Apuntes sobre el libro de Henry Kissinger on China.

AutorCurzio, Leonardo

Notes on Henry Kissinger's "On China"

Es común insistir, a estas alturas del siglo xxi, que la comprensión de China y su papel en el sistema internacional es fundamental para los estudiosos de las relaciones internacionales. Ya no hay espacio para esas visiones sesgadas que pretendían minimizar el peso de China en el sistema internacional, como si se tratara de un país excéntrico y residual. No hay análisis serio de la realidad internacional de este siglo que no parta de la premisa de que China representa un actor de primer orden. No hay, por ejemplo, región del mundo que no tenga una interacción fuerte con el coloso asiático. Por sus dimensiones representa ya la segunda economía del mundo y en prácticamente todos los temas de la agenda internacional (desde el cambio climático hasta la salida de la crisis económica), el punto de vista chino es fundamental. De hecho, algunos observadores de la escena internacional han sugerido que la clave de la gobernabilidad del sistema mundial en los años por venir dependerá de un entendimiento entre Washington y Pekín: El G2.

Aunque para algunos esta posibilidad de un mecanismo bilateral es todavía prematura, algunas señales ya se perfilan con claridad. Durante la fallida COP 15 (celebrada en Copenhague en 2009) se popularizó la idea de que el destrabar las negociaciones para el horizonte post Kyoto dependía de un acuerdo del G2, que no es otra cosa que el entendimiento entre Pekín y Washington. El G2 no resolvió nada y la cumbre fue un fracaso, pero la proyección de poder del coloso asiático (y su responsabilidad global) ya era inocultable. Un par de años antes, al constatar la creciente interdependencia de las dos economías, el historiador Niall Ferguson acuñó el poco eufónico término Chimerica (2) para subrayar el peso conjunto que en el ámbito demográfico, pero sobre todo económico y financiero representaban las dos potencias. Para muchos estudiosos de las relaciones internacionales, el rumbo que adquiera el sistema mundial en los próximos años estará condicionado por el tipo de relación que se establezca entre las dos potencias del Pacífico. Por lo tanto, las relaciones de China con la potencia hegemónica son un capítulo fundamental de las relaciones internacionales de nuestro siglo y por ello el libro que nos ocupa me parece tan relevante.

Henry Kissinger (ex Secretario de Estado (1973-1977) y artífice del acercamiento de los Estados Unidos a China), tiene en América Latina una muy mala imagen. La principal razón es su involucramiento en uno de los períodos más negros de las relaciones interamericanas. Su nombre está asociado a los llamados "regímenes de seguridad nacional", eufemismo empleado para sostener gobiernos autoritarios que en nombre de la lucha contra el comunismo, desataron feroces represiones y suprimieron (por la vía de los golpes de Estado) regímenes constitucionales democráticamente electos. El más emblemático de todos fue el de Salvador Allende en Chile. No es fácil, por lo tanto, digerir al personaje como si sólo fuese un mago de la estrategia y un erudito en política internacional. Es imposible aislarlo de toda esa historia, pero no por ello se puede ignorar su valiosa participación en el proceso de descongelar las relaciones de los Estados Unidos y China, que es el tema central del libro.

El libro tiene un enorme valor, tanto para quienes ya han profundizado en las relaciones sino-norteamericanas, como para quien se sumerge por primera vez en el tema. Antes de entrar a los temas neurálgicos, vale la pena señalar que el texto de quien fuera titular del Departamento de Estado en la administración Nixon/Ford, combina (en sus casi 600 páginas) tres géneros diferentes pero que se acoplan razonablemente en el volumen.

En primer lugar, tenemos las memorias de un político que tuvo el privilegio de vivir en primera línea la conducción de la diplomacia estadounidense en el apogeo de la Guerra Fría desde dos plataformas extraordinarias: Consejero de Seguridad Nacional y jefe de la diplomacia estadounidense. No nos detendremos en esta reseña en la descripción del paisaje estratégico de los primeros años de la década de los setenta, solamente recordaremos que es el auge de los autoritarismos en América Latina, la inflación galopante en las economías de occidente, producto entre otras cosas, del incremento de los precios del petróleo y por supuesto la guerra de Vietnam, uno de los conflictos más largos y complicados (por las implicaciones geopolíticas para los Estados Unidos, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y China) del siglo XX.

Con la guerra de Vietnam como telón de fondo, una renovada lectura de las relaciones entre Washington y Pekín se abre paso con contundencia en la interpretación de Kissinger. Es interesante constatar cómo los múltiples ajustes territoriales que China había sufrido en la segunda mitad del siglo XX (3) y que por debilidades estructurales no había podido revertir, refrescan el pensamiento estratégico tradicional de China y por una combinación de factores Pekín identifica al enemigo capitalista (Estados Unidos) como un factor equilibrador regional en Asia ante la temible expansión moscovita. El régimen de Mao ya había expresado su desconfianza respecto de los apetitos asiáticos del Kremlin y no se llamaba a engaño al identificar que el viejo imperialismo ruso había encontrado en la ideología comunista un taimado mecanismo para la injerencia en terceros países. El gran timonel (Mao Zedong) profesaba la ideología comunista, pero era también conocedor de una centenaria cultura estratégica china. En consecuencia, sabía...

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