizado". Los fallos en el dispositivo generalizador, tal como lo entienden los críticos, se basan de un modo u otro en suponer una especie de standpoint o privilegio epistémico del otro concreto que se pierde en el caso del otro generalizado. Pero esta estrategia tiene poco recorrido puesto que el kantiano se siente respaldado en una exigencia de normatividad de los juicios, a la que el crítico sustentado en el privilegio epistémico no es capaz de responder adecuadamente.

    La presencia del tercer agente es fundamental en la estrategia del libro. Nace del examen de varios ejemplos a los que nos referiremos más adelante. Sostiene que esos casos de daño no pueden ser analizados bajo la simple luz de un sujeto y una situación. El examen de estas situaciones debería hacer aflorar la necesaria presencia de terceros agentes que tendrían que haber estado allí para impedir el daño, o que deberían comprometerse a reconocerlo y hacer justicia y que, sin embargo, la referencia a aquéllos desaparece cuando el razonamiento deliberativo se produce en condiciones de abstracción de los detalles de la circunstancia. El tercer agente tendría que operar como un contradispositivo que anclaría al sujeto deliberante en los matices de la situación particular que se examina y, que, si no es tenido en cuenta, no es por un deseo de imparcialidad sino por un submecanismo de alejamiento y falta de compromiso con la víctima. El mordiente de su objeción nace de la misma estructura del proceso deliberativo. Su punto es que, al incorporar a terceros agentes, el razonamiento regresa a la situación examinada. Pretender evitar este anclaje en lo particular causa una debilidad seria en la producción del juicio moral. No sólo importa la condición del otro sino también los caracteres finos de la situación donde se ha quebrado y convertido en víctima. El tercer agente puede ser leído como un puro recurso que aporta una contraevidencia al supuesto de concordancia o, en una versión más interesante de la tesis de Corbí, como un auténtico contradispositivo presente en la deliberación que conduce al juicio moral. En este caso, Corbí nos debe aún algo más sobre la naturaleza de este tercer agente. Más adelante abordaremos esta duda. Pero la interpretación como recurso crítico ya es interesante en sí misma.

    La estrategia de Corbí descansa en la hipótesis de que la resistencia a incorporar un tercer agente presente en la situación de daño se produce porque los rasgos concretos de la situación particular entrañarían una demanda que el sujeto deliberante no está dispuesto a cumplir. Cuando la mirada pública de terceras partes se incorpora a la deliberación, la distancia se derrumba y la situación examinada crea una disonancia cognitiva que produce una negación de la existencia de esa mirada. ¿Qué es lo que tiene la situación particular para producir este efecto? La respuesta kantiana tendría que ser que la situación por sí misma no tiene tales capacidades, pues es solamente el sujeto quien...

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